Manuel Cabezalí | Músico

"Los festivales son una máquina de hacer dinero a base de vender cerveza y marcas"

  • La banda madrileña Havalina encabeza hoy junto a Lagartija Nick el cartel del Festival Peligros Sound

  • El repertorio de 90 minutos alternará temas de su nuevo trabajo y varios de sus clásicos

"Los festivales son una máquina de hacer dinero a base de vender cerveza y marcas"

"Los festivales son una máquina de hacer dinero a base de vender cerveza y marcas"

Muchos seguidores de Havalina escucharon al grupo por primera vez cuando cantaban en inglés -Havalina Blu-. Otros lo descubrirían cuando tocaban stoner rock y los gatos y las rupturas sentimentales poblaban sus canciones. Tres lustros después, la banda capitaneada por Manuel Cabezalí (Huelva, 1982) sigue en activo sin renunciar a su esencia, ni ceder un milímetro a las modas. Con un sonido menos pesado y cercano al space rock, el conjunto formado por Cabezalí, Javier Couceiro (batería, percusión) y Javier Olmedo (bajo, teclados) encabeza hoy el Festival Peligros Sound, donde actuarán también Lagartija Nick e Iberia Sumergida. Guitarrista y cantante del conjunto, el músico andaluz afincado en Madrid confiesa haber puesto "toda su energía" en este proyecto.

-La temática de la ciencia-ficción empapa todo Muerdesombra -el último disco del grupo-: la portada, las letras y por supuesto el sonido. ¿Cuál es el punto de partida de un disco de ciencia-ficción?

La industria musical, como cualquier trabajo, te puede llegar a esclavizar. Es a lo que te induce el capitalismo"

-La idea de vestirlo de ciencia-ficción surgió por accidente. Cuando compuse Alta Tormenta había un teclado que cuando lo estaba haciendo pensé: "Uy, esto suena como a ciencia-ficción, a Blade Runner". A la hora de componer trabajas un poco a ciegas y tu creatividad es algo que se te escapa. Enganché esa idea y empecé a desarrollarla. Coincidió también que la temática de las letras estaba encaminada en algunas canciones hacia la ciencia-ficción. Cuando vimos la historia, decidimos redondear la jugaba y añadir más elementos que apuntaran a eso.

-Ahí entran en escena los sintetizadores. ¿Les ha dado pena renunciar a parte de su identidad rockera?

-No, todo lo contrario. El repertorio que hoy vamos a tocar -de hora y media- tiene canciones de todos los discos. Creo que meter varios temas en mitad del concierto con muchos teclados y no tantas guitarras enriquece mucho. No hemos perdido la esencia guitarrera, digamos. Es un capítulo dentro de un libro que añade variedad y color. Hemos aprendido a dibujar con un color más.

-Decía en una entrevista que ya no pueden hacer "el rock rabioso y lleno de testosterona" porque no son las mismas personas. ¿Qué personas o vivencias han dejado una gran huella en su trabajo y en su vida?

-Sobre todo músicos. Una de las influencias más presentes es The Cure. Fíjate que fue una banda que siempre tuvo muchos teclados. Es una de nuestras referencia en este disco y en otros muchos. La propia vida también influye. Te vas haciendo mayor y hay actitudes y maneras de hacer música que se corresponden con otro yo más joven. Igual no me apetece hacerlo simplemente porque no me parece sincero. En Havalina no tenemos la sensación de que le debamos nada a nadie. Nos debemos a nosotros mismos y a hacer la música que queremos. Es una búsqueda de ser sincero con uno mismo.

-¿Cómo se vive batallar contra la industria durante más de 15 años?

-No es nada fácil. El secreto está en que no hemos puesto muchas expectativas sobre ello. Somos muy cabezones también (risas). Queremos que Havalina se mantenga puro y alejado de la presión económica. De esta manera, seguimos pensando en ello como arte y no como una forma de ganarse de vida.

-En el tema Alta tormenta II dice "ocupa tu espacio, observa a tu alrededor". ¿Es fácil aplicar esa máxima en una industria musical tan competitiva?

-Lo puedes aplicar a eso y a la vida en general. Tiene mucho que ver con no creerte tan importante. El protagonista del tema se encuentra con un mensaje que lo que dice básicamente es uno más dentro de una cosa muy grande, el universo. Es una invitación a estar feliz con esa idea. Es una letra positiva. Parte del mensaje de Muerdesombra se concentra en esa frase.

-Huxley hablaba en sus libros de ciencia-ficción de un mundo en el que la humanidad asumía con beneplácito su esclavización. ¿La fábula se hizo realidad?

-Un poco sí. Es curioso que libros como Un mundo feliz y 1984, escritos hace un siglo, vaticinaran todo esto. No se cumple al 100 por 100 lo que escribieron, pero si bastante. Diría que lo que ocurre ahora es una mezcla de todo esos títulos.

-¿La industria musical llega a esclavizar?

-Si te dejas sí. Con Havalina es una lucha diaria. Si te descuidas, te esclaviza. Pero no sólo ocurre con la industria musical. Pasa en cualquier trabajo. Es el capitalismo, que te induce a meterte en una rueda de crecer, de abarcar más y de ser más todo el rato. El capitalismo te lleva a un sitio en el que nunca estás contento con lo que tienes.

-¿Qué fomentan programas como Operación Triunfo?

-Nos vende la idea del éxito como si fuera algo a lo que todos quisiéramos aspirar. Cuando entro al Corte Inglés de al lado de mi casa, con siete plantas, me encuentro la sección de joyería, la de los ricos. No hay comida, ni ropa. Lo que veo son cosas accesorias, que no usaría en mi vida. Cosas que se puede permitir la gente rica. Lo de OT es algo parecido. También te digo que no tengo televisión en 15 años y no he visto un solo programa.

-¿Qué festival español sigue conservando su identidad independiente?

-Estuve en el Primavera Sound este año porque toqué con Cristina Rosevinge y La Bien Querida. Siguen manteniendo cierta esencia y programan con cierto criterio. Aún así, los festivales son una máquina de hacer de dinero a base de vender cerveza y patrocinar marcas. La música en muchísimas ocasiones es una excusa para ganar dinero.

-Sí, parece que los festivales se hayan convertido en el nuevo bolso o complemento de moda.

-Sí, un poco sí (risas). Últimamente no quiero ir a festivales porque hay tanta gente a mi alrededor que no está pendiente de la cuestión puramente musical que me pone de los nervios. La música está pasando a un segundo plano.

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