Eva Yerbabuena convierte el Generalife en un altar del flamenco

La bailaora granadina regresa al Festival de Música y Danza con ‘A Granada’, una creación íntima, poderosa y contemporánea con la que rinde homenaje a su ciudad y a más de 25 años de trayectoria

El Festival de Música y Danza de Granada 2025: programa completo, horarios y escenarios

El arranque del espectáculo de Eva Yerbabuena, 'A Granada'.
El arranque del espectáculo de Eva Yerbabuena, 'A Granada'. / José Velasco/ Photographerssport
Belén Rico

Granada, 11 de julio 2025 - 12:04

La noche del jueves, bajo una luna llena pletórica, la bailaora granadina Eva Yerbabuena ofreció un reencuentro cargado de emoción y raíces en el Teatro del Generalife. La artista, reconocida a mediodía con la Medalla de Honor del Festival de Música y Danza en el Carmen Blanco de la Fundación Rodríguez Acosta, regresaba a su ciudad natal para presentar A Granada, una creación única en el marco del 74 edición de la cita, que encara ya su fin de semana final.

Con la sobriedad que la caracteriza, Yerbabuena ofreció un homenaje en carne y hueso al lugar que le dio forma: Granada. Desde su primera aparición en el festival en 1996 hasta este reencuentro tras más de veinticinco años al frente de su compañía —fundada en 1998— la artista ha tejido puentes entre tradición y vanguardia.

A Granada reunió a un elenco de auténtico lujo: al cante, Segundo Falcón, Miguel Ortega, Ezequiel Montoya y Miguel de Ginés; en percusión y electrónica, Daniel Suárez; al baile y percusión, José Manuel Ramos 'El Oruco'; y como artistas invitados, Marina Heredia, Manuel Liñán y Esperanza Garrido. La dirección artística y coreográfica fue de Yerbabuena, con su compañero artístico y de vida, Paco Jarana, a cargo de la composición, dirección musical y guitarra —un tándem creativo que es marca de la casa—.

Desde el primer compás, el baile de Yerbabuena envolvió al público en una atmósfera visceral. Cada gesto y cada zapateado adquirían resonancias profundas. La iluminación de Fernando Martín, el vestuario de López de Santos y la impecable dirección técnica de Ángel Olalla contribuyeron a una puesta en escena de una precisión poética que destiló emoción.

De momentos crecientes en tensión a instantes de quietud sobrecogedora, la bailaora reafirmó que el lenguaje flamenco puede ser a la vez terrenal y moderno. No en vano, Yerbabuena ha dicho en varias ocasiones que “no hay nada más contemporáneo que el flamenco”, y esa premisa se hizo carne en el escenario. El resto del reparto la acompañó con la misma convicción: el cante se elevó con hondura, la percusión marcó un pulso rotundo y el baile dialogó con la tradición sin renunciar a la innovación.

Los artistas invitados añadieron quebradas de color y diversidad escénica: Marina Heredia aportó la pureza de su voz; Manuel Liñán, la precisión coreográfica; y Esperanza Garrido, sensibilidad fluida. Entre ellos, El Oruco aportó chispas festivas y de raíz que hicieron vibrar al público, que la despidió rendido en una gran ovación.

Eva en estado puro

La bailaora volvió a demostrar por qué sigue siendo una de las grandes damas del baile flamenco: la combinación de hondura, madurez expresiva y capacidad de experimentar la convierte en referente artístico indiscutible. La noche del jueves el Generalife fue Eva en estado puro: Eva por bulerías por soleá, por tientos, por tangos, por tarantos y por alegrías.

Granada vivió una noche mágica en el Generalife, un espacio donde Yerbabuena reivindicó su vínculo con la tierra y con la historia del festival. Su emoción al recibir la Medalla de Honor, hace apenas unas horas, se transformó en un acto artístico. Sus propios ojos húmedos durante el homenaje quedaron atrás, pero la intensidad permaneció, canalizada en cada giro, cada silencio y cada cante flamenco que resonó en la noche granadina.

Al caer el telón, el emocionado aplauso fue la prueba de que lo que allí se vivió fue algo más que un espectáculo: fue un acto colectivo de memoria, pertenencia y belleza. Granada, su mítica ciudad, volvió a latir al compás de Eva Yerbabuena. Y el Generalife volvió a convertirse, por unas horas, en un altar al flamenco.

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