Viaje al alma de un artista
La Orquesta Ciudad de Granada, con Lucas Macías al frente, afronta la monumental Tercera Sinfonía de Mahler junto a la Joven Academia y el Coro de la OCG
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La Orquesta Ciudad de Granada presenta este fin de semana el segundo de los conciertos del ciclo Espacio Mahler con la Sinfonía número 3 en Re menor del compositor bohemio, que en esta página íntima y personal rozó lo trascendente y regaló al mundo su concepción cosmológica. Con el Auditorio Manuel de Falla lleno hasta el último asiento, Lucas Macías dirigió la monumental obra con una mezcla de energía contenida y sentido espiritual, desplegando una lectura que fue tanto física como filosófica: un viaje sonoro desde el caos primordial hasta el amor divino.
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OCG: Universo Mahler II. Programa: Gustav Mahler, Sinfonía núm. 3 en Re menor. Coro femenino de la OCG (Puri cano, directora). Seraphim Pueri Cantores (Patricia Latorre, directora). Orquesta Ciudad de Granada. Directo: Lucas Macías. Solista: Emily D’Angelo (mezzosoprano). Lugar y fecha: Auditorio Manuel de Falla, 17 de octubre de 2025.
Una obra que es un universo
Gustav Mahler concibió su Tercera Sinfonía como un universo entero. No en vano, declaro mientras la escribía que una sinfonía debía “contener el mundo”, como señala en sus magníficas notas al programa José Manuel Ruiz Martínez. Ese impulso de totalidad, casi prometeico, fue el que inspiró la interpretación que Lucas Macías ofreció anoche al frente de nuestra OCG, con la participación de la mezzosoprano Emily D’Angelo y del Coro femenino de la OCG junto a los Seraphim Pueri Cantores de la Catedral de Granada. Además, para reforzar el rico tejido tímbrico que esta obra requiere, junto a los profesores de la OCG se sentaron los miembros de la Joven Academia OCG, casi una cuarentena de jóvenes intérpretes que pudieron vivir la emocionante experiencia de formar parte de una de las piezas sinfónicas más imponentes de la historia. Frente a una obra de dimensiones colosales —más de hora y media de música sin interrupción—, Macías construyó un relato coherente, poderoso y sereno, guiando a la orquesta con gesto claro y profunda concentración interior.
Movimientos
El vasto primer movimiento, que Mahler asoció con el despertar de la naturaleza, fue una auténtica topografía sonora. Macías evitó la tentación del exceso y supo mantener la tensión narrativa en una arquitectura que, bajo su batuta, respiró con naturalidad. Los metales —especialmente las trompas y trombones— ofrecieron un sonido musculoso y noble, nunca estridente. La percusión, precisa y orgánica, imprimió la sensación de fuerzas elementales que se agitan antes de la vida. En los clímax, el director halló en la sección de viento- madera y las cuerdas ese punto de equilibrio entre lo monumental y lo humano que tanto cuesta conseguir en Mahler: energía sí, pero también propósito.
El segundo movimiento, Tempo di Menuetto, trajo el contrapunto de gracia y levedad. Las cuerdas sonaron flexibles, luminosas, con un fraseo que recordaba el rocío de la mañana sobre la hierba, describiendo un lirismo en el discurso melódico muy apropiado para este momento bucólico dentro del complejo entramado narrativo de la sinfonía. El tercer movimiento, Scherzando, con su atmósfera de bosque animado, se introduce con el canto lejano de la trompa de postillón, un instrumento de carácter popular que Mahler trae con intención evocadora a esta página; sonando desde la lejanía, la belleza de su canto sirve de motor para todo el movimiento, en el que el resto de los vientos respondieron oportunos a la llamada de la naturaleza. Roberto Bodí interpretó magníficamente este canto con una melancolía casi impresionista, como si el tiempo se suspendiera por unos minutos. Fue uno de esos instantes donde Macías supo dejar fluir el canto orgánico de la formación orquestal.
Con el cuarto movimiento llegó la palabra, y con ella, Emily D’Angelo, mezzosoprano de timbre cálido y densidad expresiva, ocupó el centro del escenario. Su lectura del poema O Mensch! Gib Acht! de Nietzsche combinó introspección y contención, huyendo del pathos excesivo. D’Angelo, de voz penetrante y poderosa, cantó con inteligencia, dejando que cada sílaba respirase sobre el lecho orquestal de cuerdas en penumbra. Macías acompañó con una delicadeza camerística, dibujando esa noche interior en la que Mahler parece enfrentarse a su propia soledad.
El tránsito hacia el quinto movimiento fue tan súbito como revelador: tras la oscuridad del hombre, la luz de la infancia. El Coro Femenino de la OCG , preparado para la ocasión por Puri Cano, y los Pueri Cantores de la Catedral de Granada, dirigidos por Patricia Latorre, aportaron frescura y pureza al texto extraído del poemario El muchacho del cuerno mágico, que tanto admiraba Mahler y que utilizó en varias ocasiones. En este caso, las voces blancas, impecablemente afinadas, se alzaron con un tono ingenuo, pero no banal para evidenciar la presencia celestial, y las adultas completaron un tejido coral equilibrado y sincero donde el autor nos habla del perdón y la redención. Fue un momento de respiro y claridad antes del Adagio final.
El último movimiento de esta sinfonía, Langsam. Ruhevoll. Empfunden, es una de las páginas más sublimes de Mahler. Macías eligió un tempo amplio, de respiración generosa, y logró que la orquesta sonara como una única entidad. Las cuerdas graves sostuvieron la tensión con nobleza, mientras los violines trazaban el ascenso hacia la luz con sonido aterciopelado. La tensión, al principio algo laxa, fue creciendo progresivamente hasta el clímax del movimiento, contenido hasta el límite, donde se alcanzó una intensidad emocional sostenida en toda la orquesta y articulada por los vibrantes toques de timbal. Fue un colofón que provocó el silencio absoluto del auditorio antes de la prolongada ovación final, ese silencio que sólo se da cuando la música toca algo esencial en lo más íntimo del alma.
Lucas Macías
La interpretación de la Sinfonía núm. 3 en Re menor de Gustav Mahler en Granada supuso no solo la posibilidad de vibrar con la puesta en atriles en directo de una obra sublime dentro del sinfonismo universal; al mismo tiempo, demostró la ductilidad de nuestra OCG y la valía de su director titular Lucas Macías, que en plena madurez artística mostró un dominio técnico admirable y una comprensión profunda del universo mahleriano. La orquesta respondió con entrega y enorme calidad sonora, que confirman su excelente momento y la buena conexión artística con el director. En definitiva, el público pudo disfrutar de una velada de la más alta calidad en la que la música de Mahler volvió a sonar con un sentido cósmico; bajo la Alhambra, la naturaleza del compositor centroeuropeo —humana, divina y musical—volvió a despertar con fuerza y coherencia.
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