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El infierno (y Satán) son los otros

  • Esta semana se cumplen 50 años del estreno de 'La semilla del diablo', un brillante cuento de terror de Roman Polanski (y también un caso flagrante de lamentable 'spoiler' en el mismo título)

Reproducción parcial de uno de los carteles con los que la película se anunció en Estados Unidos.

Reproducción parcial de uno de los carteles con los que la película se anunció en Estados Unidos. / g.h.

La historia del cine tiene en sus anales una larga lista de películas sobre Satán, pero fue La semilla del diablo, estrenada hace medio siglo, la que puso de moda esta temática con una brillante película de Roman Polanski, capaz de crear un cuento que podría pasarle a cualquiera. De eso, al menos, nos convence el cineasta...

La película se estrenó cuando nadie hacía spoilers, sino que destripaba las películas. Parece, en todo caso, que nadie reparó, al elegir el nombre para su estreno en España, que ya el mismo título inducía al espectador a sospechar de qué iba todo aquello.

Fielmente basada en un libro de Ira Levin, La semilla del diablo se estrenó el 12 de junio de 1968 y fue la primera película totalmente estadounidense del polaco Roman Polanski, que dio una lección de cómo partir de lo cotidiano para crear un opresivo clima de miedo. Nada tan cotidiano como una pareja que se muda a un apartamento en Nueva York y decide tener un hijo, como unos atípicos vecinos ancianos, tal vez demasiado solícitos, o un marido capaz de todo por triunfar como actor.

Todo se enrarece cuando Rosemary (primer papel protagonista de Mia Farrow), tras una satánica pesadilla nocturna, se queda embarazada y empieza a sospechar que una terrible amenaza se cierne sobre ella y el bebé que espera. Polanski maneja con maestría en este filme la carta de la ambigüedad. "No quiero que el espectador piense esto o aquello, quiero simplemente que no esté seguro de nada. Es lo más interesante: la incertidumbre", dijo en una ocasión a propósito de esta obra. Y es que la imaginación es la mejor máquina de crear terror si los indicios son lo suficientemente sugerentes y en este caso lo son. "No hay nada de sobrenatural salvo la pesadilla. La idea del diablo podría considerarse como una paranoia de Rosemary durante su embarazo o inducida una depresión posparto", dijo Polanski al canal de Youtube Conversations Inside The Criterion Collection.

El espectador empatiza inmediatamente con la frágil y angelical Rosemary, que se hunde cada vez más en un ambiente en el que su marido, su médico y los entrometidos vecinos le arrebatan el control de sí misma como persona. Una desesperación que borda una principiante y católica Mia Farrow, quien se enroló en el proyecto pese a la oposición de su entonces marido Frank Sinatra, que le envió los papeles del divorcio al rodaje. "Para ser sincero -admitió Polanski-, ella no me entusiasmaba... hasta que empezamos a trabajar. Entonces descubrí que es una actriz brillante. Éste es uno de los papeles de mujer más difíciles que puedo imaginar".

Como tantas otras películas sobre el aliento del Maligno, La semilla del diablo no se libró de la leyenda negra, empezando por el lugar donde se rodaron los exteriores, el edificio Dakota, a cuya puerta sería asesinado John Lennon y donde a comienzos del siglo XX vivió el mago Aleister Crowley, de quien se dice que practicó allí sus oscuros rituales. En una época en la que la sectas ocultistas proliferaban en Estados Unidos, miembros de algunas de ellas se concentraron a las puertas del inmueble y trataron de intimidar a Polanski para que abandonara el rodaje. Hubo incluso quien quiso ver un vínculo con la muerte, un año después, de la esposa de Polanski, Sharon Tate, embarazada de ocho meses, a manos de la secta de Charles Manson.

En todo caso, La semilla del diablo no ha perdido ninguna de sus virtudes y ha dejado grabado en las retinas de muchos cinéfilos el espanto de Rosemary cuando contempla por primera vez a su hijo. Una imagen que se le oculta al espectador porque, como defiende Polanski, "mostrar al niño habría sido un gran error".

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