Rosa María Calaf. Periodista

"Hay que desmontar la falacia de la gratuidad de la información en la red"

  • La periodista ha vistiado estos días Granada para participar en el Máster de Nuevos Medios Interactivos de la UGR y ha disertado sobre una profesión que conoce muy a fondo

Rosa María Calaf no es una periodista es una institución del Periodismo. Y no sólo porque su currículo atesore premios como el Ondas o dos doctorados Honoris Causa, también porque su característico mechón plateado, consejo de Llongueras, lo han visto desfilar varias generaciones de telespectadores por las corresponsalías de TVE en Nueva York, Moscú, Buenos Aires, Roma, Viena, Hong Kong o Pekín, por zonas de catástrofes como el tsunami del Índico y por conflictos bélicos como el de Chechenia, Timor o los Balcanes.

-El pasado miércoles, Reporteros Sin Fronteras ha presentado su balance de 2015. De los 66 periodistas asesinados, la mayoría han muerto en los conflictos de Siria, Palestina, Ucrania, Irak o Libia y eran informadores locales. Con su larga experiencia, ¿cómo ve el panorama ahora mismo?

-Los contendientes no quieren que los periodistas estén ahí y se sepa lo que pasa. Siempre se han puesto dificultades para que la prensa informe, pero antes los bandos sabían que los necesitaban para pasar su mensaje. Aunque, claro, debías tener mucho cuidado para no verte atrapado por la propaganda y convertirte en portavoz de uno de los dos lados. Ahora se han dado cuenta de que no necesitan a los periodistas porque las redes sociales les permiten hacer su propia comunicación. Convierten al informador en irrelevante y sólo les sirven como moneda de cambio para secuestrar, asesinar... Y eso es culpa nuestra, porque hemos hecho mucho ruido cuando eso le sucedía a un periodista extranjero.

-Pero como ocurre con otras profesiones, como los cooperantes.

-No, mucho más. Ahora aquel grupo que quiere llamar la atención sabe que atacando un periodista tiene más focos. Pero siempre que sea un profesional extranjero y de un país occidental, no un periodista local. Sólo los de fuera tienen valor como mercancía, porque crean más impacto. Y eso es lo que quiere destacar el informe de Reporteros Sin Fronteras.

-¿Cómo se puede garantizar la seguridad del periodista?

-Es muy difícil o prácticamente imposible en estos conflictos. Lo que sí hay es que llamar a la responsabilidad de los medios para no darles espacio a los materiales que vienen de allí y que son pura propaganda. Cuando el atentado de París, se les estuvo haciendo una campaña a favor de ellos porque incluso se daban gratuitamente sus vídeos de entrenamiento. Los medios tienen que neutralizar el efecto de los mensajes construidos por ellos.

-¿Se ningunean ahora el resto de los conflictos internacionales centrando toda la atención en el caso del Estado Islámico?

-Evidentemente. La agenda mediática va a rachas. Ahora interesa insistir en ese mensaje del miedo y la absoluta dedicación del tiempo para justificar los recursos destinados a la lucha antiterrorista. ¿Pero por qué no dedicar esos recursos al hambre, que mata a mucha más gente que el terrorismo?

-Además de la publicidad del Estado Islámico, las redes sociales han hecho sacar a la luz temas como la crítica a la monarquía o el maltrato animal, que normalmente estaban silenciados en los medios tradicionales. ¿Cómo ha cambiado el uso de las redes el panorama en la prensa en general?

-Las redes son un instrumento extraordinariamente valioso y es la esperanza que le queda realmente al periodismo de investigación e independencia. Pero son ambivalentes, como todo instrumento. Si se usan bien, son un instrumento de conocimiento de lo distinto, de cohesión, de denuncia... Pero si se usa mal, con la misma fuerza son un instrumento de desconocimiento, de instalar el rumor, glorificar la mentira y emplear la manipulación.

-¿Cómo puede controlarse para que sea útil?

-Hay que educar a la ciudadanía desde la infancia en eso que se llama alfabetización mediática para construir un sentido crítico que permita al usuario de la red discriminar y saber lo que es tóxico y lo que no. Es decir, para detectar la calidad informativa. Sólo así se usará esa carga positiva que hay que defender a toda consta. De lo contrario, pensaremos que estamos informados cuando realmente estamos entretenidos con banalidades de temas absolutamente mercantilizados. El periodismo en eso no está sólo, también tienen que apoyarlo la escuela y la familia. Si bien es verdad que los propios medios tienen que ser autocríticos y hacer públicas esas alertas de lectura con responsabilidad. Pero claro, los derechos de los ciudadanos cada vez se olvidan más y las obligaciones de los medios cada vez se respetan menos.

-¿Cuáles son esos malos usos de las redes?

-Propaganda, superficialidad, publicidad camuflada de producto cultural... Sólo tienes que ver los trending topic. Esa lista significa que aquellos que quieren construir una sociedad dócil y absolutamente manipulable están consiguiendo su objetivo, porque toda la gente que pierde el tiempo en esas estupideces no lo usa para enterarse de aquellos temas que debería conocer y que es lo que va a formar su opinión como ciudadanos.

-¿Cómo afecta la precariedad laboral al ejercicio de la profesión?

-La precariedad es una perversísima manera de deteriorar la calidad del periodismo y se culpa ahora de ello a la crisis. Eso hace que pierda fuerza e influencia y su capacidad de control se diluya porque si tu tienes un producto de mala calidad es evidente que la confianza del ciudadano se pierde.

-¿Se volverá atrás? ¿Se recuperará el sector de la comunicación en este país?

-La política de reducción de plantillas indica que para la empresa periodística su objetivo es, en el mejor de los casos, hacer caja. En el peor, manipular la información con mayor facilidad y tener una ciudadanía peor informada. La crisis no va a pasar y esas prácticas no volverán atrás. Los medios de comunicación, en el mundo, no sólo en España, van a desaparecer. Habrá medios especializados pero será para unas élites y unos grupos expertos en determinados temas. La red realmente es la esperanza, si somos capaces de defenderla, para hacer periodismo de calidad, honesto... Pero en ese sentido también creo que hay que desmontar otra falacia como la de la precariedad: la de la gratuidad. Nada es gratis, porque las informaciones están pagadas por intereses, aunque sean altruistas. Y en un porcentaje muy alto, el que paga la información lo hace para ponerla a su servicio, y éste no necesariamente es el bien común.

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