"El flamenco en Galicia siempre se ha visto como la fruta prohibida"

El gaitero gallego Carlos Núñez visitó Granada para asistir al festival Encuentro de Músicos Celtas, donde tocó y ofreció una master class con músicos andaluces

Núñez, en Granada, antes de impartir una master class.
Núñez, en Granada, antes de impartir una master class.
Jesús A. Soberón / Granada

20 de septiembre 2009 - 05:00

El norte y el sur de España tienen formas de ser aparentemente muy distintas, que se proyectan en su folclore, en su cultura popular, cuyo máximo exponente podría ser la música. Carlos Núñez, gallego de nacimiento y celta de cultura, sin embargo, encuentra paralelismos y complementos para explotarlos y enriquecer así ambos rítmos, siempre en diálogo y nunca en choque.

-¿Cómo ve un festival de música celta en un sitio como Andalucía?

-Fantástico. Toda una sorpresa. Ver gente tan joven, con tanta ilusión, llegados desde tantos sitios, de Cuba, de Bélgica... Tengo la sensación de que aquí tienen una forma de ver la música celta como la veo yo, desde la mezcla. Veo un espíritu muy universal en Granada, distinto a como lo he visto en otros sitios: aquí se ven los puntos de unión.

-¿Encuentra paralelismos entre la música celta y el flamenco?

-Sí, y el principal paralelismo son las fuentes. El flamenco ha bebido de la música tradicional, y ha creado un nuevo género, y la música celta ha hecho lo mismo, sólo que con otras nacionalidades, los gallegos, los bretones... y luego se ha ampliado a otras, como por ejemplo a Japón.

-Y cuando ambos se fusionan, ¿pueden escapar de sus orígenes, se crea algo nuevo?

-Es impresionante. Cuando he hecho esta clase de experimentos, como grabar con Vicente Amigo o Carlos Linares, tienes la sensación de que la guitarra aporta eso que no tiene la música del norte, donde tenemos una tradición melódica, con la gaita, o el rabel, y cuando se une a tradición armónica del sur, los ponemos juntos, es la bomba.

-¿Y no cree que haya un choque en sus idiosincracias?

-La unión de ese norte y ese sur, tan diferentes, es más que el encuentro de dos músicas, es el de dos civilizaciones. Pero hay que verlo más como una unión que como una dispersión del país. España tiene la suerte de tener ese diálogo, no conflicto, entre sus músicas. Siempre ha existido ese diálogo entre sus músicos, y se pueden ver sus elementos, como en la farruca, que viene de Galicia. Es una riqueza fantástica.

-¿Esa fusión no tiene detractores?

-Haber hecho esa fusión, por ejemplo en mi disco Os amores libres, es una de las cosas de las que más orgullosos me siento, aunque fue muy criticada en Galicia, porque no lo entienden. El flamenco se veía como la fruta prohibida.

-En su último disco también prueba la fusión con la música brasileña.

-Siempre he ido provocando. Lo que he encontrado en Brasil es una Galicia mezclada, una Galicia del futuro. Allí vemos una tradición medieval, que ya casi no existe en la Península, con las melodías que vienen de la gaita, primer instrumento en llegar a Brasil de manos de los portugueses, y se han unido con el componente africano e indio. Tenemos la melodía europea, el rítmo africano y la 'malicia' indígena, su pillería. Eso hace una música muy poderosa, y es mi visión de cara al futuro para España.

-¿Y con tantas mezclas no se corre el riesgo de perder la raíz?

-Es que la raíz ya está mezclada. Toda la música tradicional viene de la mezcla, la tradición la hacemos día a día, y eso es algo imparable, aunque la queramos guardar en un museo. En cuanto estandarizamos algo, ya está en decadencia.

-¿Cómo ve el futuro de esta música, digamos, folk?

-Yo creo que en el momento que hagamos como los franceses, que unen música con turismo, cultura con industria, como el flamenco ya ha logrado hacer, en ese momento, esa música estará viva. Cuando había gaiteros profesionales en Galicia, hace mil años, que iban contratados a fiestas, ese fue su mejor momento. La música estará viva mientras haya demanda.

-¿Y ahora existe esa demanda?

-En el concierto de presentación de mi disco, en Francia, acudieron más de 5000 personas que pagaron una entrada de 30 euros, esto es increible. Claro que tiene demanda. Pero para hacer un festival que una gente, un Camino de Santiago, hacen falta muchos años. Poco a poco.

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