"La crisis afecta a los artistas pero no menos que la pérdida de confianza"
El malagueño es uno de los creadores más polifacéticos de la escena actual
Es un reconocido creador a pesar de su juventud, pero cuesta verlo en primera instancia. Le falta un toque excéntrico. En Sergio Rubio todo es normal y cotidiano. De barrio. Todo, excepto un currículum que se sale de la norma. Licenciado en Dirección Escénica por la ESAD de Málaga, es el autor de varios éxitos teatrales del circuito andaluz, producciones televisivas y varias campañas publicitarias. Asimismo, tiene en su haber algunos de los más importantes galardones escénicos. Y todo esto le empezó a llegar con 18 años. Un éxito que se ha quedado en su trayectoria, pero no ha agarrado su cabeza. Esta sencillez acompaña a la de su compañía, Caramala, para quienes ha escrito y dirigido sus dos espectáculos.
-¿Cómo surgió su vocación de escribir teatro?
-No sé en qué momento exacto, pero de pequeño escribía cosas, muchas de ellas sin orden. Mi referente o vía de escape eran el cine y la televisión, y el teatro era lo más parecido que veía al cine. Surge también de la unión de un grupo de personas que queríamos tocar temas que no encontrábamos. Podría decirse que fue una necesidad.
-Pero la formación por la que primero optó fue dirección…
-Para mí lo primero era dirigir, pero me di cuenta que era muy difícil sacar adelante los proyectos, ya que tenía que contar con un número de actores que marcaba el texto. Escribir, sin embargo, te da la posibilidad de diseñar tu propio proyecto y opté por profundizar en este camino. Para ser libre, sentí que era más fácil escribir que dirigir.
-¿Recuerda el salto del teatro a otro medio?
-Aparte de algún reality, lo primero dramático que hice en televisión fue Fago, gracias a Antonio Onetti que me introdujo en este campo. El teatro es donde más he trabajado pero estoy muy contento de las cosas que he hecho en otros medios. Y la publicidad, que está tan mal vista, me parece muy divertida.
-Su primer premio importante le llegó con sólo 22 años. ¿Cómo se afianzó a la tierra?
-Lo que ocurre con los premios es que te das cuenta de que estás en la profesión y el asunto es cierto. Pero no deja de ser un galardón y hay que seguir trabajando. Incluso, al llegar tan joven, te entra la duda de si el texto será o no lo suficientemente bueno para un premio. Eso sí es un problema mayor: la confianza en uno mismo. Se habla mucho de la crisis y lo que repercute en la profesión, pero también hay que luchar contra esa pérdida de confianza en uno mismo. Creo que en cualquier proceso creativo hay que eliminar este tipo de trabas.
-¿Se cansa uno de observar la realidad en busca de material de inspiración?
-Es que la realidad son muchas cosas. Yo, por ejemplo, utilizo cosas personales. Pero lo personal y que te toque puede ser algo cotidiano y cada día diferente. Un día la inspiración puede llegar de la guerra y, otro, de ir a comprar el pan. Por un lado la muerte es una cosa muy trágica, pero hay cosas en la vida que impactan de muchas maneras. Viajar a un sitio donde aprendes algo que puedes considerar mínimo también es importante. O al cambiar la rueda de un coche puedes aprender algo de la vida que ni esperabas. Pero ahí queda.
-¿Cómo afecta el éxito en una ciudad pequeña?
-El éxito en una ciudad de provincia es muy relativo. Mucho. Las cosas que uno consigue aquí si lo hubiese hecho en una ciudad más grande serían muy distintas. Pero sí es cierto que ocurren historias muy curiosas. Hace poco me han llamado para montar un texto mío en la República Dominicana y, por otro lado, quieren montar otro en la Universidad de Wyoming en Estados Unidos. Y no sé cómo ha surgido. En este trabajo hay una parte de lo que haces y otra de tus contactos. El hecho de trabajar en esta profesión parece que da lugar a valorar muchos campos que, a veces, no nos competen. Creo que deberíamos tener un poco más de medida.
-Y, en Caramala, ¿cómo definiría su rol?
-Lo que decía antes de la parte personal aquí está muy pegada. Yo creo el texto pero ellas son parte esencial en ese proceso y en el espectáculo total. Ellas son productoras y actrices, yo autor y director. Pero los cuatro somos amigos por encima de otra cosa. Cada uno en su campo hace su trabajo, pero éste es conjunto alrededor del montaje.
-¿El inesperado éxito del primero se convirtió en presión para el segundo?
-En el primero lo principal que pusimos es cariño y a la gente le gustó mucho. En el segundo quisimos ir un poco más allá y trabajé una dramaturgia más compleja. Para el primero yo dije que veinte bolos estarían muy bien y van por cien. Imagínate cómo valoramos eso... Saber que el primero había funcionado nos dio un poco de responsabilidad, pero quisimos volver a la esencia que nos había embarcado en esto: divertirnos.
-Más allá de estos ideales, da la sensación de ser usted un artista en constante experimentación…
-Me gusta basar la estructura en cosas universales, las metáforas, ironías y deambular por ellas. Desde Woody Allen a Raúl Sender, desde Don Mendo a Hamlet. Estoy investigando sobre la ironía y el gag, es que la comedia tiene mucha técnica.
-Y, si mira atrás, ¿qué momento destacaría de su trayectoria?
-Cualquier cosa que haces en ese momento es la más importante. Cuando me siento a escribir algo, yo no sé cómo se hace. Es un vértigo brutal, pero no lo cambio por nada. Me gustan los retos en los que no saYo no me considero un tío gracioso, pero cuando creas una comedia, esperas que el público se ría y, si no, se te hiela el alma.
-Con el alma helada, ha de ser difícil trabajar…
-Y pagar el alquiler, ni te cuento.
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