El arte decimonónico que nunca pasará de moda

El Museo de Bellas Artes acoge 'El Siglo XIX en la Colección de Arte Unicaja', con 67 piezas que ilustran los gustos de la época

Una de las obras que presiden la muestra en el Museo de Bellas Artes.
G. Cappa Granada

18 de marzo 2016 - 05:00

Los fondos artísticos de las fundaciones están nutriendo en los últimos meses las salas de arte de la ciudad. En el Museo de Bellas del Palacio de Carlos V, tras la colección cubista de Telefónica, llegan ahora los fondos artísticos de la Fundación Unicaja que ofrecen una mirada al arte del siglo XIX a través de 67 obras de autores como Juan Loubere, Pedro Sáenz, Serafín Martínez del Rincón, José Denis Belgrano, Guillermo Gómez Gil o Santiago Casilari Roldán. También destaca la inclusión en la muestra de los afamados barros costumbristas, figuras elaboradas en barro cocido y posteriormente policromadas, que reproducen tipos y escenas populares muy del gusto de la sociedad de la época, que se deben a manos como las de Salvador y Antonio Gutiérrez de León, José Cubero, José Vilches o Francisco Mussó. Los barros, que muestran desde coloristas banderilleros con patillas de hacha a escenas del folclore como un conjunto de bailaoras, guitarrista incluido, conviven con escenas de galanteo o lienzos inspirados en la tradición oral. Todo con un halo de romanticismo para adentrarse en uno de los grandes capítulos del arte andaluz: el decimonónico.

El Siglo XIX en la Colección de Arte Unicaja, que se inauguró ayer con la presencia de Guillermo Quero, delegado de Cultura, Turismo y Deporte, y María Dolores Cano, directora de la Obra Social de la entidad bancaria, se centra en los artistas malagueños de la época, aunque también incluye piezas singulares pertenecientes a autores de otras latitudes como Antonio María Esquivel, así como extranjeros que trabajaron en España a lo largo de este siglo como Juan Franch y Édouard Viénot.

En la muestra sobresale la figura de la mujer, que tuvo un protagonismo incondicional en todo tipo de escenas, incluidas las amorosas y lúdicas, como muestra la emblemática pieza en formato circular que preside la primera sala, Pareja del imperio; también aparecen vestidas de maja, donde la moda japonesa de trajes y tejidos exóticos caló profundamente como representación del gusto por lo oriental y el marcado espíritu romántico e idílico. También figuran en los retratos, que proliferaron en la época, entre los que aparece el de María Eugenia de Montijo, de Édouard Viénot.

Despuntan paisajes de Málaga y, dentro de la ciudad, sus rincones marítimos, con obras que documentan lugares emblemáticos como el Puerto de Málaga, de Guillermo Gómez Gil. La geografía montañesa andaluza se refleja en los Montes de San Antón, de Emilio Ocón, como referente, aunque pueden verse paisajes italianos, como el que representa la obra culmen de la exposición, Canal de Venecia, de Degrain. Las narraciones históricas de tradición local (Peña de los enamorados, de Serafín Álvarez) o la pintura histórica religiosa completan esta selección que concluye con una sección de obra gráfica del XIX.

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