Vive en nosotros

Recuerdos de un 'contrapariente' de Manuel Fernández-Montesinos, el último guardián de la memoria de Lorca fallecido recientemente.

Andrés Soria

27 de enero 2013 - 14:26

SOLÍA recordar que éramos contraparientes (dos primos hermanos de Federico se casaron con dos tías mías, paterna y materna) y lo repitió en el cálido discurso que nos dirigió al casarme con su prima Laura, va a hacer diez años. Si la vida es como la trama de un tejido imprevisible, son tantos los hilos que me enlazan a la suya, recién terminada, que lo que diga ahora no puede ser sino producto de la abundancia del corazón y debería quedarse sólo en elogio evocador de su sal y su inteligencia.

Pero el elogio en adjetivos no basta si no se fundamenta en hechos concretos, más tratándose de un andaluz tan claro y tan rico de aventura.

Entre varios, yo quiero recordar ahora y para luego un momento de su vida y de su acción civil, que para muchos granadinos de mi edad (soy del 54) adquirió y sigue conservando un valor especial. Ese momento fue para nosotros como la raya fronteriza entre un mundo viejo, odioso y temido, y la promesa de un futuro que nosotros debíamos y quizá podíamos construir. Es decir, fue un momento decisivo. Y no ha perdido toda su fuerza casi cuarenta años más tarde.

Me refiero a las palabras que pronunció Manuel Fernández-Montesinos García el 5 de junio de 1976 a las 5 de la tarde en el Paseo de Fuente Vaqueros, bajo un sol muy fuerte y ante miles de personas (más unos cientos de guardias civiles camuflados púdicamente en las choperas verdes) con motivo del homenaje organizado por la Junta Democrática, cuyo manifiesto decía : "En los primeros días de la Guerra Civil, Federico García Lorca caía ejecutado en el barranco de Víznar. Se ha dicho que para dar muerte a un poeta, muerte verdadera, hay que matarlo dos veces: una con la muerte y otra con el olvido". Tras dar el lugar y la hora de la convocatoria, se añadía: "Es nuestra intención romper allí, y para siempre, un silencio forzado hasta hoy".

El general Franco había muerto seis meses antes, y todas las leyes vigentes eran las de su Dictadura. El tiempo que la Comisión organizadora consiguió arrancar de las autoridades de entonces para romper ese silencio fue de media hora. Tras treinta y nueve años y medio. Lo emplearon José García Ladrón de Guevara ("¡Federico está vivo!"), la voz grabada de Rafael Alberti ("¡Entraré en Granada!"), los poemas de Lorca en las voces de las actrices Aurora Bautista ("Arbolé arbolé,/ seco y verdé") y Nuria Espert ("Lo demás era muerte y sólo muerte"), y las intervenciones de Juan Antonio Rivas, Manuel Fernández Montesinos, José Agustín Goytisolo, Blas de Otero, José Antonio Rivas, hasta que cortaron el sonido. Fue como quien le quita el vaso de la boca a un sediento antes de saciarse pero después de haber probado lo que deseaba desde mucho antes.

Manolo Motesinos hablaba muy bien en público: "Amigos, reclamar justicia es una de las finalidades de este acto […]La justicia para con Federico como creador se hace a diario y en todas partes del mundo […] Pero la verdadera justicia es mucho más. Federico es una entre millones de víctimas de una guerra civil. Una guerra civil durante la cual se quiso destruir en nuestra patria hasta la creación artística, lo único que entre la decadencia y la mezquindad de siglos hizo posible que el nombre de España estuviese a la altura de los demás pueblos del mundo. Había muchos que confundían la patria con un trapo de colorines, con retratos pomposos de individuos uniformados y el tatachín monótono y discorde de poetas y tambores. Para nosotros la Patria es el Romancero gitano, la patria es Perito en lunas, La voz a ti debida, es Marinero en tierra y tantas otras creaciones del espíritu que llevaron a decir a Federico García Lorca en una carta a Miguel Hernández: "hoy se hace en España la más hermosa poesía de Europa".

Y más: " si política es el proceso de administración de la cosa pública con el consenso y la participación activa de todos, [este] es acto político porque el asesinato de los ciudadanos atañe a toda la colectividad […] Hoy pedimos justicia y libertad. Acabemos con unos versos de Mariana Pineda que dicen mucho hoy, ciento sesenta años después: "Andalucía tiene todo el aire/ lleno de libertad. Esta palabra/ perfuma el corazón de las ciudades,/ desde las viejas torres amarillas/ hasta los troncos de los olivares."

En la primavera de 1976 (para mí personalmente trágica) aquel hombre de 46 años recién cumplidos, con una guayabera blanca y un pantalón oscuro como el pelo un poco largo, a la moda de entonces, había visto con cuatro años a unos hombres entrar en su casa y pegar a los mayores -y luego había sabido que la traducción de esos miedos era que habían matado a su padre, el alcalde de Granada, y a su tío Federico, hermano de su madre-; a los ocho se había exiliado con su familia a los Estados Unidos, y en los diez siguientes había adquirido la lengua y la piel de un adolescente norteamericano amante del indescifrable baseball, había regresado -1951- al corazón profundo de la Dictadura y su represión: estudiante de Derecho, en 1956 estuvo preso en el campo de trabajo de Castillejo (Toledo) y en la cárcel de Carabanchel, entre 1957 y 1965 estuvo en Alemania, trabajando con los sindicatos socialistas alemanes, como enlace clandestino con España.

En 1962 murió su madre Concha, la más parecida a Federico según todos los testimonios, en un accidente de coche. En 1965 volvieron a detenerlo, y para 1976 había sido señorito labrador, empresario y guitarrista por los bares. Desde entonces fue parlamentario socialista (1977) hasta dejar la política (1979), conoció a Ana Gurruchaga (1979) se casó con ella y tuvo a sus gemelas Isabel y Andrea. Y entretanto estudió Filología Hispánica en la Complutense y llevó a cabo una memoria de Licenciatura sobre la biblioteca de Federico García Lorca con don José Simón Díaz, fue secretario y presidente de la Fundación García Lorca, y escribió sus memorias, Lo que en nosotros vive (2008).

Son muchas vidas. Entre todas quiero volver a aquel discurso revelador de una actitud sobre la obra y la vida de Federico García Lorca que venía desde siempre y siempre mantuvo. La parte del discurso que no pudo leer la recoge Antonio Ramos Espejo: "¿Quién ha respondido de los miles y miles de muertos contra las tapias del cementerio de Granada, tapias que se derrumbaron debilitadas por los impactos de las balas de los que marraban el cuerpo de sus víctimas? ¿Quién responde de los osarios de Víznar? ¿Y quién responde de haber cortado en flor aquella "más hermosa poesía de Europa"? No hay más que enlazar con otras declaraciones de 2009, después de que la búsqueda de cuerpos en Víznar resultara infructuosa: "Lo que nosotros decimos es que la memoria histórica en este caso es que a este hombre le pegaron cuatro tiros y que está allí enterrado junto a otros. Y queremos que todo aquel parque sea un cementerio, no sólo de esos cinco que asesinaron con Lorca. Allí hay quizás más de dos mil. Lo mismo que Manuel Azaña está enterrado en Montauban, Machado en Collioure... No se pueden mover. Ésa es la memoria histórica. Lo que sí hay que saber es por qué está Federico García Lorca enterrado en una fosa común, por qué está el presidente de la República enterrado en Francia y por qué está enterrado también en Francia el mejor poeta del siglo XX. Eso es lo que hay que saber y ésa es la memoria histórica".

¿No tienen autoridad a este respecto las palabras de quien sufrió el asesinato de su padre y de su tío por las mismas personas y por las mismas razones, aunque su padre tenga una tumba con lápida y su tío no?

"Sólo podemos recordar lo que en nosotros vive" escribió su tío José F. Montesinos, el extraordinario filólogo también exiliado, dando título a las memorias de su sobrino. Hoy es ya él mismo quien vive ya en nosotros. Hoy en mí vive el orgullo de haber sido contrapariente de Manuel Fernández Montesinos García.

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