El Centro de Arte Rey Chico celebra 25 aniversario con un toque femenino

Esta edición del Curso de Dirección y dramaturgia escénica está protagonizado por mujeres

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La docente junto a las alumnas participantes en el curso impartido en el Centro de Arte Rey Chico en Granada.
La docente junto a las alumnas participantes en el curso impartido en el Centro de Arte Rey Chico en Granada. / Antonio L. Juárez/ GPMedia
Daria Zelenska

Granada, 14 de junio 2025 - 13:59

Este año el curso Dirección y dramaturgia escénica impartido en el Centro Municipal de Arte Joven Rey Chico celebra su 25 aniversario. En junio, las graduadas serán seis mujeres, futuras directoras del teatro. Inicialmente se matricularon 15 alumnos en el curso, pero solo seis han llegado hasta el final. La promoción resultó ser completamente femenina, algo que no estaba previsto desde el inicio. El resultado ha sido diverso: los estudiantes abordaron distintas temáticas desde múltiples perspectivas, utilizando variados recursos del lenguaje escénico. Todas las obras fueron de creación propia, con textos escritos por las alumnas.

Una nueva etapa

Una de las graduadas es la costarriqueña Sylvia Sossa, vive en España desde hace dos años. Empezó como actriz, luego tuvo la compañía de teatro independiente en Costa Rica y se dedia al teatro profesionalmente desde hace 25 años. En su país natal ya había codirigido varias obras. Comenzó su camino en El Rey Chico como actriz colaboradora, pero luego decidió ampliar su formación. Su proyecto final es una obra titulada Queso de cerdo. No se trata de un texto previo, sino de una creación propia desarrollada a partir de distintos recursos, incluyendo entrevistas a mujeres de Granada y Costa Rica.

”Me di cuenta de que estaba entrando en una etapa nueva de mi vida y que tenía muy poca información sobre los cambios que iba a experimentar mi cuerpo con la menopausia. Empecé a preguntarme si habría otras mujeres en la misma situación. Sentí la necesidad de visibilizarlo y ponerlo en valor”, cuenta.

Para Sossa, era fundamental tener como referencia tanto su lugar de origen como el lugar donde se encuentra ahora. A partir de entrevistas, construyó la base del proyecto, al que luego sumó a varias actrices. Juntas investigan lo que significa ser mujer y envejecer en una sociedad que a menudo vuelve invisibles a las mujeres mayores. ”Cuando termina la edad fértil, hay la sensación de que ya no puedes ser madre, ni estás demasiado guapa, desapareces, y te vuelves invisible”, dice.

Ella prefiere pensar lo contrario: que esta etapa representa una oportunidad para reinventarse y encontrarse desde otros lugares, más allá de etiquetas como “madre”, “guapa” o “productiva”. Añade que el ejemplo de otras mujeres y el legado del feminismo les ha permitido hablar de temas profundamente femeninos, validarlos y darles valor, incluso desde el humor, pero siempre reivindicando la importancia y la presencia de la mujer como mitad de la sociedad.

Durante el proceso de creación, el material recopilado se fue enriqueciendo con las experiencias personales de sus familiares y las actrices, lo que dio como resultado una obra profundamente íntima. Según Sossa, es fundamental que existan círculos de mujeres, espacios donde poder encontrarse con otras que están atravesando —o ya han atravesado— distintas etapas de la vida, y que pueden aportar desde su vivencia.

Sossa subraya que la necesidad de crear espacios de encuentro entre mujeres existe en distintas latitudes, y que estas dinámicas se practican tanto en España como en Costa Rica. A partir de conversaciones con amigas de otros países latinoamericanos, constató que no es solo una cuestión de geografía, sino de acceso al bienestar social y a la educación. Las mujeres con menos recursos, señala, tienen también menos acceso a la información sobre su propio cuerpo y salud, lo que las coloca en una posición de mayor vulnerabilidad.

Asimismo, lamenta que, aunque las mujeres constituyen la mitad de la población, la investigación médica y los tratamientos específicos para ellas siguen siendo escasos. Destaca que, gracias al avance de médicas e investigadoras, hoy se empieza a cuestionar la falta de inversión en comprender cómo funcionan el cuerpo, las hormonas y el cerebro femenino.

“Siento un poco la responsabilidad de hablar de eso desde el humor y, sí, también con un poco de drama“, dice. Sossa plantea llevar la obra más allá del entorno escolar, proyectándola como un producto cultural con enfoque educativo. Su objetivo es presentarla en centros culturales y comunidades, especialmente en España, y, si es posible, también en Costa Rica.

Deseos, cuerpos y decisiones

Dos jóvenes granadinas, Rocío Tallón y Alicia G. Quirantes, con trayectorias complementarias, se conocieron durante un curso de dirección escénica y desde entonces han iniciado un camino conjunto en la creación teatral. Tallón proviene del mundo de la interpretación, mientras que Quirantes aporta una mirada plástica desde la escenografía. Su primera colaboración fue el año pasado, cuando estrenaron una obra en el Teatro Alhambra dentro del marco del curso. La experiencia fue tan enriquecedora que decidieron continuar trabajando juntas.

Este año han dado un paso más: crear una obra original desde cero, encargándose no solo de la dirección, sino también del texto, la dramaturgia y la estética del montaje. Para ambas, el proceso creativo en todas sus etapas se ha convertido en el verdadero motor del proyecto. Ellas destacan que trabajar en dúo ha sido una experiencia enriquecedora gracias a la confianza mutua y la admiración profesional. Aseguran que han logrado una verdadera fusión creativa, donde las decisiones se toman juntas y el proceso es compartido en todo momento.

Comenzaron su proyecto explorando el deseo sexual y maternal, así como su ausencia —incluso la falta de deseo amoroso— a partir de la memoria corporal femenina. Durante tres meses trabajaron de forma cercana con tres intérpretes, desarrollando una investigación física e intuitiva, acompañada de reflexiones escritas. El texto dramático nació de este proceso colectivo, enfocado en cómo el cuerpo revela emociones y experiencias que trascienden las palabras.

“Lo que vivimos como individual, en realidad forma parte de un sistema que compartimos muchas personas; por eso, aunque la obra cuente cosas muy concretas, cualquiera puede sentirse identificado“, comenta Rocío.

Aunque ninguna de las creadoras ha sido madre, el deseo de maternidad se convirtió en un eje central de su investigación escénica. Desde una mirada respetuosa y curiosa, abordaron no tanto la experiencia de ser madre, sino el anhelo de serlo, cuestionando su origen y el modo en que este puede estar condicionado por la cultura patriarcal. La obra, concebida como una exploración íntima, plantea preguntas sobre cómo serían las decisiones y vivencias en un contexto social distinto.

Quirantes señala que, si bien la propuesta nace de experiencias personales y del hecho de ser un grupo compuesto solo por mujeres, el tema trasciende lo individual. Explica que muchas veces, como mujeres, se ven confrontadas con la duda de si sus deseos —relacionados con la maternidad, la sexualidad u otras decisiones vitales— son auténticamente propios o si han sido moldeados por mandatos externos.

Del miedo a la luz

Dénise Torres nació en Madrid, pero a los cuatro años se trasladó con su madre a Gójar, Granada. Desde entonces sintió una fuerte atracción por el teatro y comenzó a participar en talleres, lo que más adelante la llevó a formarse como actriz. Al finalizar sus estudios en interpretación, se enfrentó a la dificultad de encontrar empleo estable en su profesión. Deseando permanecer en el mundo teatral, el año pasado realizó un curso de vestuario en El Rey Chico. Este año académico decidió dar un paso más y formarse como directora, en busca de nuevas posibilidades dentro del ámbito escénico.

Torres descubrió que trabajar en vestuario le ofrecía muchas oportunidades, ya que hay pocas personas especializadas en esta área. Pero su verdadera pasión es actuar y dirigir. Se considera más una creadora que solo una actriz, y le interesa desarrollar sus propios proyectos. Al principio le costó combinar actuación y dirección, pero con el tiempo aprendió que el papel de la directora no es hacerlo todo, sino saber guiar al equipo para lograr lo que imagina.

Ella construyó su obra a partir de un miedo personal: el temor a la muerte. Durante el curso, se propuso transformar ese miedo en algo más sereno, como la calma o la paz. En ese proceso encontró personas que compartieron con ella visiones más luminosas sobre el final de la vida, lo que inspiró el enfoque de su trabajo. Dénise Torres se inspiró en la novela Panza de burro de la canariana Andrea Abreu, donde una inesperada muerte infantil deja un vacío profundo. Tomando esa historia como base, fusionó un 50% del texto original con un 50% de contenido propio, dando lugar a una propuesta escénica que busca sanar, transformar y resignificar el miedo desde lo más íntimo.

Su elenco está compuesto por siete actrices adultas, entre ellas dos protagonistas que interpretan a niñas de unos diez años. La decisión de no trabajar con menores fue ética: al abordar temas sensibles como la sexualidad, prefirió que los papeles fueran interpretados por personas con la madurez necesaria para comprender y manejar el contenido. Aunque su obra parte de una temática dolorosa como la muerte, quiso alejarse del tono dramático convencional. En su puesta en escena, el humor y lo absurdo rompen con la tragedia, convirtiendo la experiencia en algo más cercano a la comedia y al terror emocional.

Del teatro infantil a la búsqueda del sentido

Marta de Luna es de Barcelona, aunque tiene raíces andaluzas: sus abuelos eran de Málaga y durante un tiempo ella vivió en la Alpujarra. Desde joven le interesó el teatro, pero empezó a actuar a los 15 años, cuando pudo hacerlo por su cuenta, ya que su familia no veía con buenos ojos esa vocación. Con el tiempo se formó como actriz en la escuela Nancy Tuñón de Barcelona, mientras compaginaba sus estudios con talleres y pequeños proyectos.

Más adelante se trasladó a Uruguay, donde vivió con su marido de Argentina y sus hijo. Allí también mantuvo su vínculo con el teatro: montó grupos, trabajó con niños y adultos, hizo teatro comunitario y de calle, y se formó como docente. Aunque su formación era como actriz, se dio cuenta de que muchas veces terminaba dirigiendo los procesos. Por eso, al volver a España decidió estudiar dirección de manera formal, para completar con herramientas teóricas lo que ya llevaba años haciendo de forma práctica.

Marta aborda El pájaro azul de Maurice Maeterlinck. Tras años trabajando con niños y observando la diferencia entre su vitalidad y el desencanto del mundo adulto, ella decidió adaptar esta historia a una versión para adultos. En su propuesta, los niños protagonistas son sustituidos por una pareja adulta que recorre el mismo viaje fantástico en busca del “pájaro azul”, símbolo de felicidad y sentido. En la obra actúan once personas.

En esta puesta en escena, que mezcla realismo y fantasía, se abordan temas como la motivación vital, la búsqueda personal dentro del vínculo de pareja y la tensión entre responsabilidades y deseos. Aunque Marta no actúa en esta ocasión, ha volcado toda su energía creativa en la dirección, eligiendo conscientemente mantenerse fuera del escenario para profundizar en el aprendizaje.

En sus planes próximos, le gustaría continuar investigando, especialmente trabajando con niños, ya que le ayudan a mantener el contacto con la ilusión, las ganas y el juego, elementos que considera imprescindibles. Su objetivo es seguir dirigiendo y actuando, más allá de dar clases o talleres.

Una mirada transformada por la maternidad

La húngara Anna Sovák comenzó su carrera como actriz juvenil y estudió en una escuela de arte cerca de Budapest. A lo largo de su trayectoria, ha vivido una constante lucha interna: por un lado, su vocación artística; por otro, el deseo de cumplir con las expectativas más tradicionales de su entorno familiar.

“Hija de una familia que trabajaba con caballos y animales, siempre buscó algo más práctico”, cuenta. Aunque el arte parecía llamarla constantemente —y las oportunidades como actriz llegaban—, durante mucho tiempo dudó de sí misma y de su derecho a dedicarse plenamente a la interpretación. "Actuaba, pero con la idea de que pronto haría otra cosa", explica.

Fue con el paso de los años, y gracias al estímulo de sus propios hijos, que comenzó a aceptar más profundamente su vocación. La actriz comparte que para ella fue una suerte ser mujer y poder ser madre, ya que le dio una nueva perspectiva de vida.

Anna Sovák prepara una puesta en escena basada en Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, obra que la marcó profundamente desde que la leyó por primera vez hace más de 20 años. A los 19 dirigió una versión con un grupo en Hungría, pero abandonó el proyecto al iniciar un nuevo rumbo de vida. Anna trabaja con su asistente de dirección y un dramaturgo jóven de Guadix, Alan Fornieles Verdugo.

"Hoy vuelve al texto con una mirada distinta. Si antes se identificaba con Santiago Nasar, ahora lo hace con la madre. La maternidad transformó su visión del mundo y su forma de dirigir. Ahora veo a todos como niños. No me rindo, porque ser madre ya me enseñó lo que significa seguir adelante”, dice. Lo que más le conmueve de la historia de la obra es el momento mental en que una persona podría actuar, dar un paso, cambiar algo... y no lo hace. “¿Es impotencia o destino?”, se pregunta.

Tras años trabajando con grupos pequeños, Sovák celebra ahora el aprendizaje de liderar un equipo de más de 25 personas entre actores y técnicos en esta experiencia internacional. Añade que ya está dando clases y que le entusiasma la idea de viajar para conocer otros teatros del mundo. “Quiero seguir como actriz y como directora. Las dos cosas al mismo tiempo”.

Creación sin rivalidad

A diferencia de lo que muchas veces ocurre en el ámbito teatral, el proceso vivido en la escuela fue profundamente colaborativo. A lo largo del año, las chicas no sintieron celos, competencia ni rivalidad entre las compañeras. Al contrario, explicó que el ambiente fue de constante apoyo mutuo: se compartían preguntas, se pedía consejo, se consultaban decisiones como quién debía diseñar el vestuario o cómo resolver ciertas escenas.

Según Sylvia Sossa, tanto las compañeras como los compañeros del curso estuvieron siempre dispuestos a escuchar y acompañar, incluso los estudiantes de segundo año. Las alumnas han valorado especialmente esta dinámica horizontal y abierta, que le permitió trabajar en confianza y sentirse parte de una comunidad creativa real.

Sobre el curso

La primera temporada del curso académico Dirección y dramaturgia escénica tuvo lugar en el año académico 1999/2000. El programa empieza en octubre y dura hasta junio y se divide en tres fases. La primera fase tiene lugar de octubre a diciembre, cuando los alumnos aprenden los conceptos fundamentales de la puesta en escena y tienen las prácticas escénicas con actores.

De enero a abril, los alumnos desarrollan y presentan proyectos, además de recibir formación profesional en iluminación, sonido, maquinaria y escenografía. La tercera y última se lleva a cabo de mayo a junio. En esta fase los alumnos tienen sus ensayos finales con el estreno en las escenas del Teatro Alhambra y El Rey Chico.

Al finalizar el curso, los alumnos pueden desarrollar sus propios proyectos teatrales, así como participar en producciones escénicas como directoras, asistentes de dirección o integrantes de equipos artísticos. Además crear sus propias compañías y trabajar con las telenovelas contemporáneas y los performances. En esta etapa incorpora el resto de alumnado del centro (desde la parte técnica, de vestuario, sonido, iluminación).

“Realizamos una formación completamente práctica mediante una simulación lo más real posible, que se convierte en una verdadera producción. El montaje culmina con la presencia del público, ya que la escena cobra sentido solo cuando hay espectadores”, comenta coordinadora del Centro, Magdalena Úbeda.

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