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La geografías del corazón de Lapido

  • El guitarrista granadino presenta en El Tren su último trabajo, 'Cartografía', ante sus 'fans' incondicionales

José Ignacio Lapido demostró anoche, en la sala El Tren de Granada, que está en un momento dulce, muy dulce. No sólo acaba de sacar al mercado un disco francamente bueno, Cartografía, sino que ayer mismo se presentó un libro en el que se analizan todas sus canciones, o Miguel Ríos acaba de grabar una versión de uno de sus temas, El ángulo muerto. Además de todo eso, su directo es potente y sus propuestas son muy atractivas. Lo dejó bien sentado desde el momento en que pisó el escenario.

Sala a reventar con una nutrida representación de los músicos de la ciudad y de seguidores incondicionales, esa legión de fans que llaman "Maestro" al guitarrista y que religiosamente van peregrinando por los sitios allá donde toca. No es Lapido un músico de muchedumbres, pero sí de conciertos íntimos en los que los que le admiran se sienten en comunión con él.

Arropado por un grupo potente, compacto, en el que militan, entre otros, Popi González, batería de Los Ángeles e hijo de Poncho González, Lapido desplegó una puesta en escena de rock de buen bar y buen humo, de canciones a tiempos medios, de guitarras contundentes y una voz que, si bien no alcanza la perfección de aquellos que nacieron cantantes, sí tiene ahora el deje de la autenticidad, del verso cantado con el corazón en la mano, de la quiebra de las emociones.

Nada más arrancar el grupo con Demasiado tarde, el público sabía muy bien que el de anoche iba a ser un concierto memorable. Lapido quiso esperar para presentar Cartografía en Granada y la espera mereció la pena. Siguió la banda con Me voy y, casi sin dejar tiempo a que su público estuviese preparado, se atrevió con Cuando el ángel decida volver, el tema que abre Cartografía y que es un verdadero hallazgo musical, una de sus mejores canciones de estos últimos años.

Le siguieron Escala de grises, De espaldas a la realidad y No digas que no te avisé. Resultaba realmente impresionante la forma en que todo el mundo se sabe las letras de sus canciones casi de memoria. Como de memoria se conocen cada fraseo de guitarra o cada quiebro de batería. Mientras tanto, el último disco iba desgranándose para placer y disfrute de unos asistentes que sí tienen a Lapido como profeta en su tierra, como ídolo local.

Temas como En mi mente, Nada malo o El truco se sucedieron mientras que Lapido, entretanto, serio y formal sobre la escena, con su eterna Gibson SG entre los dedos. Una Gibson SG que, en las manos de Lapido, suena de una forma espléndida y única. No hay que olvidar que, ante todo, el músico es guitarrista y que la guitarra ha sido siempre su pasión más absoluta.

Sonó El ángulo muerto, la canción que ha encandilado a Miguel Ríos. Luego fueron cayendo temas como Luz de ciudades en llamas, Zapatos de piel de caimán, Fuera del mundo real o Nadie supo decirme la verdad, entre lo mejor de la noche.

Lapido fue más Lapido que nunca, disfrutando al estar en su ciudad, tocando delante de sus viejos amigos y satisfecho por una carrera que cada vez empieza a ser más apreciada por quienes realmente saben apreciar lo bueno. Es un buen coñac que saborear lentamente, deteniéndose en los detalles, en un determinado solo de guitarra, en un determinado verso.

Decía Mick Jagger, de los Rolling Stones, que una buena canción es aquella que puedes tararear y que, a lo largo de toda la letra, te topas con dos versos que te explican algo más del mundo. Lapido se sabe al dedillo esa regla y la administra con soltura y maestría. Eso es lo perciben sus fans, los que anoche se deleitaron con sus nuevas canciones y con los temas de siempre, temas ya eternos en la carrera del granadino. Por algo lo llaman 'El Maestro'.

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