Dos guitarras para burlar al tiempo
67 Festival de Música y Danza
Pepe Habichuela y Juan Habichuela 'Nieto' colmaron anoche la plaza de los Aljibes de flamenco entre la raíz y el toque de aires 'frescos'
Hablar de un recital flamenco e intentar ser preciso es como adivinar el vuelo de un pájaro. Trayectoria en un mapa pintado en exclusiva para quien pilota. Caja negra que registra más pasión que coordenadas y sin duda, más sangre que partituras milimétricas. El vuelo de un pájaro está para disfrutarlo.
La lengua del flamenco prende como el queroseno en según qué ámbitos, y aunque, como recordaba ayer Pepe Habichuela en este diario, se pueden tocar los palos tanto en un gran teatro de postín como en la oscuridad y humedad de una zambra: hay escenografías que realzan los tonos de este arte y la Alhambra is the new black del flamenco.
La plaza de los Aljibes volvió anoche a un ensueño fechado en 1922. El concurso de Cante Jondo de Granada, impulsado por Federico García Lorca y Manuel de Falla, tuvo su escenario precisamente allí, con la Alcazaba a las espaldas y mirando de frente al Carlos V. Cita que se convirtió en eje cultural de esta ciudad y que atestiguó el idilio entre Granada y su flamenco.
Bajo la luna llena, de luz de alambre sostenida por los reflejos del olor que lanzan los alrededores del monumento, se escuchó cómo dos guitarras desafiaron al tiempo. Dos Habichuelas, Pepe y Juan 'Nieto', se sentaron sobre sus sillas y demostraron que los palos pueden evolucionar, los cantes coger o perder fuerza con los años, pero la raza impregnada en el ADN mantiene el pulso del toque de una escuela. La de casa.
Arraigo Habichuela que tiene su cénit en el fallecido Juan Habichuela, y que ayer derramaron en la Alhambra su hermano Pepe y su nieto Juan. Éste último, el diamante 'Estrella Rosa' de la familia, miembro más joven y con más proyección. Anoche la conversación se entabló de guitarra a guitarra y de maestro a maestro. En dos tiempos y con los mensajes: la de la fertilidad de maneras e ideas de Juan y la de alguien que ha paseado sus compases por medio mundo y junto a los mejores.
Juan, de blanco riguroso salvo por el chaleco marca Jonda, guitarra roja y un amplísimo repertorio de filigranas sublimes que se escapaban a la vista pero que no al oído. Genio y compás sacudidos tras los arranques de raza por unos olés del público. Gesto que nutre un auténtico espectáculo flamenco. El "masaje para el alma", como él lo describió. Fandangos como Carrera del Darro, la alegría Papa Antonio o la rondeña y bulerías como Sin esperarte o Sacromonte fueron parte del repertorio elegido por el más joven de la dinastía, que guiñó en los toques a su último disco Sentimiento de mi ser.
El actual patriarca de la familia, Pepe Habichuela, se enfrentó a los toques por seguiriyas, soleá, granaínas y malagueñas mostrando que la experiencia es efectivamente un grado y que las muescas en el mástil de la guitarra talladas en cada concierto, encierran también experiencia en la impresión del sello familiar. En la última del maestro, la Malagueña, se le atragantó a la parte técnica la voz de Morente que le acompañó a retazos, fallo que no marcó la concentrada interpretación del maestro, breve en apariencia y contundente en gesto, que se desenvolvió en la belleza de ese toque lento y tradicional.
Para terminar la velada de las dos guitarras, se dejó para el final la curvatura del tiempo. Momento chispeante en el que las cuerdas vibraron en los compases del buque insignia de los Habichuela, los tangos de Graná. Final enjambre de tradición e intenciones de futuro. Los artistas se repartieron anoche un abanico de palos y jugaron con otros a dúo. Con trazos y guiños transgeneracionales, entre estos dos tocaores nació un diálogo monumental a dos tiempos.
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