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Los colores de Chopin

  • La sala Apperley del Hotel Corona muestra los paraísos oníricos que el oído de Clara Jiménez capta de 0las disonancias, ritmos y notas de la música del célebre compositor: universos donde habitan los sonidosl La exposición se podrá visitar en horario de 17.00 a 21.00 horas, de lunes a domingo.

Si Frédéric Chopin fuera un color, "sería el gris". Con el piano inventó una forma de tocar a la nostalgia y la soledad de su universo inabarcable. Clara Jiménez Lorca se adentra en su mundo y rescata los colores y las formas en un diálogo tan personal como magnífico. Recordando a Chopin muestra en la sala Apperley del Hotel Corona una serie de imágenes abstractas donde se observan las distribuciones rítmicas, los cromatismos, las diferentes tonalidades y las disonancias de la música del célebre compositor.

La artista posee un oído privilegiado para los genios clásicos. Estudió piano en el conservatorio y Chopin fue, junto a otros como Debussy o Falla, su autor preferido. "La música siempre me ha transmitido una serie de imágenes. Le atribuyo colores y ritmos. Cada canción es un paraíso diferente".

Los sonidos habitan en sus cuadros misteriosamente y descienden o se elevan en goteos interminables. "En mi cabeza la música está encuadrada en un espacio concreto imaginario y dentro de ese espacio hay un ritmo descendente que yo veo como un chorro o gotitas que podrían asociarse a las notas".

Todo pertenece a su propia memoria, "si miras una partitura no tiene por qué asemejarse a la obra". Sin embargo, en los paisajes oníricos que propone "las corcheas descienden y los ritmos bailan", las melodías llenan de luz y colores "los recovecos de un mundo interno que intento mostrar mediante mi pintura".

De Chopin se queda con ese espíritu solitario y melancólico que le sugiere en conjunto la tonalidad grisácea. Sin embargo, "cada obra es diferente y también se muestra explosivo y vital". Ella lo demuestra en algunas de las obras que dedica a los 24 Estudios del pianista y sobre los que sigue investigando para captar su esencia.

"Su serie de Estudios siempre me han trasmitido imágenes abstractas, y en este conjunto en concreto predominan los verdes pardos y los azules oscuros. El Estudio 23 sería verde oscuro por su tristeza y nostalgia. El Estudio 4 posee toda la gama de rojos porque es muy vivo y potente".

Clara Jiménez intenta aunar pintura y música. Estudiante de último año de Bellas Artes, libera las sensaciones que un piano le trasmite. "Cada vez encuentro más asociaciones entre las dos porque la pintura me ayuda a comprender la música y al contrario". Se refiere, por ejemplo, a la manera de estructurar los acompañamientos y la melodía principal: "En la pintura tendría su correspondencia con los colores de fondo y el motivo principal del cuadro", por eso, dice, "cada vez me apoyo más para mis abstracciones pictóricas en esa relación".

Junto a los Estudios de Chopin, la sala Apperley muestra una obra dedicada a Debussy, otro de los grandes compositores admirados por la artista, y a Falla. En Preludio a la siesta de un fauno Clara Jiménez ve un mundo celeste con formas suaves que se entremezclan, propias del impresionismo. "Debussy tiene colores pasteles: celestes y violetas".

Del gaditano Manuel de Falla ha escogido Pantomima, un fragmento de El amor brujo, y que es una pintura que suena a colores cálidos con rojos y carmines y estructuras muy marcadas y fuertes.

Para pintar, la artista no necesita escuchar la música. "Es más el recuerdo que tengo de los colores que le atribuyo a cada melodía que el momento de inspiración mientras la escucho".

Ahora Clara Jiménez seguirá investigando sobre los tres compositores o descubrirá a nuevos como Albéniz o Granados. No tiene ningun tema preferido pero se llevaría a cualquier parte del mundo los Nocturnos de Chopin que tendrían colores muy parecidos a la serie de Estudios pero formas más pausadas.

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