Los agujeros negros, mucho más que fe

Ciencia hoy

Aunque la fuerza gravitatoria de un agujero negro es tan intensa que ni la luz puede escapar -ni emiten ni reflejan luz-, sí se observa la radiación de la materia que absorbe

Arriba y en el centro, recreaciones de un agujero negro. La composición de abajo muestra cómo la fuerza gravitatoria de un agujero atrae y destruye una estrella. A la derecha, un gráfico muestra la velocidad de una estrella en el núcleo de la galaxia M84.
Por M. De La Corte

08 de septiembre 2010 - 05:00

Todo el mundo los conoce pero lo cierto es que nadie los ha visto. Los agujeros negros guardan aún en sus entrañas un misterio incorruptible al que ni siquiera la física o las matemáticas pueden acceder. Todo lo que entra en él no sale jamás. Nunca. ¿Qué pasa dentro?... Es una de las incógnitas más perturbadoras del universo.

Aunque no fue hasta la década de los noventa cuando la ciencia los aceptó -gracias según dicen a una apuesta que hizo el conocido Stephen Hawking con otro científico-, hoy en día se sabe que el Universo está lleno de ellos y que la mayoría de las galaxias, si no todas, poseen uno. Incluso nuestra galaxia, la Vía Láctea, contiene un agujero negro supermasivo. Pero ¿cómo se crean estos destructivos objetos? y, aún más, ¿está la Tierra a salvo de ser absorbida por un 'monstruo' de tan extraña naturaleza?

"Ni siquiera si el sol fuera un agujero negro" el ser humano correría peligro. El profesor de la Universidad Complutense Luis Garay aclara que una cosa es que nada pueda escapar a un agujero negro y otra muy distinta es que se lo trague todo. "Si el sol fuera uno de ellos, en la Tierra nos moriríamos de frío pero nada más. Fuera de ellos la gravedad sigue funcionando igual". No obstante, ante la duda, Garay descarta al sol como posible agujero negro en el futuro puesto que no tiene la masa suficiente. Se queda muy pero que muy corto.

"Un agujero negro es una estrella que ha implosionado completamente al terminárseles el combustible y ha formado esta región del espacio tiempo con una gravedad tan intensa en su interior que ni siquiera la luz puede escapar".

Imaginemos la velocidad con la que un cohete debe viajar rumbo al espacio para contrarrestar la fuerza de la gravedad que lo empuja hacia la tierra. Pues los agujeros negros poseen tanta gravedad que ni siquiera la luz, que viaja a 300.000 kilómetros por segundo, puede escapar a esa atracción. Sorprende semejante paradoja. Antiguas estrellas masivas hundiéndose sobre sí mismas. Estrellas que brillaban y que ahora se apagan quedando en la más absoluta oscuridad al tragar la luz.

Pero, ¿cómo es posible verlos? Es necesario mucho más que fe para que los científicos crean en ellos con tanta seguridad. Aunque la fuerza gravitatoria de un agujero negro es tan intensa que ni la luz puede escapar, y por tanto ni emiten ni reflejan luz, los astrónomos sí pueden observar los efectos que provocan en sus inmediaciones para detectarlos. "Gracias a la forma en que se mueven los objetos a su alrededor y la radiación que origina la aceleración de la materia al caer en ellos" se puede tener constancia de que estamos ante un agujero negro.

En el caso, por ejemplo, del hallado en nuestra Vía Láctea, la prueba definitiva se encontró en el movimiento de las estrellas cercanas que giraban con velocidades de 1.500 kilómetros por segundo, cincuenta veces más que la Tierra alrededor del Sol. Sólo podía tratarse de un agujero negro.

En una imaginaria red espacio temporal, la gravedad de estrellas y planetas crearían una bolladura en esa red pero que sería ínfima respecto a la de un supermasivo agujero negro, un agujero, hoyo o hueco tan grande que distorsionaría el espacio y el tiempo hasta la ruptura traspasando el horizonte conocido por el ser humano.

Ponente: Luis Garay (Universidad Complutense de Madrid). Fecha: Hoy miércoles a las 20:00 horas. Lugar: capilla del Hotel Palacio de Santa Paula (en Gran Vía, 31)

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