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El doble como eje de uno mismo

  • La Galería Punto Rojo acoge hasta el 10 de abril la última colección de Carmen González Castro, 18 obras pictóricas en las que profundiza sobre el mito del otro y las fuerzas contrarias

"El tema del doble es un tema muy antiguo, una constante en la historia del arte. Sin embargo, aunque es una idea clásica no aparece como tal, como una fisicidad, hasta el Romanticismo". Ahí es donde tiene su punto de partida la última exposición de Carmen González Castro que estos días puede verse en la galería Punto Rojo y que lleva por título Doppelgänger.

La artista, licenciada y doctora en Bellas Artes por la Universidad de Granada pero afincada en los últimos años en Madrid, recoge aquí lo más destacado de su último año de trabajo: 18 piezas de óleo o acrílico sobre lienzo, que podrán verse hasta el próximo 10 de abril.

Su trayectoria se caracteriza por la versatilidad con que aborda ciertas constantes temáticas, como la investigación sobre el espacio expositivo y el espacio virtual, tradición y modernidad, el yo y el doble. Esos son los temas que pueden verse estas últimas pinturas, en las que profundiza en este concepto que aflora en la literatura hacia finales del siglo XVIII: el mito del otro. También conocido en la literatura alemana como doppelgänger (una palabra compuesta por "doble" y "andante"), este concepto implica una dualidad del yo que se duplica en la figura de un segundo yo o se divide en dos opuestos. Parte de la suposición de que en todas las personas existe un doppelgänger que compite con el yo que conocido y que se impone a este, convirtiendo al sujeto en un extraño para uno mismo. Edgar Allan Poe, Robert Louis Stevenson, Fiódor Dostoyevski o Guy de Maupassant, entre otros, han fantaseado sobre ese mito desde la literatura. Pero es un tema estudiado también en la ciencia y la psicología desde que Freud comienza a identificar el yo y el doble con el consciente y el subconsciente.

"Elegí este tema por la cierta bipolaridad que observo en la gente, por ese conjunto de fuerzas contrarias que está detrás de cada uno. Me interesa por la literatura romántica pero también por la psicología, por eso junto a retratos de los escritores románticos había uno de Freud que no ha venido de Madrid porque ya estaba vendido", explica la artista.

Ese doble inquietante se encuentra implícito en todo lo seguro y confortador. En la serie Motion Pictures, trabaja a partir de fotogramas, con la intención de utilizar como referentes imágenes icónicas apropiadas de otros. Utiliza imágenes de la gran pantalla y el mundo del espectáculo, cuyos protagonistas son vistos como arquetipos, personajes identificables para el espectador como un santo por su iconografía.

Sus rostros aparecen descontextualizados sobre fondos vacíos, junto a su doppelgänger, que es desfigurado o desdibujado utilizando diferentes estrategias. En ocasiones, la presencia de la simetría es suficiente para sugerir la idea del doble y generar una imagen especular.

En Anamorfos, introduce la anamorfosis como elemento deformador, reivindicando la tridimensionalidad, pero sin devolver al cuadro su primitiva condición de ventana, sino convirtiéndolo en un objeto que, como una escultura, debe observarse desde más de un punto de vista que no es únicamente frontal, esto es, desde el margen del cuadro, donde el reflejo del personaje protagonista pierde su deformación y es legible. Incluye, con ello, el espacio en torno al cuadro, el espacio necesario para que tenga lugar el desplazamiento del espectador. "Esta técnica obliga a desplazarse para poder verlo de principio a fin. Eso le da un carácter de tridimensionalidad, como si fuera una pintura", cuenta la autora.

En su última serie, Doppelgänger, es la que recoge los retratos de algunos de los grandes escritores mencionados anteriormente, que han escrito sobre la idea del doble y creado un imaginario que llega hasta hoy, renovado y revisitado. Limita al mínimo lo inmediatamente reconocible, dejando casi solo la anamorfosis, cubriendo y descubriendo, haciendo que los cuadros solo funcionen en principio como grandes abstracciones en las que algo, que no sabes que es, te dice que hay gato encerrado. El resultado es una imagen desfigurada, un retrato deformado que adquiere autonomía como nueva entidad, un superego del yo y el doble; un tercer desdoblamiento.

El marco oval evoca tiempos pasados, pero el contraste de color inquieta y transporta la imagen al contexto contemporáneo. El interior del óvalo, con su fondo, está realizado con un pigmento reflectante que recuerda al espejo y sugiere la idea de devolver al espectador su propia imagen.

La artista Soledad Sevilla ha declarado sobre esta obra: "Dice Rafael Argullol "la pintura es, por esencia, representación de un mundo privilegiado, de un corte en el tiempo que debe captar, intuitivamente, todos los elementos del mundo". Estas pinturas de Carmen González reflejan su verdad y el mito que lleva adherido. Son cuadros dominados por el camuflaje, en los que nos presenta personajes con los que unas veces cubre y otras descubre. El mundo de Carmen se intuye bajo ese camuflaje: la inmortalidad del arte".

La exposición puede verse de lunes a viernes en horario de 10 a 14:00 y de 17:30 a 20:30 y la entrada es libre.

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