DIRECTO Pedro Sánchez ya ha comunicado al Rey su decisión

Crítica

Yuja Wang y Gustavo Gimeno, dos nombres para el recuerdo

Yuja Wang y Gustavo Gimeno, dos nombres para el recuerdo

Yuja Wang y Gustavo Gimeno, dos nombres para el recuerdo / EFE

El Festival de Granada llega a su ecuador con una buena calificación, tanto del público como de crítica. Pese a haber prolongado considerablemente su duración, abarcando buena parte del mes de julio, sus propuestas de este año demuestran tener suficiente entidad y despertar el interés de la audiencia. Tal fue el caso delconcierto que ofreció Gustavo Gimeno al frente de la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo, de la que es titular desde el pasado 2015, con un programa centrado en grandes nombres del siglo XX.

Bien podríamos acudir al descriptor nombres propios del Festival para calibrar su calidad, pues ha congregado algunos de los grandes directores e intérpretes del panorama internacional. Los dos conciertos que Gustavo Gimeno dará con la orquesta de Luxemburgo no son una excepción. La formación tiene una dilatada tradición interpretativa, que se remonta al periodo de entreguerras, y se caracteriza por un sonido limpio y brillante. Gustavo Gimeno, desde que entró como director, se ha preocupado de reforzar ese carácter expresivo, trabajando con equilibrio y clarividencia el sonido desde cada sección, para finalmente construir un timbre colectivo envolvente y de enorme potencia y ductilidad. El recién nombrado director artístico del Teatro Real trae tras de sí una no muy extensa pero sí exitosa trayectoria que le señalan como una figura emergente de la dirección.

El concierto se abrió con Aqua Cirenea, una breve pieza orquestal del compositor valenciano Francisco Coll. Esta página sirvió para calentar motores a director y orquesta, ya que despliega una paleta tímbrica muy rica en efectos expresivos. Esta obra sirvió como preludio a la que fue, para muchos, la aparición estelar de la noche: la pianista china Yuja Wang, que se ha dado a conocer por su precisión en la interpretación, llegando a niveles de virtuosismo de gran complejidad y belleza a la vez. Junto a Gimeno y la Filarmónica de Luxemburgo interpretó la compleja Rapsodia sobre un tema de Paganini en la menor op. 43 de Serguéi Rajmaninov. La llegada al Festival granadino de Yuja Wang había causado mucha expectación, ya que se ha convertido en un fenómeno mediático por sus alardes técnicos y su particular estilo, y se puede afirmar que no defraudó a los asistentes. Sonriente y aparentemente despreocupada al salir a escena, desde el momento en que se sentó al piano se hizo un silencio absoluto en el Palacio de Carlos V. La pianista situó sus manos en el teclado, y como quien palpa el suave lomo de un gato, fue articulando el tema y las veinticuatro variaciones de la partitura con una infalible exactitud de pulsación. Los motivos emergían con la fuerza oportuna de entre la atmósfera de arabescos, acordes en salto y arpegios que servían de entorno sonoro a un devenir melódico bien definido, evidencia su magistral dominio del piano. Frente a ella, Gustavo Gimeno y la orquesta ofrecieron la justa réplica al discurso solista.

La pianista, en agradecimiento a los incesantes aplausos de un público que se resistía a dejarla marchar, y tras saludar de forma muy expresiva y naive, ofreció tres propinas, cada una de ellas perfecta en su ejecución: Margarita en la rueca de Schubert, en un arreglo de Franz Liszt para piano; Fantasía de Carmen, escrita por Vladimir Horowitz sobre temas de la ópera de Bizet; y Melodía de Orfeo y Eurídice, escrita por Giovanni Sgambati a partir de un tema de Gluck.

La Filarmónica de Luxemburgo y su director titular pudieron desplegar todo su potencial expresivo y la riqueza de su paleta tímbrica de nuevo en la segunda parte del programa. En primer lugar se puso en atriles la suite de El caballero de la rosa, de Richard Strauss. Esta compleja partitura representa la exaltación de un último romanticismo, con un lenguaje armónico expandido y una distribución de la melodía por timbres.

Gimeno mostró una dirección eficiente y muy precisa, con numerosos y variados efectos, matices y dinámicas que convirtieron en sublime su interpretación.

Cerró el programa La Valse de Maurice Ravel, otra obra que permite establecer múltiples juegos sonoros entre los músicos de la orquesta, acostumbrados ya a la dirección de amplio desarrollo de Gustavo Gimeno. Fue toda una lección magistral de dirección al frente de un instrumento perfectamente calibrado del que supo extraer toda la esencia.

Gimeno no quiso ser menos que su compañera de programa, y ofreció dos propinas al término del concierto: una exuberante realización del Vals núm. 1 de la Suite de Jazz de Shostakovich, y otra no menos óptima versión orquestal de la Danza del fuego fatuo de Manuel de Falla.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios