Las aventuras de John Blacksad
En la actualidad, una amplia muestra de la obra del dibujante granadino Juanjo Guarnido puede degustarse en el crucero del Hospital Real, una cita obligatoria para los amantes del buen cómic
Según Cyril Connolly, la literatura ("la buena literatura", debiera entenderse) es algo que ha de ser leído al menos dos veces. O sea, sería un artefacto complejo que se reserva hallazgos para el momento de la relectura. Lo mismo cabe decir del cómic (del buen cómic, se entiende). Es aquél que te exige volver a abrirlo o te exiges volver a abrir, tanto da, y todavía guarda viñetas, escorzos, apuntes capaces de renovar nuestra sorpresa. El texto que agota sus bazas en la primera partida está condenado; el olvido, que aguarda agazapado en el primer recodo del camino, lo hará trizas. Sólo los más inteligentes e inspirados sobrevivirán a la prueba del tiempo. Pues bien, Blacksad tiene ya un puesto seguro entre ellos. No exageramos lo más mínimo si decimos que la serie firmada por Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales está llamada a convertirse en un referente del cómic en este siglo XXI.
El detective John Blacksad se dio a conocer en Un lugar entre las sombras (2001), un relato que fijaba las coordenadas geográficas e históricas de la acción: Estados Unidos -Nueva York quizás- en los años siguientes a la II Guerra Mundial, la edad de oro de la novela negra, aquéllos en que Philip Marlowe se pateaba las calles en busca de un motivo para no sentir demasiado asco de sí mismo. Hay un detalle: este mundo está habitado por una fauna antropomorfa sorprendentemente verosímil: perros que son policías, ratas que son matones, comadrejas que son periodistas, etc. Blacksad es un enorme gato negro y, en este primer álbum, investigará el homicidio de Natalia Wilford, una gatita presumida, estrella de cine de vida promiscua, que ha amanecido entre sábanas de seda y con un tiro en la frente. Actuará por cuenta propia. No hay ningún cliente, sino una retahíla de recuerdos que claman justicia. Estuvo enamorado de Natalia, fueron amantes, y esto basta y sobra para explicar por qué ha de jugarse una de las siete vidas que, dicen, tienen los gatos. La historia no carece de garra, pero el zarpazo letal lo da el arte de Juanjo Guarnido, que consigue fundir y confundir a personaje y animal en una caracterización incontestable. Qué mejor que convertir un púgil fanfarrón en un gorila. Y qué mejor que un cerdo como barman de un tugurio maloliente.
A continuación vino el que está considerado el mejor volumen de la serie (De momento, pues Díaz Canales y Guarnido han demostrado ser de quienes acostumbran a superarse a sí mismos). Arctic-Nation (2003) hurga en las tensiones raciales en un barrio de la periferia neoyorquina. A Blacksad le encargan que descubra el paradero de una niña negra secuestrada y ha de vérselas con una organización fascista claramente inspirada en el Ku Klux Klan, integrada por una serie de especies de pelaje blanco cuya cabeza visible es un enorme oso polar, Hans Karup, el fjefe de policía del lugar. El secuestro ha soliviantado asimismo los ánimos de grupos rivales, uno de ellos, a semejanza de los Panteras Negras, respalda y ceba la rabia secular de especímenes de pelaje oscuro. Los retorcimientos argumentales de Díaz Canales están bien dosificados y planteados, mientras Guarnido -en una búsqueda de la intensidad tan "obsesiva" como gratificante- consigue algunas composiciones de una fuerza fuera de lo común.
Según mi modesta opinión, Alma roja (2005) no se queda a la zaga. Quizás no sea un álbum tan "inventivo" como el anterior, pero tiene tanto o más mordiente. Díaz Canales firma un libreto certero y Guarnido vuelve a dar en la diana, sea en la "visualización" de la trama, sea en la caracterización de personajes. La historia nos lleva a los días previos a la Caza de Brujas del senador Joseph McCarthy. El aire está enrarecido y los ánimos soliviantados. La fiebre anticomunista sube los termómetros nacionales y, en ese estado de crispación, muere asesinado un miembro de los "Doce Apóstoles", una docena de reputados exponentes de izquierdas (intelectuales, actores, artistas, científicos) que acabarán en el punto de mira de los elementos más reaccionarios de la sociedad yanqui. Blacksad tendrá que desenredar una madeja en la que se entrecruzan nazis huidos de una Europa en ruinas, espías de variada calaña y una love story que no tendrá el preceptivo happy end.
Como decíamos al principio, el buen cómic es inagotable. Después de terminar uno cualquiera de estos volúmenes, inevitablemente, se vuelve a abrir, se revisa y se regresa a cierta página, cierta viñeta, en busca de nuevos detalles, nuevas sorpresas, que siempre se encuentran.
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