"El burka debe tener un límite porque en democracia no debe haber invisibles"
Este corresponsal de guerra, para quien una buena serie de televisión puede ser más decisiva que una división militar, descubre un país complejo en su nuevo libro, titulado 'Cuadernos de Kabul'
Arturo Pérez-Reverte, su antiguo compañero de trincheras, se encontró hace poco con Ramón Lobo (Venezuela, 1955) y le soltó un piropo que a éste le dejó perplejo: "Eres el último que queda de nosotros". Curtido en África, Kosovo y en muchas otras batallas, Lobo publica ahora en RBA Cuadernos de Kabul, una selección de textos donde ofrece "una temperatura y un olor de Afganistán".
-Su libro es una declaración de principios sobre el oficio de corresponsal de guerra.
-Los periodistas trabajamos con un límite claro que no se puede redondear ni disfrazar: la realidad. Como corresponsal, es preciso sacar las manos de los bolsillos, mancharte, relacionarte con la gente, compartir sus emociones... Sólo así puedes transmitir lo que pasa en un conflicto. Muchos periodistas se quedan en el hotel escribiendo sus crónicas a partir de lo que ven en la televisión y por eso no tendrán nunca ni color ni olor ni sabor.
-Pérez-Reverte dice que se ha acabado la guerra de los "cazadores solitarios" como usted. ¿Asiente?
-Creo que en el hecho de trabajar como yo lo hago, con estas condiciones económicas y de seguridad, soy de los últimos. Los que vienen detrás son periodistas freelance. Pero no creo que nuestro trabajo desaparezca: se trasladará a Internet. Este libro [elaborado a partir de materiales publicados digitalmente e inéditos en papel] me ha demostrado que ahí puedes tener una vía de mayor libertad : no política ni económica, sino de espacio. En Internet puedes desarrollar un discurso largo, a través de distintas voces y personas, que te permitan dar un perfume de Afganistán. El papel tendrá que reinventarse para contar otro tipo de cosas en tan poco espacio. Tanta política no deja hueco para las historias.
-A propósito de la experiencia vivida por Emilio Morenatti en Afganistán, se posiciona contra la retórica y los deslizamientos sensacionalistas, una actitud que le ha valido los elogios de José Saramago.
-Lo que le pasó al fotógrafo Emilio Morenatti no fue un atentado, como se publicó, sino un accidente, y así se lo explicó él a sus jefes, pues los atacantes no podían saber que estaba cubriendo el conflicto empotrado en una columna militar estadounidense. Los adjetivos son armas de destrucción masiva y tenemos que evitar los que tienen carga política. Si describes la muerte de 12 niños no hace falta que pongas atentado brutal y sangriento. Creo que el texto es mucho más efectivo cuando no estás dirigiendo al lector, cuando le dejas libertad para que decida lo que quiere pensar.
-¿Por qué sostiene que la posición americana es más sincera que la española en Afganistán?
-Americanos, británicos y canadienses combaten. Y el resto intenta simularlo. Tanto los españoles como los italianos y franceses tienen normas para evitar el combate. Para poder disparar, a los españoles les tienen que disparar antes, y para entonces lo normal es que estén muertos. España no ha reconocido que está en una zona de guerra, una guerra legitimada por el Consejo de Seguridad de la ONU, y dentro de una misión de la OTAN, a la que pertenecemos. Si se le explicara a la población, se entendería, pero el Gobierno actual lo esconde porque el PP les está atacando pese a que fueron los populares los que mandaron las tropas a Iraq. Los soldados americanos saben por qué y para qué están ahí, no les da vergüenza hablar. Es mucho más fácil trabajar con los soldados americanos en Afganistán que con los españoles.Y mucho más interesante.
-¿Hay alternativa al presidente Hamid Karzai?
-No, ese es el gran problema, que ahora hay que construir esa alternativa. Seguramente las próximas legislativas serán un fracaso y se repetirá un Parlamento de narcotraficantes y señores de la guerra que no deberían decir nada en el futuro de Afganistán. De sacarse a alguien de la chistera, tendría que ser de la etnia pastún y próximo a los talibanes. La única salida es una retirada responsable pero los talibanes van a volver, sin duda, al poder.
-¿Hay esperanza para la mujer?
-A corto plazo no. A medio, puede. En el libro cuento la historia de un barrio de Kabul donde todos los niños querían ser médicos y no entendía por qué. Me explicaron que veían una serie india de éxito tipo House y que pensaban que era una profesión de prestigio. Nosotros les hemos mandado armas, que ya tenían, y no les hemos enviado cultura. Tal vez una serie de televisión es más importante para ellos que una división militar. El problema es que conseguir que la ley esté por encima de la tradición en Kabul puede llevar 50 años. Y en la política actual nadie quiere poner en marcha procesos y cambios que no vaya a amortizar electoralmente.
-¿Sigue confiando en Obama?
-Sí. El hecho mismo de que él sea el presidente de Estados Unidos pone en marcha unas dinámicas cuyo resultado no comprendemos. El orgullo que pueden sentir tantos negros de encontrar a uno de ellos en la Casa Blanca puede ser un estímulo a la hora de acceder a los estudios y la educación. Y espero que eso podamos hacerlo también en Afganistán.
-¿Qué opina del regreso del burka?
-Encontré en Nigeria a un médico afgano que me contó que una periodista le entrevistó un día y le preguntó su opinión sobre ese vestido extraño de las mujeres afganas. Y él le contestó que lo llevaban su madre y su abuela y que lo extraño, para él, eran sus vaqueros. Tenemos que darles instrumentos para elegir lo que quieren hacer. A mí el pañuelo no me molesta aquí en España: la educación es más importante que el pañuelo. Pero el burka y el niqab debe tener un límite porque en democracia no debe haber invisibles.
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