Crítica espectáculo

Viaje al universo de las emociones

Viaje al universo de las emociones

Viaje al universo de las emociones / Desiree Milena López

Ilocuo, la nueva producción de la Compañía de Ana Vílchez, obtuvo el pasado sábado un gran éxito en el espacio cultural La Chumbera, dentro del ciclo Patrimonio Flamenco. Herencia del 22 que organiza el Ayuntamiento de Granada. Este espectáculo de danza aúna tres disciplinas coreográficas en torno a un mundo de emociones reencontradas, con una propuesta estética novedosa tanto por su concepción argumental como por su desarrollo artístico. Junto a Ana Vílchez se encuentran Miguel Ángel Talaverón, 'El niño del roete', un gran bailarín flamenco en el panorama andaluz, y Dogy del Río, pedagoga y artista de la danza contemporánea. 

Ana Vílchez Fernández es la creadora del espectáculo, que a partir de su aportación por medio del baile clásico español ha diseñado junto a sus compañeros de escena las coreografías de una esmerada realización, un cuidado al detalle tanto en la gestualidad como en el desarrollo artístico, y la genial mirada de alguien que entiende a la perfección el movimiento como expresión dinámica de los sentimientos. Ilocuo es un reto para el espectador, que descubre en cada escena un lugar emocional en el que se reflejan los miedos y tabúes de la sociedad actual, pero también la belleza que encierra el ser humano.

Desde la introducción del espectáculo se nos presenta un espacio casi vacío, con pocos elementos escénicos que se reducen a unas sillas, unos abanicos y el uso direccional de la luz. Es verdad que el precioso fondo visual de La Chumbera no hace necesario telón, pero también hay que destacar el inteligente uso del espacio y del movimiento que la coreógrafa ha diseñado. Una voz en off dirige la acción, como si se tratara de un experimento sociológico, y estimula la aparición de unas u otras emociones, por momentos olvidadas en este mundo onírico.

Las emociones

La primera en aparecer es el amor, la recuperación del contacto y la mirada a lo más profundo de los ojos del amanta, haciendo de los dos un solo ser. Ana Vílchez y Miguel Ángel Talaverón desarrollan una dinámica en compás ternario afandangado con una perfecta coordinación, llena de arte y de complicidad sonorizado por Flamenco, de Oro blanco. La envidia, con su carga de ira y codicia, fue escenificada magistralmente por Dogy del Río, con la música de Empty Space Dance del Balanescu Quartet; su utilización del suelo, la agilidad de sus realizaciones, llenas de flexibilidad y precisión, y su enorme vis actoral se pusieron al servicio de la expresividad sensorial que requería la escena.

Tras la tristeza, se asoma al escenario la soberbia, en un magistral solo de baile estilizado con castañuelas de Ana Vílchez; su interpretación fue un claro ejemplo de la mejor escuela de danza española, y una muestra del arte y maestría de esta artista granadina, que tiene mucho que aportar al mundo de la danza.

Hubo momentos de más introspección, como la nostalgia, trío con interacción gestual al son de La llorona de Chavela Vargas. También para la tensión y la competitividad, en el dúo con abanicos de Ana Vílchez y Dogy del Río con Pasacaglia de fondo musical. Igualmente impactante fue el momento dedicado al TOC como manifestación de las manías incontroladas; un número de distensión y cierto toque de humor hábilmente escenificado por los tres bailarines al compás de Swing of justice de Gramatik.

Sin duda, uno de los grandes momentos del espectáculo es el solo en compás ternario de Miguel Ángel Talaverón, representación misma de la alegría en una coreografía flamenca sobre el Malabarista de semáforo de Ara Malikian. La fuerza expresiva del bailarín, en una coreografía llena de duende y técnicamente muy bien concebida, llenó el escenario y despertó, como antes habían hecho sus compañeras, una atronadora ovación.

El espectáculo se cierra con la angustia y el miedo, escena en la que el trío de artistas hace un guiño al momento pandémico con la música de Morente y la Alhambra iluminada de telón de fondo. Tres estilos de danza diferentes en escena nos cautivaron con la realización de este rico catálogo de emociones, en un mundo en el que ya no se practican del mismo modo que hace unos años. El acceso a Ilocuo permitió por un momento reflexionar sobre ello, con una sonrisa y cierto sentido crítico, para de este modo volver a sentirlas y a experimentarlas, todo ello con el mayor rigor escénico y el más alto nivel artístico.

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