Vida de artista

El crítico, ignorante, no sabe quién es Paula Becker, supongo que para eso existe esta película, su biopic envuelto en las formas de la qualité y el prestigio cultural puestos al día. Becker (1876-1907) fue la primera pintora a la que se le dedicó un museo (Bremen, 1927), precursora del expresionismo, fémina de carácter y determinación en su deseo de pintar (otras cosas, otros motivos, con otro estilo) y vivir entre un mundo de hombres y maestros que hicieron todo lo posible por castrar su vocación y limitar sus deseos de libertad en el cambio de siglo.

La encontramos a los 23 años, en la Escuela de Worpswede, rodeada de otras mujeres aprendices (se entiende que para matar el tiempo de ocio) y de algunas figuras preeminentes como el mismísmo Rilke o el que acabará siendo su marido, Otto Modersohn. En pleno proceso de descubrimiento de un estilo propio (la vemos discretamente golpear el lienzo buscando formas y texturas), Paula se rinde al amor y entrega su vocación a un matrimonio fallido, cinco años de apagamiento que sólo podrán recuperarse ya en el París cliché de la bohemia y los cafés de artistas, en el descubrimiento del sexo y la recuperación de la autoestima.

Christian Schwochow cuida los detalles de época y ambientación, cómo no, se levanta temprano para rodar las brumas del paisaje, estiliza el plano en busca de cierto hermanamiento con la pintura. Carla Juri se entrega a un personaje equilibrado entre lo carnal y lo psicológico, aunque tal vez más superficial de lo deseable. En todo caso, se le entiende siempre, incluso en esa duda interna entre el deseo de huida y el de repliegue.

En su corrección, previsibilidad y ejemplaridad para la Historia, Paula cumple así con su función didáctica, su mensaje feminista para todos los públicos y su acabado de calidad para salas de versión original con buenos proyectores.