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La historia de un curandero

  • José Luis Sánchez Maldonado estrena hoy en Multicines el documental 'Manuel Rubio Sánchez'

Guarda tan en secreto lo que es real y lo inventado que su mismo silencio le delata. Ése es, con todos sus permisos, el elixir de su lenguaje cinematográfico. José Luis Sánchez Maldonado (Granada, 1979) habla con la contundencia de un director maduro y en ese sentido su carrera sería, a efectos cinéfilos, un zoom prometedor que se abre oportunamente en esta excelente racha de Granada como ciudad de cine. Productor de tres cortometrajes realizados durante su tiempo de estudiante, Multicines Centro estrena hoy su primer largometraje (21.30), Manuel Rubio Sánchez, un documental sobre el Santo Manuel que no cuenta la vida del curandero de Huétor Santillán sino la relación de dependencia, fe y soledad que los demás vivieron a su lado.

Poco antes del estreno, Sánchez Maldonado avisa de que la película "plantea más preguntas que respuestas. No es un documental típico porque en él se confunden realidad y ficción..." Tanto es así que sólo aparece una actriz profesional y prefiere no decir su nombre para que la mirada del público no se desvíe. "Prefiero", dice, "trabajar con gente que no sea profesional".

Para hablar de tan carismático personaje, el director acude a tres de las personas que vivieron su 'santidad' renunciando a su propia vida. Una chica joven, un hombre mayor y alguien que le conoció desde que era pequeño. El proceso de documentación le ha llevado más de cuatro años y, aunque ya iba con un guión más o menos definido, "no fue fácil ganarme su confianza porque es gente muy celosa de su intimidad y que recelaba de titulares que habían aparecido en la prensa y que no tenían nada que ver con la realidad". En uno de ellos, dos periodistas de ABC que incluso convivieron con el Santo Manuel en su choza en la Sierra, pusieron en su boca: "Yo soy la mano de Dios". Sánchez Maldonado, sin embargo, lo duda: "Él era devoto de la virgen y aunque es cierto que tenía muchos conocimientos sobre las ventajas de las plantas medicinales, nunca se atribuyó ningún poder divino".

Sin clichés ni dogmas, su lenguaje tiene mucho más que ver con el realismo mágico del cine latinoamericano y el poético del europeo que con las 'repeticiones' simbólicas de las cintas nominadas a los Oscar o el último cine español. Lo confiesa, no conoce muy bien las películas que el próximo domingo optan a la estatuilla ni admira especialmente a la aventajada Celda 211 de Monzón, porque al fin y al cabo, "aunque esté muy bien hecha, es más de lo mismo. Se repiten los tópicos". Muy al contrario, tiene entre sus referentes a autores como Lars Von Trier y su Rompiendo las olas o La ley de la calle, de Coppola; todo porque, explica, "desde pequeño" vivió la pasión de su padre por el cine visionando con muy poca edad joyas del cine clásico y versionando junto a su hermana la última película vista. "Si durante la semana veíamos Rambo, en el fin de semana yo cogía mi cámara y grababa con ella mi Rambo particular".

Detrás del documental se encuentran las productoras granadinas Occidente Producciones, que explora nuevas vías tanto en el largometraje documental como en el de ficción; y la productora de cine, televisión y audiovisual Los Últimos, dirigida por Emilio Egea, de quien dice el director, "es el 50 por ciento de la película".

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