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La danza vive fuera de España

  • Jóvenes talentos se ven obligados a marcharse a escuelas de todo el mundo, que forman a sus alumnos gratuitamente y amplían sus horizontes culturales

Comienza el nuevo curso, un paso adelante para miles de jóvenes que se enfrentan a un futuro incierto. Brillan sus ganas, están preparados, no tienen oportunidades. El caos se ha adueñado de una generación que se ha visto abocada a traspasar las fronteras. En cambio, un pequeño y desconocido colectivo ha vivido desde siempre resignado a que la admiración la encontraría lejos de su país: el de la danza clásica.

El interior de las mochila de los bailarines albergan libros y estuches, mayas, zapatillas y tutús, un excepcional sacrifico y una dedicación innata que les acompaña allá donde se encuentre su sueño dorado. Son mayores desde pequeños, han crecido con la filosofía de que en el esfuerzo se haya la meta, escalando al mismo tiempo en su educación obligatoria y en la vocacional, separadas ambas por un abismo cultural, aún presente en los gustos españoles.

En Granada se puede encontrar una amplia oferta de centro privados que inicien en danza clásica, uno de ellos es el Conservatorio Reina Sofía de Granada. En él los alumnos pueden cursar tres grados de formación (elemental, medio y profesional), equivalentes a ocho años de aprendizaje. Después, muchos emprenden su viaje hacia las escuelas europeas o estadounidenses, normalmente la salida directa a una profesión, pues estas nutren a las principales compañías del continente. Desde que cursan los últimos años, sus profesores les preparan para superar la dura exigencia de las pruebas de acceso -las audiciones-. Maleta en mano, se enfrentan a diversos exámenes hasta que consiguen hacerse con el sí. Comienza un nuevo reto para ellos.

A pesar de que existen ayudas por parte del Ministerio de Cultura y la Consejería de Cultural de la Junta de Andalucía para becas de estudio a bailarines, no todos las reciben. En Europa algunas escuelas de danza se rigen sobre la base de educación gratuita de sus alumnos, es el caso de The Palucca Shule en Dresden (Alemania) que acoge actualmente a la bailarina Violeta Wulff, una granadina de 20 años. "Pagamos poquísimo en la escuela, nos lo subvencionan todo, incluso nos descuentan en actividades culturales de la ciudad. Fomentan que los bailarines estemos preocupados por la cultura en general", asegura la bailarina. Jesús Arroyo, Irene Ureña o Wilma Puentes, antiguos alumnos del Conservatorio Reina Sofía de Granada en el que también se inició Violeta Wulff, han podido conocer otras escuelas fuera de España. "Londres es una ciudad que lo ofrece todo a nivel de danza. Allí puedes encontrar un teatro en cada esquina y con talento te ofrecen un contrato por largas temporadas y bien pagado. A nivel de danza clásica es lo mismo: teatros en cada calle, producciones de Ballets cada noche en el Royal Opera House, por ejemplo, es una locura la cantidad de de producciones que te ofrecen por tan solo cinco o diez libras por ser estudiante, algo que jamás encontrarás en España", cuenta Jesús Arroyo, que ingresó a los 15 años en el Central School of Ballet, hoy tiene 17.

"En España no podemos encontrar teatros como el Royal Opera House (del Royal Ballet de Londres), el Palais Gasnier de la Opera de París o el Bolshoi (del Ballet de Moscú), son infraestructuras grandísimas que albergan estos países en los que también despunta Alemania, otro país que tiene su escuela principal y compañía la John Cranko Shule", explica Jesús.

La granadina Wilma Puentes pasó por el Rudra School Laussane en Suiza. "La formación que pueda tener una [escuela] española quizás puede equivaler a una extranjera, aunque no se valora igual. Es más fácil además acceder a las compañías europeas si ingresas en su propio centro", asegura Wilma que actualmente cursa sus estudios en Conservatorio Superior de Danza María de Ávila de Madrid. "También existen escuelas superiores en España, el Conservatorio Superior de Madrid te ofrece una amplia gama de posibilidades para luego poder acceder al futuro laboral", apunta. Ella quiere pertenecer a una compañía extranjera como bailarina, también la sexitana Irene Ureña, recién llegada de Boston, donde ha participado en un curso intensivo de cinco semanas. Tras cursar sus estudios en España, piensa en que probablemente la salida esté en Alemania.

Estos artistas buscan una vía de escape, como lo hicieron muchos otros bailarines españoles que ocupan ya un lugar destacado en las grandes compañías de ballet del mundo. Quieren brillar, aunque quizás desde su país no pueda verse el destello.

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