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Una exposición celebra la influencia del poeta en la obra de Enrique Ochoa

  • El Instituto Cervantes de Nueva York exhibe óleos del pintor hasta el próximo 14 de julio

Una de las obras que se exhiben desde ayer en el Instituto Cervantes de Nueva York.

Una de las obras que se exhiben desde ayer en el Instituto Cervantes de Nueva York. / g.h.

El Instituto Cervantes en Nueva York acoge desde ayer - hasta el 14 de julio- la exposición Ochoa+Lorca: plástica musical organizada por la Fundación Pintor Enrique Ochoa y en la que se da a conocer la relación del poeta granadino Federico García Lorca y el pintor gaditano Enrique Ochoa.

Ochoa (El Puerto de Santa María 1891-Palma de Mallorca 1978) fue un artista polifacético, pintor, ilustrador, humanista y amante de la música. Esta exposición integrada por obras sobre lienzo y papel y realizadas en distintas técnicas -óleo y tinta- propone un recorrido por una de las etapas más significativas de la obra de este pintor, la llamada Plástica Musical.

Uno de los cuadros más representativos refleja el mundo onírico del 'Romancero Gitano'

La nueva muestra sobre Ochoa viene también a reflejar la influencia del mundo lorquiano en su obra. Lorca fue "una referencia en su vida", explican en un comunicado, ya desde que se conocieron en los Salones Hispanoamericanos de Madrid. Con motivo de la exposición de 1915, el poeta granadino se refería a Ochoa con la siguiente frase de estilo poema: "Anunciaciones lunares y arcángeles transparentes, negro pelo verdoso de mujeres andaluzas. Música de canciones con el ritmo de cadmio claro. Amarillo limón, violeta pálido. ¿Pintor? ¿Músico? ¿Poeta? Creador".

El hilo lorquiano, junto con la poesía de su otro paisano andaluz, también de El Puerto de Santa María, Rafael Alberti, es una constante. Ochoa dedica gran parte de su producción pictórica al mundo del romancero gitano de García Lorca.

Asimismo, retrata a Lorca en diversas ocasiones, pero sin duda su obra más conocida es el óleo sobre lienzo realizado en 1933 y que posteriormente será un icono de los libros de texto. Junto al poeta se refleja ese mundo onírico del romancero, de mujeres andaluzas y la luz. Es precisamente en los años 30, cuando Ochoa realiza numerosos viajes a Granada, tras la vuelta del poeta de Nueva York.

Con esta exposición, la Fundación Pintor Enrique Ochoa conmemora así los 120 años del nacimiento de Lorca (1898-1936) y el 40 aniversario del fallecimiento de Ochoa (1891-1878). En opinión del presidente de la Fundación Pintor Enrique Ochoa y nieto del pintor, José Estévez, "se trata de un sentido homenaje a estos dos artistas".

"Hemos querido que sea Nueva York el punto de reencuentro de dos andaluces ilustres que en la primera parte del siglo XX coincidieron y que fueron un referente mutuo y poco conocido por la opinión pública", explica.

Esta exposición en Nueva York está formada por una muestra significativa de 14 obras del pintor, no solo en torno a la figura de García Lorca y su Romancero, sino también en torno a composiciones tan famosas como El Pájaro de Fuego, La catedral sumergida a La Novena sinfonía donde el autor deja su impronta y genio creativo transcrito de notas musicales al pincel.

La exposición cuenta con la colaboración institucional del propio Instituto Cervantes, la Embajada de España en Estados Unidos, así como el apoyo de Air Europa y la Fundación Cremades & Calvo-Sotelo, Esne, Carrillo Proyectos, Cesce, Redondo Iglesias, Montessori School, Olmata y Centro de Medicina Dermoestética y Láser esta última clínica dirigida por la Doctora en medicina Isabel Estévez vicepresidenta de la Fundación Pintor Enrique Ochoa.

Ochoa tiene unas fuertes raíces y relaciones con Andalucía por ser gaditano, del El Puerto de Santa María, y haber vivido su niñez y juventud a caballo entre Toledo, Cádiz y Sevilla. Su entorno y amistades también tienen vínculos con su Andalucía natal. Su círculo, lo componen entre otros, el propio Picasso, Alberti o Federico García Lorca, a quién retrata en varias ocasiones.

Desde sus inicios, Ochoa se caracterizó como "un retratista excepcional" en el contexto del primer cuarto del siglo XX, destacando también por "su magistral técnica del dibujo" como ilustrador de libros (entre los que cabe citar las obras completas de Rubén Darío) o en las principales revistas de la época como La Esfera, Blanco y Negro o Mundo Latino.

A finales de los años 40 Enrique Ochoa se instala en Mallorca y pasa algunos años viviendo en la celda que ocupó Chopin en el monasterio de la Cartuja de Valdemossa. Es en este lugar donde crea su "plástica musical".

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