Tibia noche inaugural
Programa: Iberia, de Claude Debussy; La vida breve (versión de concierto), de Manuel de Falla. Intérpretes: Orquesta y Coro Nacional. Solistas: Mariola Cantarero, soprano (Salud); Marina Pardo, mezzosoprano (Abuela); Ángel Órdena, barítono (Tío Sarvaor); José Ferrero, tenor (Paco); José Antonio López, barítono (Manuel); Leticia Rodríguez, soprano (Carmela); Estrella Morente, cantaora; Gustavo Peña, tenor (voz en la fragua) José Carbonell 'Montoyita', guitarra flamenca; Juan Manuel Cañizares, guitarra. Director: Josep Pons. Lugar: Palacio de Carlos V. Fecha: viernes, 22 de junio de 2012. Aforo: lleno, con la asistencia de la Reina doña Sofía.
Muchos lazos se unían en el concierto inaugural del 61 Festival, con acentos granadinos y amores presentidos y reales. Unir dos mundos tan cercanos como el de la Iberia, de Debussy y La vida breve, de Falla, ambos compositores atraídos no sólo por los perfumes de las noches españolas, sino por las sugerencias de una ciudad como Granada antes de conocerla, era un acierto programático, aunque se repitieran clichés presentes desde los comienzos del Festival. Que fueran protagonistas, figuras tan queridas y admiradas aquí como Josep Pons, Mariola Cantarero y Estrella Morente, con el soporte de la Orquesta y Coro Nacional, presentes en la historia del certamen, añadía una nota más para elevar la expectación.
Sin embargo, tanto el resultado global de la velada, como la reacción del público, fue tibia. Empezando por la 'funcionarial' versión que nos ofreció la ONE y Pons de la Iberia debussyana -uno de los tres momentos de la serie Images-, de la que les hablaba el pasado jueves, con palabras de Falla, para ser más preciso y justo, desde la Granada donde pervive su recuerdo, con la misma fuerza de un hijo propio. La perfección instrumental de la que hizo gala la Orquesta Nacional, con espléndidos y brillantes solistas, no consiguió transmitir todo el embrujo y emoción de estas páginas geniales que, como tantas veces he comentado en otras adiciones, exigen también tonos geniales para percibirlas y gozarlas en toda su dimensión. Por las calles y los caminos tuvo una lectura ajustada, pero fría; más profunda, luminosa, buscando ese misterio que late en la partitura, resultó Los perfumes de la noche que enlazó con alguna pereza con La mañana de un día de fiesta. La brillantez generosa estuvo un tanto constreñida, y la corrección sonora no fue suficiente, como tantas veces cuando se interpreta a Debussy, en la orquesta o en el piano, para arrancar el entusiasmo siempre esperado.
Más vigorosa y expresiva resultó la versión de concierto de La vida breve, una de las obras de Falla más interpretada en el Festival. Recordábamos el pasado viernes las versiones escenificadas en 1958, con Victoria de los Ángeles, Toldrá y la Nacional, con la dirección escénica de Luis Escobar, o tantas otras, en concierto o en escenario con las mejores voces españolas del momento como Angeles Gulín, Enriqueta Tarrés o Montserrat Caballé... Especialmente emotiva resultó la noche porque Mariola Cantarero ya está situada por méritos propios en los anales de las grandes sopranos españolas. Su voz cálida, dulce, acariciante cuando lo exige el momento o vibrante y vigorosa cuando es preciso es un regalo para los oídos. Y digo oídos porque cerrando los ojos se percibe en toda su calidad y calidez la belleza de su voz y se evita la siempre molesta visión de ver a los solistas con la partitura en la mano, que entorpece la propia expresividad de manos y cuerpo, aunque sea en versión de concierto. También es verdad que, aunque en este caso se incruste de una manera un tanto forzada en la obra, la otra voz, la flamenca de Estrella Morente, que siempre es un encanto de musicalidad, le da un tono más acentuadamente andaluz, con la soleá que cantó con tanto gusto y emoción. Del resto de las voces destacaré la de Marina Pardo (Abuela) y, sobre todo, la potente y sobria del barítono Ángel Ódena (Tío Sarvaor), amén de la voz en la fragua, del tenor Gustavo Peña, subrayando los leitmotiv de la obra, entre ellos, le canción popular: "¡Malhaya la hembra pobre,/ que nace con negro sino!/ ¡Malhaya quien nace yunque,/ en vez de nacer martillo¡", que cantó sin el 'seseo' que suele ponérsele para acercarse más a la autenticidad del herrero albaicinero.
Y tras las voces, orquesta y coro a buen nivel, prestando intimismo y al mismo tiempo intensidad dramática como la obra requiere. Pero, a pesar de ello, esta primera partitura importante de Falla exige más nervio, elocuencia y transmisión que la expuesta por Josep Pons. No es muy habitual el desangelado papel de los músicos sentados esperando los aplausos más intensos del público, que, salvo algún bravo dirigido a las voces granadinas, fue quizá demasiado cicatero. Probablemente porque todos esperábamos más para hacer realidad una noche de emociones en parte frustradas.
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