Los conventos rompen su silencio

'EntreRíos. Revista de Artes y Letras', dedica un número monográfico a los cenobios de la ciudad con aportaciones literarias de poetas como Pablo García Baena

belleza.                Interior del convento de San Antón.
belleza. Interior del convento de San Antón.
G. Cappa Granada

15 de enero 2015 - 05:00

El anterior número de la revista EntreRíos fue lo único tangible que dejó la candidatura interruptus de la Alpujarra a Patrimonio de la Humanidad; la revista dirigida por Mariluz Escribano regresa ahora con un número monográfico dedicado a los conventos de Granada y provincia, un estudio sobre unos espacios hundidos en las brumas del misterio a los que han accedido la extensa nómina de colaboradores. Ora et labora. Conventos granadinos, que fue presentada ayer en el Palacio de los Condes con cerca de medio año de retraso por distintos problemas editoriales, nace como una referencia para quien quiera adentrarse en el paraíso cerrado de los cenobios.

Y además de una ventana a los tesoros ocultos de estos espacios, la publicación se acompaña de relatos y poesías de inspiración monacal con firmas como la de Pablo García Baena o Antonio Colinas, fotografías inéditas de piezas desconocidas o una serie de ilustraciones de Maripi Morales que hacen relación a las festividades religiosas de la ciudad. Para Mariluz Escribano, "es un número extraordinario de cerca de 300 páginas donde hemos recorrido no sólo los conventos de Granada, también algunos de la provincia como los de Ugíjar o Loja", señala sobre un trabajo en el que colaboran críticos y expertos "de primera fila". "Es un número tan completo que pasarán cien años para que se haga otra obra como esta, eso si siguen los conventos por entonces", continúa Escribano, que confiesa que ha sido la primera sorprendida por la gran cantidad de cenobios que atesora la ciudad. "Es algo que quizás la gente no sabe porque siempre han sido espacios crípticos, escondidos y desconocidos, no sabíamos hasta ahora todos los tesoros que guardan estas monjitas, de las que quedan muy pocas".

Respecto a la posibilidad de poner en pie una ruta por estos espacios, Escribano se muestra escéptica, pese a afirmar que sería un recorrido "muy interesante". "Pero suelen poner muy difícil el acceso, para la revista han accedido porque los colaboradores son personas muy cualificadas en las que las monjas confían para mostrar todos los tesoros que guardan", explica.

En resumen, EntreRíos regresa para desvelar al lector un patrimonio desconocido. Según la directora, se trata de una revista que, en Granada, no tiene tanto eco como fuera. "La mandamos a los Institutos Cervantes de todo el mundo, a las grandes universidades, es una publicación muy valorada, cosa que suele ser muy habitual en otros campos, y la literatura no iba a ser una excepción", señala con resignación.

Según explica María Julieta Vega en su artículo sobre los monasterios de Santa Paula y San Jerónimo, la mayoría de los conventos de la ciudad aparecieron durante el siglo XVI. Llegó a haber dieciocho centros de clausura y el de Santa Paula, el noveno que se fundó en Granada, pertenecía a la orden jerónima. Tras diversas peripecias, el 2 de septiembre de 1543 se celebraron las ceremonias de consagración en el edificio situado en la calle San Jerónimo y que originalmente, "ocupaba una extensión mucho mayor a la que hoy utiliza el Hotel Santa Paula", explica la profesora de la UGR y directora de la Schola Gregoriana Iliberis. Pero llegó el siglo XX y los proyectos para abrir la Gran Vía, lo que significó que se expropiaron para este fin más de 20.000 metros cuadrados del monasterio, que recibió a cambio la edificación de veinte celdas presupuestadas en 42.000 pesetas. Finalmente, el 1 de junio de 1977, la comunidad abandonó definitivamente el monasterio de Santa Paula, trasladándose con todos sus bienes a San Jerónimo, incluidos los restos de su fundador.

Precisamente este monasterio se inauguró el 7 de octubre de 1521 después de que la orden jerónima comenzara su andadura en Santa Fe, para trasladarse a continuación a lo que hoy es el Hospital San Juan de Dios, de donde salieron a su ubicación definitiva tras una epidemia de peste.

Rafael López y Guadalupe Romero, de la UGR, firman el artículo sobre El convento de San Antón y el mecenazgo indiano. Como curiosidad, este monasterio se llamó Liceo Real José I durante la ocupación francesa a principios del siglo XIX. Más adelante, con las leyes desamortizadoras de Mendizábal, la comunidad de frailes franciscanos sería expulsada hasta que en 1836 entraron por sus puertas monjas capuchinas, comunidad que sigue a día de hoy habitando sus paredes. En su investigación, los autores recuperan la figura de don Luis Pérez Navarro, que llegó a ser canónigo de la catedral de Quito. A su regreso se instaló en Granada y, con el dinero que se trajo consigo de América compró la Capilla de Nuestra Señora de la Inmaculada, en el convento de San Antonio Abad. La transacción, realizada en la década de los treinta del siglo XVIII, contaba con una donación adicional de 100 ducados de vellón "para los misas cantadas que de manera anual y perpetua se debían decir en su memoria en el espacio de la capilla". También quiso ser enterrado allí, aunque de momento no hay constancia de que sus restos mortales descansen en el lugar que el indiano eligió en un episodio que retrata la relación de Granada con el Nuevo Mundo a nivel conventual.

Jesús Ángel Sánchez (Complutense de Madrid) y Salvador Mateo Arias (UGR) escriben Intra clausum: El patrimonio artístico de las Comendadoras de Santiago en Granada. La rama femenina de la poderosa orden se instaló en el populoso barrio del Realejo. En la actualidad, sigue habitado por una comunidad de religiosas dedicadas a la oración diaria, "pero que también atienden una hospedería con restaurante, elaboran deliciosos dulces y bordan suntuosos tejidos, entre otras tareas". Fundado el 23 de junio de 1501, y tras diversas transformaciones en los siglos posteriores, las monjas aún atesoran un buen número de bienes muebles de cierto valor histórico y artístico: 120 pinturas, 70 esculturas y más de 20 piezas de platería, a lo que hay que sumar los retablos que adornan la iglesia, muebles antiguos y otros objetos de valor.

Jesús Ángel Sánchez y Salvador Mateo centran su mirada también en el convento de Zafra, en la Carrera del Darro. Sus inicios se remontan a 1520 y fue "una pieza clave para el proceso de cristianización y conversión en una urbe hasta entonces eminentemente islámica". Testigo mudo de la historia, los autores resaltan que se trata de un núcleo importante desde el punto de vista artístico, donde los autores de la Escuela Granadina, de Bocanegra a Mora, integran su patrimonio. De especial interés para la historia del arte es el convento del Ángel, un espacio ligado íntimamente a Alonso Cano, que encontró aquí su paraíso artístico ya que era la primera vez que le ofrecieron la oportunidad de erigir un todo de la nada, "de idear un espacio, concebir su decoración, su programa iconográfico e, incluso, dar trazas para sus principales retablos", según explica José Carlos Madero. Por su parte, María Luisa García Valverde destaca el increíble patrimonio bibliográfico del convento de San José de Carmelitas Descalzas, en cuya fundación y diseño del organigrama participaron activamente San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, a finales del siglo XVI. El convento de La Encarnación, el de Santa Cruz de la Orden de Santo Domingo, el de Agustinas Recoletas, Santa Isabel la Real o La Piedad son otros conventos que rompen su silencio con la revista EntreRíos.

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