Un backstage con mucho oficio
Los técnicos y bailarines que cada noche rememoran el Concurso de Cante Jondo de 1922 se afanan función a función para que el montaje siempre quede perfecto en el Generalife
Ni un atisbo de nervios, aunque el tópico supone que estos irán creciendo de forma inversamente proporcional al descuento de minutos para que comience En la memoria del cante: 1922. En los pasillos del Teatro del Generalife lo único que se aprecia es mucho oficio, quizás porque el espectáculo ha llegado al ecuador de sus representaciones estivales, quizás porque en la Alhambra aterrizó ya después de haber rodado por los escenarios de media España y alguno extranjero, quizás porque casi todos los que participan en el montaje son profesionales que forman parte del Ballet Flamenco de Andalucía. En el backstage de la obra que este año llega al ciclo Lorca y Granada todo el mundo sabe perfectamente lo que tiene que hacer, se respira tranquilidad y el trato es de familiaridad absoluta.
"Me ha dicho la limpiadora que no peguéis toallitas desmaquillantes en el espejo, que no sabe eso a qué se debe pero que luego le cuesta limpiarlas". La frase la pronuncia María José Montilla, Mariche para el resto de los integrantes de la compañía, en la que trabaja como mánager de gira. Lo dice en el vestuario de caballeros a modo de regañina y con un tono de madre entre comprensiva y resignada, aunque algunos bailarines le llaman "tita". "Tita grábame con el Ipad que luego se lo enseñe a mi madre", le comenta uno echándole los brazos al cuello. "Y os lo digo a ti y a ti, que me ha dicho la limpiadora en qué tocadores eran", agrega antes de que las risas de los bailarines ahoguen lo que iba a continuar diciendo.
Su trabajo consiste en eso, en supervisar que todo vaya bien durante la gira, desde el cátering que se sirve de merienda a los hoteles en los que se alojan. Se encarga de buscarles un médico o un fisioterapeuta si tienen alguna molestia pero también supervisa que el vestuario esté correcto o que nadie llegue tarde. "Alguna vez algún chico no puede venir o directamente te ha pedido el día y hay que sustituirlo por otro, pero eso pasa muy rara vez", comenta la mánager entre los sonidos del cante y la guitarra del improvisado ensayo que se desarrolla a la vez en un rincón del camerino masculino.
En el de mujeres en cambio se escucha una música de fondo parecida a la que se pone para crear ambiente en los salones de belleza. Todas las bailarinas están muy concentradas en sus tareas de maquillaje y peinado, salvo una que está más pendiente del WhatsApp. Todas tienen larguísimas melenas que están recogidas en repeinados moños. "No podemos cortarnos el pelo", cuenta una chica mientras se peina la parte delantera con unas ondas al agua. "Es que tienen que ponerse peinas, flores…", explica Montilla, mientras toma nota de la petición de más medias para cada una de las chicas.
Respecto a los jóvenes componentes del Ballet de Flamenco de Andalucía, hay tres solistas, David Coria, Ana Morales y Hugo López, que se encuentran por los pasillos de un camerino a otro. El cuerpo de baile está compuesto por Alberto Sellés, Alejandra Gudí, Antonio López, Paula Comitre, Laura Santamaría, Eduardo Leal, Florencia O'Ryan y Carmen Yanes.
La tranquilidad del vestuario se interrumpe por un grito al otro lado de la puerta. "Falta media hora". Es la regidora, Cristina Berho, que se encarga de avisar al resto de la compañía del tiempo que les queda antes de que comience el espectáculo. En sastrería ya todo es tranquilidad porque Araceli Morales y Vanesa Cañaveral que lavan a diario el vestuario, lo planchan y lo revisan por si hay que coser algo. Ya lo tienen todo listo. A partir de ahora sólo tendrán que esperar para ayudarles a vestirse en el cambio de traje que tienen en la función. "Este vestuario, diseñado por Blanco & Belmonte, es fácil para nosotras. Tienen el mismo vestido sólo que se le añaden diferentes sobrefaldas o mangas. Ellas tan sólo se cambian para el final, cuando van vestidas como los hombres", explican con la calma que da la seguridad de tenerlo todo bajo control.
En cambio Ali Benmesoud, el jefe de sala, está ahora en hora punta de su trabajo y empieza a colocar a los primeros espectadores que llegan al patio de butacas. Él coordina al resto de azafatos, la taquilla y el vestuario. "Hasta que yo no digo que el espectáculo puede empezar, no empieza", cuenta mientras mira de reojo como se desarrollan las cosas en las entradas que dan acceso al graderío.
Otro que pasea atento a todo por el acceso principal del Generalife y por el vestuario es Mariano Sánchez Pantoja, el coordinador del programa Lorca y Granada en los Jardines del Generalife. En esta ocasión tiene que recibir a algunos invitados, pero sube igualmente todas las noches a supervisar personalmente como marcha el espectáculo, y eso que se representa de martes a sábado entre el 22 de julio y el 30 de agosto. El ciclo, que organiza la Consejería de Educación, Cultura y Deporte, se viene celebrando cada verano en el Generalife con un espectáculo de baile y cante flamenco relacionado con el universal poeta granadino. Antonio Gades, Mario Maya, José Antonio, Pepa Gamboa, Blanca Li, Cristina Hoyos, José Carlos Plaza, Eva Yerbabuena, Rubén Olmo, Fuensanta 'La Moneta' y Manuel Liñán han firmado las creaciones presentadas en pasadas ediciones. A ellos se suma ahora Rafaela Carrasco, que hace 10 años ya participó en el ciclo con el espectáculo Los caminos de Lorca. En esta ocasión lo hace con una versión específica de la coreografía: En la Memoria del Cante: 1922.
Los técnicos, en cambio, ya lo tienen todo listo y dan sólo los últimos retoques. José Manuel Carrión, jefe del Teatro Alhambra, es también el responsable de que todo marche bien en esta obra. Tanto él como sus compañeros forman parte del personal que se ha tenido que añadir para la ocasión, dadas las características del Generalife. El Ballet Flamenco de Andalucía celebró en junio una audición para seleccionar tres bailarines que completen el cuerpo de baile para las representaciones de este verano, ya que las dimensiones del espacio necesitaban aumentar la formación en algunos números. También se ha ampliado la escenografía y se ha contado con la participación singular del cantaor José Enrique Morente, hijo del desaparecido maestro.
Y en total, para que todo esté perfecto en la remozada escenografía de En la memoria del cante: 1922, trabajan desde las seis y media de la tarde hasta y algunos días hasta las cuatro de la madrugada un equipo formado por 4 técnicos de iluminación, otros tade sonido y cinco de maquinaria escénica. Todos son personal de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales a través del Teatro Alhambra, por lo que los seis técnicos habituales de la compañía no viajan en esta ocasión con ellos, aunque eso no supone ningún problema porque todas las 'incorporaciones' granadinas han congeniado con la veintena de fijos del ballet. La directora, sola en su camerino, explica que el acople con los nuevos técnicos, bailaores y José Enrique Morente ha funcionado perfectamente. "Aunque yo superviso todo en el equipo cada uno hace su parte y son muy profesionales. Ya había trabajado con ellos la otra vez que estuve aquí y todo ha ido muy bien en lo personal y en lo laboral", cuenta Carrasco mientras termina de peinarse minutos antes de que empiece el espectáculo. Ella cierra la obra pero en cada función supervisa que todo esté correcto. "Cada directo es distinto, pero todo está funcionando. El montaje es al aire libre y el tiempo se está portando muy bien con nosotros".
Y sobre el añadido estrella, la actuación de José Enrique Morente, también se muestra muy satisfecha. "La incorporación de Enrique había que integrarla muy bien, no se podía hacer de cualquier manera, y ha sido muy buena porque su voz le ha dado mucho color al espectáculo".
El montaje de Carrasco está inspirado en el Concurso de Cante de 1922 en Granada, evento que supuso la entronización formal del flamenco en la categoría de arte, más allá de la consideración arrabalera y menor que tenía hasta entonces entre las clases influyentes. El espectáculo rememora, a través del baile, a grandes cantaores de la historia del flamenco y, a la vez, ensalza la labor de las grandes personalidades del arte y la cultura que promovieron aquella cita, como Manuel de Falla, Ignacio de Zuloaga y un joven Federico García Lorca. A lo largo de una hora y cuarto de espectáculo se homenajea a los artistas que marcaron aquel momento crucial para el flamenco, recuperando cantes y piezas de las que fue testigo la Plaza de los Aljibes. Entre otros momentos estelares, Morente desgrana algunos poemas de Lorca a modo de romance y a capela.
Después de esa hora y cuarto de espectáculo, Alí Benmesoud empieza a supervisar el desalojo del graderío y los técnicos se afanan en desmontar todo el material delicado que puede sufrir algún daño. "Es un montaje complejo porque hay maquinaria delicada ya que lo audiovisual tiene mucho peso. Todas las noches necesita un ajuste", cuenta el técnico mientras se dedica a las labores propias de su oficio, que como otros muchos profesionales que nunca salen a escena pero contribuyen a que todo en ella esté perfecto, considera que "no es una profesión, es una pasión".
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