"El 'evangelio' de la Alhambra rescata la Granada del siglo XVI"
GABRIEL POZO. ESCRITOR
El periodista y escritor narra, a través de una saga de médicos, medio siglo de intentos del pueblo morisco por defender sus derechos culturales
-Un evangelio, en este caso el de Bernabé, da comienzo a un viaje trepidante por la Granada del siglo XVI.
-La novela arranca salvándolo de la quema ordenada por Cisneros la noche del 22 de febrero de 1502 en la plaza Bib-Rambla. Es uno de los evangelios apócrifos que no fueron tenidos en cuenta a la hora de conformar la Biblia. Se cree que fue escrito por el discípulo de Jesucristo San Bernabé, allá por el siglo I. Es un texto sustancialmente diferente a los evangelios canónicos, estaba escrito en árabe y pertenecía a la Madraza, la universidad islámica de Granada. Acaba escondido en la mezquita de la Alhambra, que fue catedral durante unos años, de una forma muy ingeniosa. Ahí empieza la historia que va a protagonizar una saga de médicos moriscos granadinos, y que nos llevará también por Madrid y Roma. Es un pretexto para contar medio siglo de intentos del pueblo morisco por defender sus derechos culturales, étnicos y religiosos.
-¿Cómo era la ciudad en aquella época?
-Era una Granada de casi cien mil almas. De trazado islámico. Que empezaba a sufrir transformaciones por la avalancha de razas y credos que la habían mitificado durante siglos. Era una sociedad de aluvión, pero dual en cuanto a lo religioso, con administraciones paralelas cristiana y musulmana. Se pretendió, en principio, encajar lentamente aquella dualidad pactada en las Capitulaciones de 1491. Parecía que Granada sería un modelo de permisividad, libertad e integración, como dicen que había sido anteriormente. Pero a un sector del bando vencedor le entraron prisas en cuanto falleció Carlos I, e incluso antes; a mediados del siglo XVI al imperio español le crecieron enemigos por todas las esquinas, llegó la contrarreforma de Trento y Felipe II se erigió en el defensor del cristianismo. El centro de poder se alejó de Granada y los tráficos políticos y económicos se desplazaron más al Norte; ahí empezó el olvido de Granada.
-¿A qué personajes vamos a conocer a través de su libro?
-En el Concilio de Trento jugó un papel muy importante el arzobispo de Granada, Pedro Guerrero. Pero el papa Pío IV le presionó para que hiciera algo más por cristianizar la "diócesis menos cristiana de la cristiandad". El Papa no entendía cómo un teólogo tan brillante pastorease tierra de tanto hereje. Aquel arzobispo integrador, al estilo del Santo Alfaquí, regresó más intransigente. Incluso influyó sobre Felipe II para acelerar la conversión de los moriscos.
-Y surgió la catástrofe: la guerra de las Alpujarras.
- Algo así como un califato islámico que pretendía regresar a la etapa Omeya (como otros que vemos a diario en los medios de hoy). Entonces comienza a actuar una saga de médicos y traductores de origen morisco, aunque convertidos en cristianos nuevos nominales desde muchos años atrás. Era gente ilustrada y encajada en la sociedad cristianovieja, pero por llevar sangre árabe se sentían obligados a intervenir. Ellos querían dar argumentos históricos y religiosos de fondo a la Corte y a la Iglesia. Deseaban alcanzar una mistificación entre cristianismo e islam. Decían que sus genes eran los de los antiguos cristianos de Oriente Medio, de donde vinieron sus ancestros hacía ya quince siglos. Eran cristianos arábigos, como se hacían llamar. ¡No iban a maltratarlos siendo cristianos con más pedigrí!
-Háblenos de los protagonistas: Alonso del Castillo, Miguel y Alonso de Luna.
-Fueron traductores de la Corte, de la Chancillería, de la Inquisición, y médico en Roma el último. Van a idear y colaborar con importantes cristianos viejos en dar esos argumentos: fabrican el Pergamino de la Torre Turpiana y los Libros Plúmbeos primero y, después, reinterpretan para su interés el Evangelio de Bernabé para conseguir esa mistificación de la sociedad dual española. Curiosamente, estos ilustrados moriscos no tienen actualmente un reconocimiento en su ciudad en forma de nombre de calle, monumento, etc. Son los que provocaron que Granada haya estado en el candelero durante más tiempo.
-El cuadro que aparece en la portada, con un San Cecilio rodeado de moriscos y cristianos, es muy significativo.
-Lo mandó pintar el arzobispo Pedro de Castro, el gran alentador y crédulo de toda aquella trama. Estuvo en la girola de la Catedral y pasó al Sacromonte en cuanto estuvo acabado. El taller de Pedro de Raxis, donde lo pintaron, funde muy bien la sociedad dual de la época con el nexo común que representaba el bautismo del árabe Cecilio, luego elevado a categoría de primer arzobispo mártir de Granada. Los modelos del cuadro fueron reales; se cree que Alonso del Castillo y Miguel de Luna están representados. Esa idea de fundir las dos religiones, con Granada al fondo, es lo que se pretendía. Pero, desgraciadamente, no cuajó y los granadinos (españoles) perdedores fueron expulsados entres 1609 y 1614.
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