El gran milagro del MESÍAS
Más de 300 participantes de 18 coros dan voz en el Auditorio Manuel de Falla a esta obra inmortal que cada año pone en pie la Orquesta Ciudad de Granada
Cuando Beethoven escuchó El Mesías por primera vez, testigos que se sentaban cerca lo oyeron decir apasionadamente que Händel "es el más grande compositor que jamás ha habido". El genio alemán fue más allá desbordado por el entusiasmo que le produjo la música. "Me descubriría la cabeza y me arrodillaría ante su tumba", comentó. La anécdota la cuenta el intelectual y filósofo Edward Schulz, que dejó escrito que la manera de expresarse de Beethoven le conmovió. Beethoven, como otras tantas veces en su vida fue un visionario. El Mesías ha sido una de las obras más veces interpretadas. Desde su estreno, jamás ha abandonado el repertorio. Quizás no exista en la historia de la música nada que describa mejor la alegría por el nacimiento de Jesucristo que el famoso Aleluya.
El Auditorio Manuel de Falla vibró, un año más, con esta partitura que parece nacida de un milagro, de algo excepcional. Más de 300 participantes de 18 coros le dieron voz. Al Coro de la Orquesta Ciudad de Granada y Joven Coro de la OCG se sumaron 16 formaciones corales más bajo la dirección de Lluís Vilamajó. Los solistas fueron Lucía Martín-Cartón (soprano), Bethan Langford (mezzo), Francisco Fernández-Rueda (tenor) y Josep-Ramon Olivé (barítono).
El ambiente navideño se respiraba por todos lados, ya desde los microbuses que subían llenos de gente hasta el Auditorio, con los cristales empañados de vaho y gotas de agua. El Mesías es un concierto familiar que une a varias generaciones, a gente mayor y jovencísima. Para algunas personas es la primera vez, incluso, que suben al Falla. "He venido a escuchar a mi nieta, que canta", comentaba una señora con orgullo. "Ella me ha dado la entrada y estoy hasta nerviosa". El respeto habitual del público granadino hacia los intérpretes se sentía ya desde el momento de la afinación de los instrumentos. Un silencio absoluto que dio paso a la música. Impactante la Sala B llena de cantantes, todos de negro al igual que los miembros de la Orquesta. No hay mejor manera de inundarse de la belleza que posee la Navidad.
Georg Friedrich Händel compuso El Mesías con 51 años. Parece que la tarde del 13 de abril de 1737, en el domicilio del compositor en Londres, se escuchó un gran temblor, un estruendo que retumbó en el número 25 de Brool Street. El criado de Häendel lo encontró tendido en el suelo, con la mirada fija en un punto imperceptible. Se quejaba. Había sido un año muy productivo, con cuatro óperas escritas, muchas presiones y malos ratos causados por críticos, cantantes y problemas económicos.
El médico, tras examinarlo, le diagnosticó una apoplejía. La parte derecha de su cuerpo estaba paralizada. No era fácil recuperarse de algo así. Cuando se preparaba para abandonar Aquisgrán, la ciudad donde había tomado baños para mejorarse, entró en una iglesia, se sentó al órgano y, ante la admiración de todos, sus dedos se deslizaron vertiginosamente por el teclado. Estaba curado pero las deudas lo perseguían. Hasta que el poeta Charles Jennens llegó con un oratorio titulado El Mesías. Häendel no dudó en ponerle música. Empezó a trabajar de forma compulsiva, sin abandonar su casa durante tres semanas.
Quizás por todo esto, tanto escuchar como participar en El Mesías es conmovedor.
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