"Yo soy el jardín que la belleza adorna"
Alhambra y Generalife consolidan su conservación para el siglo XXI, sorteando su propia autodestrucción gracias al desvelo de las administraciones, primero con la II República y ahora con la Democracia
DE Muhammad XII (Boabdil) hasta Carlos I de España y del franquismo a la actualidad democrática, la Alhambra de Granada -el Castillo Rojo que cautivó a Washington Irving-, ha sabido sortear su propia autodestrucción gracias al desvelo de las Administraciones democráticas. Primero con la II República y ahora con la Autonomía de Andalucía que emana de la vigente Constitución Española.
Asomada frente por frente a la ciudad que la guarda, la Torre de Vigía (de la Vela) de la Alcazaba Nueva (Yidida), ha observado el transcurrir del tiempo como si ella misma fuese el reloj de arena que guardaba el propio Mulhacén (Muley Hassan) en su real estancia en el Serrallo de Los Leones.
Y para que todo su delicado espacio perimetral y a intramuros pudiese mantenerse tal como hoy luce, el Gobierno de Andalucía que la tutela con la aplicación del Estatuto de Autonomía de Andalucía desde mediados de 1980, se ha gastado en su mantenimiento medioambiental y artístico hasta nuestros días todo un Potosí. Y pese a la creencia popular de que el conjunto monumental más visitado de España renta gracias a su alto número de billetajes, lo cierto es que cuesta más administrarlo como bien merece que con sus solos ingresos por visitas.
En este siglo XXI que ya encarrilamos a su primer decenio, pese al peso de la crisis económica mundial, hay lugares planetarios que no perecen y continúan siendo los polos magnéticos que nos conducen a la belleza. Esa rara cualidad que obliga al ser humano a aproximarse a la misma. Y la Alhambra es una de ellas.
Así las noticias que emanan sobre este insólito lugar de Oriente en el extremo Sur de Occidente, casi siempre, figuran en torno al número anual de sus visitas o la estancia en su próximo parador turístico de san Francisco de tal o cual mandatario o personaje famoso. El turista o viajero que se pierde entre la Alcazaba alhambrina, su Real Casa Nazarí, los jardines y torres de El Partal o el inmediato Generalife ( Yannat al Arif o El Jardín del Arquitecto) desconoce normalmente que los espacios que recorre son tan perecederos -dados sus materiales de construcción originales- que con su sola visita, multiplicada por más de tres millones al año, el propio conjunto monumental nazarí arriesga su existencia.
Y ese riesgo existencial no se circunscribe sólo a sus artísticas estancias labradas a maravilla. También sus jardines y huertos requieren de cuidados continuos y de un minucioso mantenimiento hidráulico y medioambiental que no resulta precisamente barato. Dada la antigüedad de casi ocho siglos de edad de su enroque en la propia ciudad de Granada, donde la Alhambra es ciudad palatina y prohibida dentro de la misma, y de su aislamiento celestial respecto a su inmediato entorno, nada en su circunvalación espacial y visual le resulta ajeno. Así de sus vecinos urbanos, las colinas del Albayzín y Realejo, la Alhambra toma su cosmovisión de ciudad-capital del último Al Ándalus. Y ambas colinas se interrelacionan así en una vecindad histórica que irradia una singular belleza paisajística entre arquitectura y naturaleza... Y donde el río Darro es "el sable curvo de la India que las delimita". Tal como lo escribiese con su cálamo en tinta el poeta y visir Abén al Jatib en el siglo XIV.
El hilo rojo de la alta dehesa
Pese a que lo más discutido en Granada casi siempre es ésta íntima relación visual entre el Castillo Rojo y su colina judía del Realejo y su otra colina andalusí del Albayzín, la Alhambra también existe por detrás de tan vistosos barrios urbanos. Así la Dehesa del Generalife, con el Llano de la Perdiz y el Cerro del Sol -a más de mil metros de altitud- el propio barrio gitanoandaluz del Sacromonte y hasta el Fargue el el otro extremo, la Alhambra también se interrelaciona con los mismos y no muchas personas conocen esta realidad. Quizá lo sea porque en estos lugares específicos es la cultura medioambiental y botánica especialmente quienes le toman el relevo a la urbanística y arquitectónica.
Pero para la dirección del Patronato de la Alhambra, punta de lanza del Gobierno de Andalucía en cuanto a su defensa y conservación, preservar y cuidar delicadamente estos parajes -en verdad únicos desde el tesoro que contienen- es tan importante en el Oriente alhambreño como puedan serlo el Patio de los Arrayanes o de Los Leones en su Occidente.
Por todo ello la alta dehesa del Generalife ha sido otro importante objetivo del Gobierno Autónomo Andaluz a la hora de conservar y proteger lo allí existente. Y con su alto grado de protección medioambiental y que se engarza por efecto de belleza paisajística con la majestad montañosa de su inmediata Sierra Nevada, ello le garantizará a las generaciones venideras de este siglo XXI, y a cuantos nuevos viajeros y turistas lo adviertan, un marco de sensual belleza botánica y ecológica más que envidiables en toda la Europa mediterránea. Es el otro hilo rojo que ata a la Alhambra con su próximo Oriente. Si alguna vez se erigiese un macroteleférico hacia la estación invernal de Pradollano como el que urdió el neoconservador Ayuntamiento granadino y desestimado por el Gobierno progresista de Andalucía, probablemente ello hubiese constituido el pistoletazo de salida para que toda esta belleza heredada desde la Edad Media en Al Ándalus, se hubiese venido abajo y los especuladores ultraconservadores granadinos se habrían rifado a trozos toda esta belleza paisajística que ya es Patrimonio de la Humanidad.
Lo que hay detrás
Casi nadie que no sea experto en estas minuciosas materias conservacionistas y donde se acomodan tanto la historia con su peso de siglos como la inmisericorde actualidad, es difícil que muchas personas puedan dotarse de una idea aproximativa respecto a lo que significa (en gastos) para el propio Gobierno de Andalucía la protección integral y eficaz -de este único en el mundo- conjunto monumental islámico andalusí. El porqué está inserto en su Administración, ahora muy consolidada, dinámica y eficaz. Y lo es gracias a la intensa labor que realiza la propia directora del Patronato de la Alhambra y Generalife María del Mar Villafranca. Esta directora desde su nombramiento ha ido ampliando las tareas de su administración que, como ciudad prohibida para muchos y abierta para muy pocos (pues así se diseñó la Alhambra), le confiere su gestión. Ha sabido rodearse, María del Mar Villafranca, de un sedimento de colaboradores muy capaz (arqueólogos, técnicos y especialistas en conservación y protección, agrónomos y un largo etc.,) que no han parado en estos tres últimos años en embellecer aún más este maravilloso conjunto monumental... Sin que se note.
Tareas de arqueología (en un espacio muy delicado al respecto por su obligación en respetar lo existente), protección artística (labores de restitución, rehabilitación y restauración), apertura de nuevas rutas de visitas guiadas con entradas únicas a torres históricas e iguales jardines. Aprovechamiento de los recursos agrícolas e hidráulicos dentro y fuera de la Dehesa del Generalife, restauración de la célebre fuente y sus 12 leones nazaríes del famoso patio alhambrino, protección y normalización en todo el recinto... Ello le ha grangeado a nivel local a Villafranca las típicas críticas de sus detractores más ultramontanos, pero ello no le pesa porque se sabe rodeada de un equipo muy valioso de cualificados trabajadores. Pues mantener este lugar sagrado para la Historia y al mismo tiempo rentarlo en el complejo mundo de hoy, sin duda es siempre tarea de héroe... O heroína.
El griego Odyseas Elitys, premio Nobel de Literatura, definió a la Alhambra misma como una alianza femenina entre "lo que la Alhambra no dice y se oye y lo que no se ve y enseña", quizá esta acepción nos posicione a cuantos la visitamos periódicamente, ya que el viejo adagio epigráfico andalusí, que por sí mismo anota arábigamente en una de sus tacas de ingreso al regio recinto nazarí: "Yo soy el jardín que la belleza adorna, verme sin más, te indicará mi rango" habla por sí misma ¿Un palacio que habla? ¡Y menudo rango! Dijo de ella el honorable presidente de la República de Italia y amante solidario de España, Sandro Pertini, cuando le traducían la frase en 1984... Y es que -en verdad- no hay otra.
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