Crítica de Cine

¡Que devuelvan su sueldo los guionistas!

el bosque de los suicidios

Terror, EEUU, 2016, 93 min. Dirección: Jason Zada. Guión: Nick Antosca, Sarah Cornwell, David S. Goyer, Ben Ketai. Fotografía: Mattias Troelstrup. Música: Bear McCreary. Intérpretes: Natalie Dormer, Taylor Kinney, Yukiyoshi

Ozawa, Eoin Macken, Rina Takasaki, Kikuo Ichikawa, Noriko Sakura. Cines: Kinépolis, Cinema Serrallo, Cinema 2000 Neptuno, Artesiete Alhsur.

Hace más de mil años que el bosque de Aokigahara, en una ladera del sagrado monte Fuji, tiene fama de estar poblado por seres diabólicos. A las leyendas se unieron los relatos de fantasmas y aparecidos cuando sirvió para el ubasute, la remota costumbre de abandonar enfermos y ancianos en remotos lugares montañosos o boscosos para que mueran allí (simpática costumbre mundialmente popularizada por la adaptación que en 1983 hizo Imamura de la novela de Fukazawa La balada de Narayama). A los demonios se añadieron los atormentados espíritus de quienes allí habían muerto abandonados. Y por si no bastaran, desde mediados del siglo XX se convirtió en el lugar elegido por muchos japoneses para suicidarse, llegándose a las cien muertes anuales.

Se comprende de esta manera que el bosque de Aokigahara es el escenario perfecto para una película de terror. A ello se pone el director de vídeos musicales y publicitarios, además de experto en recursos digitales, Jason Zada. La cosa no empieza mal. Una estadounidense se desplaza a Japón porque su hermana gemela, profesora en Tokio, se ha perdido en el dichoso bosque. Pero pronto, antes incluso de que llegue a él, empiezan los burdos efectos de sustos -el mendigo en la ventanilla del taxi, el sueño de la hermana- que indican el camino que seguirá la película: el de la mayor parte del cine de terror en las últimas décadas, es decir, el del túnel del miedo de las ferias.

Pese a ello, durante un corto trecho, gracias a la buena fotografía de Mattias Troelstrup y a alguna idea interesante, la película interesa. Sobre todo por la idea de que los espíritus del bosque intuyen la tristeza de quienes se extravían en él y la exacerban hasta convencerlos del suicidio. Pero antes de que medie la película todo se despeña por el disparate. Los cuatro guionistas -¡cuatro!- deberían devolver lo que hayan cobrado por escribir esta majadería. Y a Jason Zada le deberían quitar todos los puntos de su carnet de director.

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