Las bulerías de Peter Gabriel
El líder de Genesis pidió a Mario Maya que le enseñara "un ritmo flamenco" y él convirtió La Carbonería en una fiesta
Peter Gabriel no pudo tener un mejor maestro para aprender las primeras nociones de flamenco. Fue una noche de septiembre de 1989 en una taberna sevillana, La Carbonería. El cantante británico había acudido a la capital andaluza para participar en un proyecto televisivo que nunca llegaría a ver la luz: Magic Flamenco. Iba a ser un programa de televisión presentado por el ex líder de Genesis destinado a difundir el cante jondo y atraer a ese mundo a un público ajeno a él.
Durante su estancia en Sevilla, Gabriel acudió a cenar a un restaurante vegetariano y luego quiso tomarse unas copas por los bares más típicos de la ciudad. Así fue como terminó en La Carbonería, uno de los locales con más solera por aquella época. Ninguno de los parroquianos lo había reconocido porque llevaba gafas de sol… de noche. Gabriel y un par de acompañantes se sentaron en una mesa y, al instante, uno de ellos reparó que en la mesa de al lado estaba Mario Maya con unos amigos. Cuando a Gabriel le informaron de quién se trataba ("el mejor bailaor de España", le dijeron), él mismo se levantó y se presentó al coreógrafo. Hablaron un poco en inglés y Peter Gabriel, de sopetón, le dijo a Maya: "Enséñame un ritmo flamenco".
Mario Maya se puso serio, se sentó a la mesa y, con los nudillos, comenzó a golpearla a compás. "Un, dos… Un, dos, tres… Cuatro, cinco, seis…". Así estuvo un rato. "Esto es un compás por bulerías", le explicó sin dejar de golpear la mesa. Peter Gabriel le seguía el ritmo. Maya golpeaba cada vez más fuerte la mesa y, pronto, los que estaban a su alrededor empezaron a imitarlo. Así, hasta que todo el bar se convirtió en una fiesta. De pronto, un cantaor que también estaba allí, El Cabrerillo, se animó y se echó a cantar. Gabriel no se lo podía creer. Sentía que acababan de aceptarlo en la tribu del flamenco. Se quitó sus gafas de sol y se entregó a la fiesta. Fue así como unas turistas norteamericanas lo reconocieron y comenzaron a hacerle fotos. Pronto el rumor de que aquel tipo que estaba con Mario Maya era Peter Gabriel se extendió por toda La Carbonería. Comenzaron entonces las peticiones de autógrafos y se perdió el duende. Desapareció la magia con la misma rapidez con la que había llegado. Gabriel, acosado por los fans, decidió irse a otro lugar. "Gracias, maestro", le dijo a Mario Maya dándole un abrazo. El bailaor le sonrió. Más tarde, esa misma noche, el autor de la música de La última tentación de Cristo confesaría que aquella había sido una velada inolvidable. "Ahora que conozco a Mario Maya", dijo, "quiero conocer a Paco de Lucía, Camarón y Enrique Morente". El ritmo del bailaor debe seguir rondando por su cabeza.
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