El gusto es mutuo
Miguel Ríos, Víctor Manuel, Serrat y Ana Belén arrasan en Granada con la exitosa gira 'El gusto es nuestro'. Repasaron canciones consideradas himnos generacionales.
Quien tenga en su memoria la foto fija del concierto de hace 20 años se topó ayer de sopetón con las menguantes cabelleras de Joan Manuel Serrat y Víctor Manuel, las canas en las sienes de Miguel Ríos donde antes se desparramaba un pelo negro como el tizón, la belleza madura de Ana Belén que hace dos décadas protagonizaba los delirios eróticos de toda una generación. Por lo demás, la gira El gusto es nuestro tuvo algo de reencuentro entre viejos amigos, tomando un café en vez de las desenfrenadas copas que poblaban las anteriores citas. Una muestra fue la pista del Palacio de Deportes, con respetables espectadores donde hace 20 años había enfebrecidos fans. Aunque también hubo momentos para desgañitarse y saltar como en la primera aparición de Miguel Ríos y Ana Belén con la canción Insurrección. Fue su carta de presentación, igual que Víctor Manuel hizo un alegato por las más de 100.000 personas que todavía yacen en una cuneta a dos días de la nueva búsqueda del cuerpo de Federico García Lorca. Serrat, por su parte, tiró de su habitual socarronería y se dirigió al público: "No habéis cambiado en estos veinte años".
Miguel Ríos en sus primeras palabras a sus paisanos, tras cantar Rock and roll bumerang, dijo: "Granada es más roquera que la madre que la parió", gritó el enérgico cantante, que debería la imagen de la próxima campaña de Red Bull.
Pero lo bueno del paso del tiempo y de los felices reencuentros es que todo se paladea de forma más pausada, como si los recuerdos de hace 20 años se hubieran guardado en una barrica y ayer se hubieran descorchado. Muchas de las 4.000 personas que acudieron al Palacio de Deportes vivieron un retorno al pasado, un viaje al mundo de la nostalgia que, en este caso, demostró que eso de que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver no es más que una frase hecha, sobre todo si se regresa a los brazos de JoanManuel Serrat, Miguel Ríos, Ana Belén y Víctor Manuel.
A primeras de cambio, la banda demostró que el repertorio es casi el mismo de hace dos décadas, aunque han incluido sus nuevos éxitos cosechados durante estos últimos años. Los arreglos y el sonido han ganado en elegancia respecto a la gira del 96, cuando se convirtieron en el fenómeno musical del año. Comenzaron con Hoy puede ser un gran día, de Joan Manuel Serrat, precisamente el mismo tema con el que el Noi del Poble Sec iniciaba sus recitales cuando se alió con Joaquín Sabina, quien en su momento estuvo a punto de unirse al grupo, aunque acabó rechazando la propuesta porque, según dijo el de Úbeda, iban a parecerse al Consorcio.
Después, como si fuera una comida de amigos en la que cada uno trajo un plato de casa en su tuperware, cada uno fue poniendo sobre la mesa del escenario sus mejores canciones. Así llegaron Sólo pienso en ti, Cantares, no hago otra cosa que pensar en ti, Memorias de la carretera, Peces de ciudad o Mediterráneo. Bloques en solitario, encuentros furtivos y un generoso tramo final con las cuatro voces en escena alternándose en una orgía musical que dejó sin aliento a los espectadores.
El gusto es nuestro nació de la visión empresarial de Víctor Manuel, que hizo lo mismo que Sylvester Stallone en la saga de Los Mercenarios, juntar a las grandes estrellas para que se interpreten a sí mismos, que Rambo y Terminator compartan plano y a continuación entre en escena John McClane. Hace 20 años, los cuatro artistas llenaban palacios de deportes por si mismos, sin necesidad de alianzas, por lo que El gusto es nuestro fue un regalo para los espectadores y el sueño húmedo cumplido de cualquier promotor de conciertos.
Joan Manuel Serrat, Miguel Ríos, Ana Belén y Víctor Manuel añadieron al concierto una superproducción de lujo, con pantallas de alta definición y espectaculares efectos de luces, para ofrecer un repertorio inigualable sólo al alcance de estos titanes de la música española. Y si en los últimos años se han puesto de moda los conciertos intimistas, que buscan la cercanía con el público y, de paso, ahorrar costes, los cuatro artistas se acompañaron de una solvente banda de catorce músicos compuesta por Ricard Miralles y David San José (pianos), Josep Más 'Kitflus' (teclados), Javi Saiz (bajo), José Nortes, Osvi Grecco y David Palau (guitarras), Vicente Climent (batería), Amado Zulueta (percusiones), Santi Ibarretxe (saxo y flauta), Patxi Urchegui (trompeta), Roberto Bazán (trombón) y Marcela Ferrari y Ondina Maldonado (coros). Pasarán años hasta que el Palacio de Deportes acoja otro concierto con 18 músicos en total en escena.
En el 96, El gusto es nuestro fue como si mañana se anunciase una gira conjunta de Alejandro Sanz, Pablo Alborán, Malú y Fito Cabrales. Una bomba de relojería que es lo que en su momento fue la unión de estos cuatro amigos que se juntaron por primera vez sobre un escenario en Mucho más que dos, el disco de 'Víctor Belén' de 1994.
Cruzar los brazos, El blues del autobús, Quiero abrazarte tanto, Palabras de amor o el Himno a la alegría conformaron un repertorio inigualable en el que Serrat volcó toda su sensibilidad, Ana Belén la elegancia hecha voz, Víctor Manuel la hondura y Miguel Ríos toda la electricidad que desprende todavía un rockero con 72 años que dijo adiós a los escenarios en 2011 para cumplir con los consejos de su madre, que le pidió que nunca acabara arrastrándose por los escenarios.
Y lo cierto es que el granadino ayer levitó en el Palacio de Deportes de Granada, la ciudad de sus últimas escapadas de la 'jubilación' para participar en los conciertos por la Vega de Granada o en el documental En Granada es posible. Comprometido con su tierra, esta mañana tiene previsto participar en la manifestación que saldrá de la estación de Renfe para reivindicar un AVE digno para Granada.De hecho convocó a todos los espectadores a que participaran en la marea amarilla de hoy. Así que en el tramo final no faltaron tampoco las connotaciones ferroviarias del Vuelvo a Granada antes de afrontar al final La puerta de Alcalá, después de más de tres horas de concierto y más de cuarenta canciones. Una maratón musical para la que no hace falta ponerse unas zapatillas fosforitas, basta con vestirse con las emociones que provocan un buen puñado de himnos generacionales.
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