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The Fleshtones, una banda entre lo absurdo y lo genial

  • La formación surgida en Nueva York en 1976 ofrece esta noche un concierto en la remozada sala Prince

Geniales y absurdos, The Fleshtones fueron una anomalía revivalista que surgió de la montaña de basura punk del barrio neoyorquino de Queens, año 1976, entre los gritos primarios de los Ramones y el ardor de Andy Shernoff y sus Dictators. Su propuesta, que ellos llamaban super rock, era un compendio de garage rock con guitarras llenas de fuzz y sonido de órgano Farfisa, aderezado con elementos rockabilly, guiños surf y un poco de soul, todo muy sixty, que pretendía devolver al rock'n'roll su primitiva rudeza y simplicidad desposeyéndolo de esa autoconciencia tan dañina que tenía por entonces. Formaron parte de una corriente que no llegó a salir de las catacumbas en la militaban otras bandas de la Costa Este con predilección por el más grasiento garage como The Real Kids, The Lyres, The Fuzztones o The Cynics.

Esa vocación los condenó a la maldita consideración de grupo de culto que no llegó a engancharse con las propuestas de la new wave, ni por supuesto a gozar de sus posibilidades comerciales. Aunque a principios de los ochenta lo intentaron y un single suyo, Roman Gods/Ride Your Pony, alcanzó el puesto 29 de Billboard. Después de eso, nunca volverían a aparecer en las listas. "Sí, The Fleshtones entraron en las listas, son cosas extrañas que pueden ocurrir, así que quizás descubran vida en Marte o que la Tierra está hueca y habitada por una raza de superhombres", comentaba sarcástico su cantante Zaremba, un juerguista irredento que desmiente el tópico de la juventud alocada y gamberra. A sus 60 años cumplidos sigue siendo ese golfo incorregible e indomable que se entrega con el entusiasmo de un chaval al rock'n'roll más depravado, rompiendo los códigos asumidos hace tantos años que separan el espacio y los roles del público y el del artista. A The Fleshtones les gusta mezclarse de manera promiscua y concupiscente con el público al que apelan directamente, y eso convierte sus conciertos en experiencias que se aprecian por el oído tanto como por la piel, en verdaderos intercambios de fluidos no aptos para escrupulosos. Cuando alguien del público sube sin previo aviso al escenario se dice que de él que es un espontáneo; los miembros de los Fleshtones se convierten en espontáneos de sus propios conciertos apareciendo por cualquier rincón de la sala. Como novedad, podremos escuchar por primera vez a Zaremba cantando en español, un idioma que en anteriores visitas se ha empeñado en practicar de manera más que macarrónica, pero que probablemente en esta ocasión atacará con algo más de fundamento, pues en 2012 grabaron en Gijón un ep en castellano cuyas canciones querrán tocar y que aporta un curioso y peculiar sabor tex-mex al sonido de la banda. Recordemos que la última vez que estuvieron por aquí fue en 2009, cuando la liaron parda en una memorable actuación en el sótano de Planta Baja. Ahora desvirgan la remodelada sala Prince. A las diez de esta noche y tras la actuación de sus discípulos granadinos, Los Harakiri.

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