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Una caminata por el siglo XVI

  • El profesor de la UGR José Manuel Gómez-Moreno muestra los edificios más representativos del siglo XVI en Granada y cómo la política intervino en su configuración

¿Cuántos edificios de Granada construidos en el siglo XXI podrían aguantar cinco siglos con dignidad? Es la pregunta que surge durante la visita por la Granada del siglo XVI guiada por el catedrático de la UGR José Manuel Gómez-Moreno Calera. Cerca de cincuenta personas se citan a las 10:30 de la mañana en Plaza Nueva y se arremolinan en torno a las palabras del profesor del departamento de Historia del Arte.

El paseo comienza en Plaza Nueva, donde hace 500 años se situaba al fondo un pilar enorme -que queda reflejado en los grabados de la época-. Detrás quedaban la Plaza de Santa Ana y la Iglesia de Santa Ana, donde ahora está el Pilar del Toro. La zona baja de Plaza Nueva estaba ocupada por un bloque de casas y la Iglesia de San Gil, "que evidenciaba la intensidad con la que se fundaban parroquias en Granada a comienzos de siglo". El recorrido llega a la Casa de los Pisa, de las primeras del siglo XVI, que refleja el concepto que se tenía de vivienda cristiana. Después de pasar por el estrecho callejón de los Migueletes se sube a la Casa de Porras, "otro ejemplo de vivienda con fachada renacentista al modo tradicional cristiano y el interior con un patio con galerías y el pilar característico de todos los patios tradicionales de Granada, que servía para el abastecimiento de agua en una época en la que obviamente no había grifos ni cuartos de baño", señala Gómez-Moreno.

De ahí se baja al Convento de Santa Inés y la Casa de Agreda, que era de un regidor de Granada. Aquí es donde comienzan a asentarse los nuevos colonos de la ciudad, sobre todo los nobles, que habían llegado escalonadamente según su importancia: primero la nobleza de armas, después la de toga y por lo último la nobleza económica. La Casa de Agreda, con una fachada de estilo herreriano, tiene una portada realizada con la piedra almendrilla de la zona del Castillo de Tajarja, que es la misma que se utilizó para las columnas del Palacio e Carlos V, una piedra que contiene otros minerales y piedras que dan un efecto curioso. "Pero técnicamente son muy duras y muy difíciles de moldear, hay que meterlas en unas torvas que van girando para erosionar la piedra", explica el historiador.

De ahí se pasa por otro callejón hasta el Convento de la Concepción y a uno de los patios del antiguo Convento de Santa Inés, que fue sede de la Fundación Albaicín y que ahora acoge una escuela-taller. Este edificio cuenta con un patio diáfano "muy interesante" con cuatro capiteles nazarís en las esquinas y unas columnas de mármol de Macael "muy esbeltas". El Maristán, que fue Casa de la Moneda, es el edificio que precede a la Casa de Zafra, un ejemplo de casa nazarí que luego influye en las casas moriscas. Fue restaurada por la Fundación del Aga Khan y ahora, tras una nueva reforma para solucionar los problemas de humedades, vuelve a estar abierta al público. De ahí a San Juan, donde los Reyes Católicas celebraron la primera misa tras la conquista de Granada. "Aquí es curioso cómo el alminar se ha conservado para aprovecharlo como torre de la iglesia, algo que también se ha hecho en otros lugares".

De ahí a la Casa del Horno del Oro, en una bocacalle que desemboca en el Paseo de los Tristes. Según Gómez-Moreno, "es una edificación especialmente interesante porque es de las primeras casa moriscas que se construyen en Granada con un patio con alberca, un frontal con dos arcos de tradición nazarí y las galerías superiores con zapatas, muy características de la Granada de la época".

Ya en la Carrera del Darro aparece la Casa de Castril, una zona que en el siglo XVI se convierte en una calle señorial donde aparecen numerosos palacios de los repobladores. "Las calles de la Granada musulmana eran muy intrincadas, muy tortuosas, y una de las primeras políticas de los Reyes Católicas fue derribar pasadizos, salidizos y balcones, elementos que perturbaban el tránsito y el paso de los soldados y vigilantes de la ciudad recientemente conquistada", explica el profesor ante un auditorio que no pierde las ganas de aprender pese a las horas de caminata.

Hasta que se abrió la Gran Vía y la calle Reyes Católicos, cuando se cubrió el Darro, la calle Elvira era la arteria principal de Granada, junto con el Zacatín, las calles que articulaban el acceso a la ciudad desde la Vega o pueblos como Loja o Santa Fe. La calle Elvira, que en la actualidad sigue teniendo muchos recovecos y se va doblando y curvando, originalmente era mucha más estrecha. El Zacatín sí es una calle recta porque era una calle de mercado, la zona de los ropavejeros, "porque en la Granada musulmana era muy habitual comprar ropa de segunda mano, que aquí no tiene tanto mercado aunque en los países anglosajones es muy habitual".

Corría un dicho por la ciudad que hace un retrato perfecto de cómo era Reyes Católicos: "Eres más feo que el revés del Zacatín". Según Gómez-Moreno, "todas las fachadas viejas y todas las inmundicias se echaban en el río Darro", que por entonces discurría por la calle en la que ahora se levanta el Ayuntamiento. Pero no hay que remontarse tantos años para comprobar que el Darro era el basurero del ciudad...

En otra plaza de la zona, Bib-Rambla, se hacían corridas de toros y los Reyes Católicos lanzaron un decreto convirtiendo esta zona en el epicentro de fiestas de la ciudad. "En las descripciones de las fiestas barrocas del siglo XVII se menciona que en Bib-Rambla se construían castillos con torres y con cañones. Acostumbrados ahora a las fiestas de sonido y luces hay que saber lo complejas que eran las fiestas hace siglos con motivo, por ejemplo, de la coronación de un rey o la santificación de un santo, cuando tocaban las campanas de toda la ciudad, se disparaban cohetes desde lo alto de las torres, se ponían luminarias por las noches...".

Los Reyes Católicos querían una ciudad menos musulmanas. Pero no fue una reforma urbana, "fueron modificaciones para organizar algunos espacios para que pareciera una nueva ciudad cristiana". No cambiaron la ciudad, pero los pobladores buscaron un entorno que se acomodara más a la estética de los lugares de los que provenían, aunque en algunos casos "venían de sitios donde la arquitectura mudéjar estaba consolidada, por lo que no les extrañaba una estructura urbana de este tipo".

Pero, si no había grandes espacios públicos, ¿significa que nuestra cultura de calle no viene de los musulmanes? "Está todo muy enredado", responde el profesor. "Ellos no tenían grandes plazas, pero se reunían en las terrazas, en los anchurones... La plaza más larga del Albaicín estaba al lado del Arco de las Pesas y es mucho más pequeña que la actual Plaza Larga. Eso era el gran espacio común del Albaicín".

Y aunque parece lo más normal del mundo visitar palacios y casas de hace cinco siglos, lo cierto es que no son muchas las ciudades que tienen su pasado tan a mano. "La suerte es que Granada pasó de ser ciudad musulmana a ciudad cristiana con un barrio muy vivo, con un contraste de una ciudad muy rica y otra tabajadora", señala el guía ocasional. "Los palacios, con el paso del tiempo, pasaron a ser casa de vecinos y por eso se mantienen. Igual que los aljibes, no hay ciudad en el mundo con tantos porque el Albaicín pasó a ser un barrio obrero, de clase trabajadora, y conservaron en uso los aljibes, lo que ha permitido su conservación".

Por contra, en Sevilla o Córdoba, hay que doblar el espinazo para ver casas medievales islámicas, porque la gran mayoría son restos arqueológicos. Pero en Granada se pueden comtemplar erguido, cara a cara, como si fuera un habitante del siglo XVI.

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