Adriana Ozores: "La televisión requiere una velocidad emocional enorme, una rapidez que no te pide ni el teatro ni el cine"
La actriz participa en la Semana de Cine e Igualdad de Maracena, que arranca este sábado y se prolongará hasta el 15 de noviembre
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Adriana Ozores, una de las actrices más queridas y respetadas del cine español, participa el sábado 15 de noviembre en la clausura del Semana de Cine e Igualdad de Maracena. Una cita que arranca este sábado y en la que la intérprete ofrecerá una charla abierta al público sobre la situación de la mujer en el sector audiovisual. Con una trayectoria que abarca el cine, el teatro y la televisión, Ozores reflexiona sobre los cambios vividos en la profesión, la importancia de la mirada femenina y la necesidad de combinar talento, formación y autoconocimiento en un oficio tan incierto como apasionante.
Pregunta.—El coloquio en Maracena gira en torno a la situación de la mujer en el cine. Con tantos años de carrera, ¿cree que el cine español ha cambiado mucho en este aspecto o queda camino por recorrer?
Respuesta.—Ha cambiado muchísimo. Yo he tenido mucha suerte: no puedo decir que, por ser mujer, haya estado siempre abocada a papeles secundarios o pequeños. He trabajado con muchas directoras que me han ofrecido personajes con más desarrollo. El cambio ha sido muy radical. Claro que queda mucho por hacer, pero si lo miras con perspectiva, el cambio ha sido definitivo.
P.—¿Ese cambio le parece real o a veces tiene más de corrección política que de transformación profunda?
R.—En el momento en que se producen esas correcciones de las que hablas, y la ley empieza a ampararnos más, va quedando un poso en todos nosotros. Es algo que ya se asienta, que se convierte en costumbre. Puede haber retrocesos, como ha pasado tantas veces en la historia, pero no creo que sea solo un “queda bien”. Las mujeres del cine —directoras, productoras, actrices— tenemos algo que contar y eso no desaparece ni se toma como una moda. Hoy hay mujeres creadoras con una potencia enorme.
P.—¿Qué papel juega la mirada femenina en la forma de contar historias?
R.—Es fundamental. La mirada femenina es muy distinta de la masculina: en la vida, en los sentimientos, en los comportamientos, en las intimidades y en el pensamiento. Empezar a ver esa otra cara es muy interesante, enriquecedor y necesario. Pero, sobre todo, es diferente.
P.—Ha trabajado en teatro, cine y televisión. ¿Hay algún formato en el que se sienta más libre?
R.—No especialmente. Cada medio tiene su forma, su manera. El trabajo actoral de fondo es el mismo: la relación con los personajes y con los compañeros. Pero el medio cambia. El teatro es más difícil; el cine, para mí, resulta más fácil, aunque cada vez menos. Y la televisión requiere una velocidad emocional enorme, una rapidez que no te pide ni el teatro ni el cine. De cada uno he aprendido mucho.
P.—Proviene de una familia esencial en la historia del cine español. ¿Cómo convive ese legado con su propio recorrido artístico?
R.—Con enorme agradecimiento. De mi familia he aprendido no solo encima del escenario, sino lo que significa esta profesión en otros niveles: sus inseguridades, sus tribulaciones. Eso te da perspectiva. No quiere decir que las cosas no duelan, pero ya sabes de qué va todo esto. Además, los comienzos me resultaron fáciles: donde iba, me recibían con una sonrisa. No por decir “soy hija de…”, sino porque había un cariño previo. Después fui encontrando mi propio camino, pero el aprendizaje de este oficio ha sido una maravilla.
P.—¿Le parece un trabajo duro desde el punto de vista emocional?
R.—Durísimo. Es una profesión sin seguridad. No dependes de ti, ni de tu voluntad, ni siquiera de tu talento: muchas veces depende de la suerte. Asumir eso es complicado; conjugarlo, más aún. Pero forma parte del juego.
P.—Ha dicho alguna vez que “el humor salva”. ¿Es una especie de inteligencia emocional para bregar con todo eso?
R.—Sí, absolutamente. El humor tiene una inteligencia muy profunda: te permite presentar lo más crudo sin que el otro se cierre a escucharlo. Gente como Elvira Lindo o Miguel Aguilar manejan el humor para hablar de carencias, de dificultades… Así lo recibes con una sonrisa y estás más abierto. Trabajar y hablar de lo duro desde el humor es una gran sabiduría.
P.—Series como Los Serrano o Gran Hotel le dieron mucha fama. ¿Qué diferencia hay entre el impacto de la televisión y el del cine o el teatro?
R.—El impacto de la tele es la popularidad: llegas en muy poco tiempo a muchísima gente. No sé si la palabra es “bonito”; es distinto. Esa popularidad te puede ayudar o hacer daño. Hay que tener cabeza.
P.—¿Le incomoda la exposición pública que conlleva?
R.—Soy muy privada. Hay compañeros que entienden la profesión de otra manera y viven para ser populares. Yo creo que una cosa es saber que la popularidad tiene un valor y otra muy distinta es vivir para eso. Vengo de una familia de actores y he aprendido a relativizarlo.
P.—Usted tuvo la escuela de su familia pero, ¿qué consejo daría a una actriz o un actor que empieza hoy?
R.—Preparación, siempre. Talleres, cursos, clases, formación y, sobre todo, trabajo personal. Es muy difícil tener profundidad si no sabes lo que significa en ti mismo. Para abarcar todo el abanico de la condición humana, hay que conocerse. La preparación actoral y el crecimiento personal van de la mano.
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