Cristina Fernández Cubas: “Cada objeto tiene su palabra, y cuanto más sencilla sea, mejor”
Entrevista
La gran referente del cuento en la literatura española rompe una década de silencio con 'Lo que no se ve' (Tusquets), una nueva inmersión en los límites menos sólidos de la realidad a través de un puñado de historias inolvidables
Una historia del cielo
Con Lo que no se ve (Tusquets), su nueva colección de relatos, Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945) rompe una década de silencio editorial, que no creativo, en la que, paradójicamente, el reconocimiento a su obra ha alcanzado una notable unanimidad con el Premio Nacional de Narrativa concedido en 2016 y el Premio Nacional de las Letras que obtuvo en 2023. Autora también de novelas, obras de teatro, biografías y libros de memorias, Fernández Cubas hizo del cuento bandera todavía en una España en la que el género se percibía como un accidente menor, todavía sin editoriales especializadas ni interés crítico. El tiempo, afortunadamente, le ha dado la razón. Hace unos días presentó Lo que no se ve junto a Antonio Soler en la sede del Centro Andaluz de las Letras en Málaga.
Pregunta.¿Cómo se cuenta lo que no se ve?
Respuesta.Lo que no se ve está desde el principio de la historia. Es invisible, pero está. Luego puede aflorar o no, pero es una presencia real. No siempre es tangible, pero está.
P.¿Todos sus cuentos son entonces de fantasmas?
R.Sí, bueno, diría que en mis cuentos lo más importante es precisamente lo que no se ve. Las atmósferas son decisivas, por ejemplo, pero no se ven. El miedo también está muy presente en mis historias, pero tampoco se ve. Ni los pensamientos, ni los recuerdos, ni el pasado de los personajes se ven, todo está en sombras, pero es ahí a donde dirijo mi atención.
P.En Lo que no se ve abundan, de nuevo, las relaciones familiares.
R.Sí, por más siglos que pasen las relaciones familiares son siempre muy intensas. En este libro hay especialmente relaciones entre hermanas, que son muy interesantes, de mucho voltaje, para bien o para mal. Además, las hermanas son muy importantes para los cuentos, facilitan mucho las cosas a la hora de narrar una historia en pocas páginas: por lo general, dos hermanas van a vivir en la misma casa, van a pertenecer a la misma clase social, van a tener maneras parecidas de ver el mundo, y eso ayuda a economizar, puedes saltarte muchas cosas. En la literatura, las hermanas dan tanto juego como en la vida. Insisto, para bien y para mal.
P.¿Las relaciones humanas se definen también por lo que no se ve en ellas?
R.Exactamente, y en el fondo al cuento le sucede lo mismo. Un cuento va siempre va más allá del número de páginas, lo que se no se dice es tanto o más importante que lo que sí se dice. Lo que se oculta es muy relevante. Por eso el cuento es un género tan pegado a la vida misma, a las relaciones humanas, al día a día de la gente.
P.¿Existe una fórmula para fijar el límite entre lo que se cuenta y lo que no en un cuento?
R.No, no hay fórmulas. Yo, al menos, nunca he pasado por un taller literario, ni nada parecido. Ese límite se va fijando en cada cuento. Cuando escribí mi primer libro no tenía apenas referencias más allá de Poe, no quería escribir a la manera de nadie, así que me moví por intuiciones a la hora de definir lo secreto en cada cuento. El silencio es una herramienta fundamental en esta escritura.
P.El terror es otro ingrediente habitual en su obra, ¿quizá porque es un género muy afín a lo que no se cuenta?
R.Sí, bueno, Poe ha sido para mí una referencia clave desde siempre. Antes de leerlo, lo descubrí, en mi infancia, escuchándolo: en casa éramos cinco hermanos y el mayor nos contó a las pequeñas una noche La caída de la casa Usher. Aquello se me quedó grabado para siempre. Él inventaba mucho, que conste, y respondía a nuestras preguntas tirando de mucha imaginación. Pero me gustaría pensar que he preservado algo de su técnica desde entonces.
P.Álvaro Cunqueiro afirmaba que un cuento es bueno si al leerlo tienes la impresión de que un cuervo te lo susurra al oído. ¿Lee usted sus cuentos en voz alta?
R.He leído mis cuentos muchas veces en voz alta, en presentaciones, en encuentros con lectores y otros actos. Pero diría que, en mi caso, la sonoridad de las palabras ya está antes. Me interesa mucho el mundo de las palabras, la búsqueda de la palabra adecuada. Cada objeto tiene su palabra, y cuanto más sencilla sea la palabra en cuestión, mejor.
"El lector de cuentos no es un vago, no es un tío que lee cosas cortas para acabar antes. Tiene que pensar"
P.¿Son importantes para usted los sueños como fuente de inspiración?
R.Mucho. Somos geniales cuando soñamos. La lógica del sueño es impecable, pero luego no se puede trasladar a la realidad. Suceden en un mundo fantástico que nos acoge por las noches. A veces sucede que crees que has tenido un sueño genial, lo apuntas por escrito y al leerlo piensas que es una tontería. Del mismo modo, inventarse un sueño es muy difícil: en la vigilia, el sueño es absurdo, pero mientras duermes tiene un sentido propio e intransferible. Yo he llegado a soñar títulos y tramas de cuentos que luego he acabado escribiendo.
P.¿Y le seducen la interpretaciones psicoanalíticas?
R.Hombre, puede haberlas. Pero, la verdad, me interesas más el mundo de los sueños por sí mismo.
P.¿Ha echado de menos una mayor tradición editorial y cultural del cuento en España?
R.Sí. Lo que pasa es que he sido muy tozuda. He escrito novelas con mucho gusto, pero siempre me ha fascinado el cuento. Y eso me ha conducido a cierta soledad, sobre todo al principio, pero no incomprensión. Siempre he tenido la suerte de que me ha acompañado un grupo de lectores muy fieles que me han acompañado hasta ahora. Al mismo tiempo, entiendo que un cuento nunca puede ser un best-seller. El lector de cuentos no es un vago, no es un tío que lee cosas cortas para acabar antes. Tiene que pensar. En este sentido, es el principal cómplice del autor.
P.Es curioso, sin embargo, que a menudo se le pretenda dar valor al cuento por su presunta utilidad para gente que lee poco.
R.Es que si lees un cuento rápido, no te enteras. Los cuentos se leen de otra manera porque en ellos la tensión es más importante que la extensión. No dan nada machacado, los tienes que masticar tú. Leer un cuento es un trabajo.
P.¿Podría señalar un cuento de cualquier autor que considere usted absolutamente perfecto?
R.Te diré tres: La caída de la casa Usher, de Poe; La resucitada, de Emilio Pardo Bazán; y El bailarín del abogado Kraykowski, de Witold Gombrowicz.
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