The Saints, el punk melenudo de las antípodas
La banda australiana, con temas indiscutibles de cualquier selección de la primera cosecha del punk, actúa esta noche en la sala Quilombo
Bruce Springsteen incluyó en su último álbum una versión de Just Like Fire Would, una canción de The Saints, sobre la que declaró que era una de sus favoritas de todos los tiempos. Bob Geldof tuvo la ocurrencia de declarar que "el rock de los setenta cambió gracias a Sex Pistols, Ramones y The Saints". Además, su tema (I'm) Stranded, un éxito de 1977, es un indiscutible de cualquier selección que contenga lo mejor de la primera cosecha del punk, la de los años 76 y 77.
A pesar de ello, en realidad The Saints nunca fueron un grupo que pudiéramos adscribir en sentido estricto al movimiento de los imperdibles. Para empezar, se formaron en la ciudad australiana de Brisbane en 1974, lejos del Londres multicolor de Malcolm McLaren, y por entonces sus pintas, con algunos de sus miembros luciendo nutridas melenas, parecían más emparentadas con el clasicismo de unos Flamin' Groovies o los músicos de pub-rock que con la llamativa estética punk. Es cierto que tocaban versiones del rockandroll de los cincuenta de manera ostensiblemente acelerada, pero según declaró Ed Kuepper -uno de los dos líderes que el grupo tenía por entonces- ello se debía al nerviosismo que se apoderaba de ellos cuando se ponían frente al público. Su sonido, eso sí, era lo suficientemente rudo y desaliñado como para que, cuando su primer single, (I'm Stranded), llegó por correo a las principales emisoras de Londres en 1976, el punk los acogiera con entusiasmo. Hasta el punto de que un A&R de EMI ordenó que su delegación australiana se pusiese en contacto con ellos y firmara un contrato por tres discos.
Ahí empezaría la historia de The Saints, que publicarían consecutivamente hasta el fin de la década, sus álbumes (I'm) Stranded en 1977, Eternally Yours en 1978 y antes de que acabara ese mismo año Prehistoric Sounds, tras lo cual su compañía aprovechó para darles la patada. A las desavenencias con EMI, que insistía en promocionarlos como un grupo arquetípicamente punk (un hecho que les hizo más populares en el Reino Unido que en su propia casa, donde el punk parecía más bien una extravagancia pasajera de los ingleses), se sumó la disparidad de criterios entre sus dos mentes pensantes. Ed Kuepper -y con él el resto de miembros- dejó el grupo, volvió a Australia e inició una carrera más art-punk escorada hacia el vanguardismo hasta convertirse en el músico respetado que es hoy, mientras que Chris Bailey, que jamás pudo renunciar a su corazón pop, ha sido desde entonces el timón de un grupo que aunque se ha tomado largos períodos de descanso, nunca se han disuelto realmente.
A partir de ahí Bailey utilizó a The Saints como el vehículo para sus experimentos pop, en busca de la perfecta conjunción entre melodía y guitarras agresivas. Tras una larga y productiva carrera, ahora vuelven convertidos en un power-trío a cargo de Bailey, Barrington Francis y Peter Wilkinson, con un doble álbum bajo el brazo que ha sido publicado el pasado mes de noviembre: King of the Sun/King of the Midnight Sun (Fire Records). El disco contiene el anterior álbum de estudio, el más elaborado y exquisitamente arreglado King of the Sun de 2012, y además, otro con el mismo repertorio pero grabado en directo con un sonido mucho más fresco y visceral. The Saints tocan esta noche en la sala Quilombo, antigua Príncipe.
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