"Que el flamenco sea Patrimonio de la Humanidad no nos ha dado más trabajo"
SUSANA LUPIÁÑEZ 'LA LUPI'. bailaora
La coreógrafa malagueña explicará las claves del baile ancestral del 14 al 18 de agosto en la Escuela Manolete de Granada
Rocío Molina llegó a ser su alumna durante cuatro años
Cuenta Susana Lupiáñez (Málaga, 1971), alias la Lupi, que no se recuerda a sí misma de pequeña sin dejar de bailar un momento. Apenas creció un palmo, la coreógrafa se apuntó a un conservatorio donde aprendió "la disciplina y el amor hacia la danza" gracias a gente como María Eugenia Martínez. Un giro del destino quiso que la malagueña conociera a Carrete, su maestro en materia de arte jondo. Luego, como a todo artista con potencial, le tocó irse a Madrid, donde debutó con la compañía de Ángeles Arranz, ex bailarina del Ballet Nacional, y del guitarrista granadino Juan Maya Marote. Y desde entonces sigue en el candelero -y con una compañía de baile propia-. "Si volviera a nacer haría lo mismo", comenta orgullosa. Con su particular carácter afable y un arrollador entusiasmo, la Lupi coge el teléfono para hablar sobre el curso que dará del 14 al 18 de agosto en la Escuela de Flamenco Manolete, "con la Alhambra de fondo", señala de muy buen humor.
-Visita este mes la Escuela de Flamenco Manolete. ¿Recuerda su primera vez no como maestra, sino como alumna?
-¡Uy, es que sigo siendo alumna! Una no se puede olvidar de eso. Cuando voy a un festival y algún compañero imparte clases, me meto del tirón como alumna.
-¿Qué le parece más complicado, bordar una actuación o enseñar a bailar?
-Es muy distinto y a la vez muy parecido. Sólo sé que en los dos ámbitos me entrego muchísimo. Mis alumnos me dicen que parece que estoy actuando. Me entrego igual al final porque sé lo complicado que es tomar unas clases. Hay que gente que viene de lejos, que se gasta sus ahorros. La responsabilidad es muy grande.
-¿De todos los profesores que ha tenido, a quién recuerda con más cariño?
-Todos de alguna manera han influido en mí. No he contado con la figura de una maestra o un maestro en el flamenco. Algunos bailaores me han dado cursos. Sí que he tenido a una maestra del clásico español que me enseñó la disciplina y a amar la danza, que es María Eugenia Martínez, del Conservatorio de Málaga. Al final, la mayoría de cosas que sé lo he aprendido en los escenarios.
-Por eso mismo, porque su escuela ha sido el tablao, ¿hay alguna idea que le repita a sus alumnos una y otra vez?
-Les trabajo la forma orgánica de bailar. Que vean que incluso en la danza los movimientos tienen que ser naturales, no ficticios. La clave maestra para bailar bien flamenco es cultivar la afición y el amor por el cante y el toque. Aparte de pulir la parte técnica, llevo toda la vida enseñando las estructuras y el sentido de los palos flamencos. En mis clases, antes de ponerse los zapatos explico qué van a bailar y el carácter que tiene ese baile. Para mí eso es bailar flamenco.
-Se fue a Madrid muy jovencita para trabajar con una compañía que era, en palabras suyas, como "un laboratorio experimental". ¿Qué aprendió allí?
-Lo primero, a trabajar como lo hace una compañía. La raíz la tenía como enjundia, como una fuerza que se debe de escuchar y de sentir, no de un trabajo bien realizado con el conocimiento adecuado. Era muy joven. Además, aprendí lo que es la pureza del baile en una de las primeras compañías de flamenco contemporáneo.
-¿Cómo se forja uno el estilo?
-Eso es tremendamente complicado. Es como antiguamente en la enseñanza primaria. Teníamos una plantillita en la que escribíamos el abecedario de manera limpia y sin salirse de los bordes. Yo creo que eso tiene que ser la buena enseñanza: una buena plantilla, que luego ego da como resulta una escritura propia. En el baile la carrera de cualquier se tiene asentar en unos buenos cimentos, y poco a poco lo demás va viniendo solo.
-¿Usted, que ya tiene su estilo definido, se fija en otro artistas más jóvenes como Rocío Molina, a la que le dio clase, Patricia Guerrero o Israel Galván? ¿De qué manera se refresca?
-Me refresco mucho viendo postales antiguas. Todavía esa mirada al pasado es muy, muy fresca, y queda mucho por investigar, escarbar, averiguar. También viendo bailar a todas estas artistas que ha mencionado, pero también a una niña en la calle, una vieja.
-Hablando de escarbar... Algunos de sus espectáculos giran en torno a figuras femeninas del flamenco como La Paula y Pastora Imperio. ¿Se sintió identificada con ellas en algún momento?
-Todas las que hemos empezado desde muy jovencitas siempre tenemos un denominador común que es la constancia, la lucha. Pastora fue una grande. La Paula no tanto, pero su forma de vida y su trayectoria fue muy peculiar.
-¿Cree que se valora y se entiende mejor el flamenco desde que la Unesco lo nombró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad?
-No lo creo. Que el flamenco sea Patrimonio de la Humanidad no nos ha dado más trabajo. El trabajo nos lo ganamos nosotros a base de esfuerzo. Además, el flamenco siempre se ha apreciado. Ahora con Internet y las redes sociales, inventos maravillosos, se conoce más. La gente joven lo puede escuchar y ver con un clic. Me escribe gente de la Patagonia, imagínate.
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