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Una conversación de 'tú a tú' con Juan Vida

  • La Diputación publica un libro sobre el pintor escrito por María Ángeles Vico donde se disecciona la trayectoria artística y vital del granadino al milímetro

La autora del ilustrativo texto, María Ángeles Vico Rodríguez, posa junto a Juan Vida en la presentación del libro.

La autora del ilustrativo texto, María Ángeles Vico Rodríguez, posa junto a Juan Vida en la presentación del libro. / carlos gil

Juan Vida (Granada, 1955) lució en su día pantalones de campana, melena ochentera y una espesa barba. Uno lo puede comprobar si lee el libro Juan Vida. La experiencia atrapada, donde aparece en una fotografía de esa guisa mientras coloca una pancarta de la Agrupación de Arte y Cultura Antonio Gramsci en el año 1977. Hijo de la Transición, el artista decidió dedicarse a la pintura en un momento de efervescencia cultural -los 80-, pero en una ciudad que padecía una gran sequía artística -y donde la cultura era abrazada en tertulias y garitos de rock-. Sin embargo, eso no le impidió amasar una fértil y, por lo pronto, inagotable carrera. El volumen publicado por la Diputación, muestra, en palabras de Vida, a "un creador hablando de forma absolutamente honesta sobre su vida y obra". "Es muy difícil que alguien que tiene un oficio artesanal, que se hace digamos en una cueva hermética, cuente algunos secretos. En él hablo de miedos, fantasmas, orgullos del oficio... De las cosas que escondes porque crees que no están hechas", se sincera.

El origen del libro se remonta a una tesis doctoral "hecha desde el corazón" por María Ángeles Vico Rodríguez, titulada Juan Vida. Del realismo social al realismo simbólico (1968-2011), donde se disecciona de forma puntillosa y cercana la trayectoria vital y artística del granadino -que no entienden la una sin la otra-. "Estuve tres años haciéndola. Juan me iba dando cajas con documentación y también pasé mucho tiempo metida en la biblioteca, mirando recortes de prensa", explica la autora. Después de la lectura de la tesis, la investigadora decidió publicar parte de ella. Lejos de ser una publicación de índole académica, el volumen se presenta ante el lector como "una conversación de tú a tú", "muy íntima", con el pintor granadino. Vico recalca además que a ellos dos no sólo les une este trabajo, sino una amistad desde hace décadas. "He estado presente en momentos personales muy importantes para él como la llegada de Julia, su hija. Él ha retratado a mis niños cuando eran bebés", cuenta emocionada.

"Si quieres ser pintor coge hilo y aguja y un dedal dale un pinchonetazo al lienzo, hasta que sangre vida", le escribió Juan de Loxa a Vida en el catálogo de su primera exposición, que el propio poeta le organizó. El niño pintor tenía entonces 13 años y ya apuntaba maneras. "A los 16 años mi padre me dijo: "¡Niño, o estudias o te meto de acomodador en el cine Madrigal". Vendí un cuadro y me pagué la matrícula en el Sagrado Corazón", rememora. El artista, se cuenta en el libro, tuvo que decidir si ingresar en la Escuela de Arte y Oficios o formarse en la Universidad, estudiando Historia del Arte. Se decantó por lo segundo.

"En el último curso dejé la carrera. Como cuento en un momento de la entrevista, acababa de morir mi padre. Me había convertido en un empollón por culpa de él. Una vez que fallece ya no tengo la necesidad. Es como de primero de Freud, lo sé. Y puse mi estudio en el despacho de abogado de mi padre", cuenta entre risas. España vive, paralelamente al desarrollo de la obra del granadino, un momento político crucial. Vida lo refleja en una "militante" exposición titulada Obra fechada, apoyada en el universo del realismo social. "Uno es hijo de su tiempo, de su doble tiempo, del tiempo en que se vive y de tu tiempo biológico", reflexiona.

Los acontecimientos históricos de nuestro país no son sólo los únicos motores de inspiración del pintor, sino también su propia experiencia. "Tienes que pintar como vives. A principios de 2010 y 2011 facturaba 80.000 euros. En 2012 no tuve que hace la declaración de la renta porque no gane suficiente. Me ponía delante del ordenador como si tuviera trabajo. Poco a poco fui creando una especie de autorretrato de la crisis en primera persona y luego colectivo", relata el artista, que se reflejó en su exposición El cristal con que se mira.

Su paseo por la meca del arte, Nueva York; las obras de Anselm Kiefer; y la imposibilidad de tener críos también le inspiró, pero más aún la llegada de su hija Julia Shan, "la verdadera estrella que alumbra mi vida". Momentos biográficos que se plasmaron en un arte que encierra, al igual que la poesía, infinitas lecturas e historias.

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