Esas felices emociones sinestésicas

Arte

El espacio Mori's Lab Club ofrece una exposición de varios artistas centrada en la música como establecimiento generador de emociones

'Pena Máxima'
'Pena Máxima' / Juan Vida
Bernardo Palomo

06 de febrero 2023 - 04:00

No cabe la menor duda de que Concha Hermano es una mujer con un grandísimo entusiasmo por lo artístico. Ella lleva tiempo ofreciendo a Granada momentos de ese apasionamiento por el arte que ella tiene. Con algunas personas como ella, ese discurrir parsimonioso y a veces desesperante en el que se encuentra la producción expositiva, estaría de otra forma y se accedería a infinitas más propuestas de las que, ahora, encontramos. Muchas como ella se necesitan en una plástica contemporánea donde existe escasez de muchas cosas; sobre todo, de buenas experiencias expositivas que sirvan para canalizar las obras de los muchos artistas existentes. Abrir horizontes a un arte que adolece de buenos productores, especialmente de aquellos que se preocupen por los que, teniendo mucho, encuentran bien poco. Ese segmento de artistas son los más necesitados y a los que hay que apoyar con buenos argumentos y con las puertas abiertas de par en par para que demuestren lo que son y puedan acceder a un mercado que les permita seguir planteando su argumentario creativo y abriéndose camino en tan difícil paisaje¡. Por eso es necesario espacios diáfanos y proclives a encuentros con los que tienen algo que decir y empiezan a navegar en estos mares de complejas y encrespadas aguas.

La exposición que se presenta en el espacio MORI’S LAB CLUB (calle Álvaro de Bazán 7), nos sitúa en ese segmento poliédrico que Concha tan acertadamente establece donde un conjunto de artistas, de muy dispar naturaleza creativa y conciencia plástica, ofrece una producción abierta que plantea infinitos desarrollos y desenlaces. La muestra tiene a la música como establecimiento generador de emociones. Todo parte de una realidad sinestésica; es decir, una sensación, una emoción experimentada desde diversos sentidos; en este caso la vista que ve la música o la experiencia plástica percibida por el oído. Así, se puede ver la música o escuchar una producción plástica. El propio título de la muestra, Ver la música, escuchar el arte, es tremendamente explicativo y supone toda una declaración de intenciones. Una serie de artistas granadinos -o vinculados con Granada- plantean experiencias plásticas con la música como singular valor aglutinante de emociones. El pintor que pinta el ritmo musical, la pieza matérica que argumenta toda una sensación rítmica, la visión experiencial de un sonido, su proyección plástica, pinceladas que suenan, pintura de silencios profundos. Porque no hay nada más abstracto que una sinfonía clásica, la obra artística actúa como conductora de una realidad que emociona e invade las parcelas de distintos sentidos.

El catálogo de artistas que Concha Hermano ha conformado nos pone en la pista de artistas que no tienen que demostrar nada; son creadores natos de una obra que no ofrece duda alguna; autores de absoluta fortaleza plástica que, desde hace tiempo, han dejado constancia de su poderosa sabia entidad. Son artistas de credos distintos, de dispar naturaleza formal y especialísimos lenguajes que les son propios. Son, además, nombres importantes de un arte granadino al que ellos otorgaron un máximo argumento de calidad y trascendencia. La realidad artística de todos fue decisiva para una producción posterior que se abrió a horizontes de total compromiso.

Juan Manuel Brazam y Valentín Albardíaz ponen en sintonía sus contundentes posiciones abstractas llenas de vibrantes ritmos coloristas. El primero ha venido dando prestigio a la pintura de Granada desde hace mucho tiempo y es uno de los nombres más acertados y lúcidos de la gran renovación artística de la ciudad. Por su parte el tan prontamente desaparecido Albardíaz dio forma a una pintura abstracta de rigor y entusiasmo. Lo musical adquiere poderoso sentido objetual en las piezas de Alejandro Gorafe y de ese grupo de acciones inquietantes que es Enhorabuena . En ambos casos la escultura y el objeto artístico se dimensionó absolutamente, abriendo parcelas a una plástica que ellos dieron máxima credibilidad. La vitalista pintura de Juan Vida vibra apasionadamente; su importancia como artista y su lenguaje personal e intransferible magnifican cualquier situación. La vinculación de Pablo Sycet con lo musical no es asunto novedoso; su instalación, Den clave de sol a esta pareja de colibrís, lo atestigua sin rodeo alguno. La solvencia como grabadora de Teiko Mori, una de las protagonistas de la expansión de la obra gráfica de Granada, es absoluta; en la muestra nos presenta obras inquietantes creadas desde la particularidad de sellos musicales. Asimismo, la fotografía se hace presente en las obras de Eduardo Momeñe, Antonio Arabesco -muy conocido en retrato de Miguel Ríos- y la fotógrafa americana Katerina Vo.

La muestra adquiere importante valor por varias cosas. En primer lugar se presenta en un espacio que puede dar mucho juego en un ambiente expositivo granadino que debe aspirar a más. Al mismo tiempo nos sitúa en los entusiasmos generadores hacia un arte solvente de Concha Hermano. Y, por supuesto, nos reencuentra con los postulados de una plástica abierta donde artistas, tendencias y expresiones, abren los horizontes de una producción artística sin fronteras.

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