Jesús Conde convierte el metal en memoria en su última exposición: "Nunca había hecho cuadros tan grandes"

El pintor expone hasta el 8 de noviembre en la Galería Ojos del Barroco la muestra La sombra del metal, 27 obras sobre armaduras que exploran la relación entre el peso del hierro, el vacío y la memoria

Jesús Conde: "Ahora tengo una sensación parecida a la que tenía de adolescente, de niño de pueblo pintor"

Jesus Conde se toma un retrato ante una de las pinturas que conforman la muestra de la galería 'Ojos del barroco'.
Jesus Conde se toma un retrato ante una de las pinturas que conforman la muestra de la galería 'Ojos del barroco'. / Antonio L. Juárez/ Picwild

El pintor Jesús Conde (Granada, 1952) vuelve a exhibir su maestría en la Galería Ojos del Barroco, en plena Gran Vía granadina, con la exposición La sombra del metal, abierta hasta el 8 de noviembre. La muestra reúne 27 piezas, la mayoría de gran formato —“algunas más altas que yo”, dice riendo—, realizadas con técnicas tradicionales de óleo y veladura. “Nunca había hecho cuadros tan grandes, pero los pintores ya no pintamos para vender, sino para estar en museos, y los museos son muy grandes”, comentan con el sentido del humor que mecha toda su rápida conversación.

El espacio expositivo, con su gran altura y luz natural, potencia esa monumentalidad. Aquí los cuadros se ven estupendamente; en mi casa no caben”, bromea. “Esta galería es impresionante, tiene características de museo: la altura, la iluminación, el escaparate… Aquí los cuadros respiran.” Tras su paso por Granada, la exposición viajará a la Casa del Reloj de Mérida, donde permanecerá cinco meses, y después a Lorca y otras ciudades.

El peso y el vacío

En su propio texto de presentación, Jesús Conde explica que en La sombra del metal explora “la materia como metáfora del tiempo y del silencio”. El metal —armaduras, planchas, objetos industriales— “deja de ser materia dura para convertirse en superficie de memoria y luz”.

“Siempre me ha interesado el juego entre el peso del metal y el vacío de la composición”, afirma.Esa tensión, resuelta con precisión de dibujo y una luz contenida, define una auténtica poética del vacío: la pesadez del hierro equilibrada con la levedad del instante.

Su pintura, de raíz clásica y sensibilidad contemporánea, transforma lo cotidiano en un espacio de contemplación. En cada lienzo, el brillo del metal convive con la sombra, y el silencio del tiempo se vuelve visible.

La galería

Aunque en este caso expone en soligario, Conde forma parte del grupo de artistas vinculados a la iniciativa Ojos del Barroco, un proyecto que reúne a artistas de distintas generaciones y estilos. “La Galería Ojos del Barroco tiene una enorme variedad de pintores, muy contemporáneos todos”, explica. “De los más clásicos éramos tres, dentro de un conjunto de más de veinte artistas que han expuesto por toda España, en iglesias y centros culturales. Yo soy uno de ellos.”

El pintor se reconoce entre los más clásicos del colectivo.Por mi forma de pintar, más rigurosa, más definida en el dibujo, con materiales tradicionales: óleo, veladura, nada experimental. Otros artistas del grupo trabajan con técnicas distintas, más conceptuales o mixtas.” A pesar de esas diferencias, Conde subraya el ambiente de respeto y afinidad que une al grupo: “Somos muy variados, pero nos llevamos bien. Hay ocasiones en las que los artistas no quieren mezclarse, pero en este caso hay una sintonía común, incluso histórica.”

El artista destaca además los vínculos que los unen más allá de lo estético. “Nos parecemos todos en la edad, en la trayectoria. Tenemos puntos comunes: galerías en las que hemos estado, pintores que hemos conocido, y al final, hay camaradería".

La exposición

El eje de la exposición son las armaduras, motivo que atraviesa toda su trayectoria. “Desde niño he tenido una relación lógica con los castillos y las armaduras. Las armaduras son como los esqueletos que no se destruyen, que quedan vivos como recuerdos”, explica. Para Conde, esas figuras de acero representan la persistencia del pasado: “Después del siglo XIII ya no tenían sentido en la batalla, pero siguieron siendo un símbolo. Es un emblema del tiempo, del brillo, del óxido y del paso de los siglos”.

En la galería se suceden armaduras de distintos tipos: caballeros, figuras femeninas, santos o jinetes. “Hay una armadura de novia, tres santos —San Francisco, San Ignacio y el duque de Borja— y muchas variaciones”, detalla el pintor. “No es un museo de armaduras, sino interpretaciones, como si fueran amigos o personajes de una novela.” En conjunto, la serie actúa como una antología de su universo plástico, una arqueología personal donde conviven historia, literatura y memoria.

Melancolía y nobleza

Esa mirada hacia el pasado está impregnada de melancolía, un sentimiento que el artista reivindica como forma de elegancia. “La melancolía es una depresión bien llevada, de manera bella”, cita de La anatomía de la melancolía. En su caso, esa emoción nace también de los recuerdos familiares y de sus viajes por los Paradores Nacionales, escenarios que marcaron su imaginación. “En esos lugares era como si España se reconciliara con su pasado”, afirma.

En su discurso aparece la idea de una España sobria y silenciosa, donde la nobleza no depende de la clase social sino del carácter. “En este país hay algo de eso: el respeto, el decoro, la distancia. Lo tiene el campesino y lo tiene el noble.” Ese espíritu, dice, sigue guiando su pintura: la sobriedad y el respeto como formas de belleza.

El símbolo

Jesús Conde entiende la armadura también como una forma de defensa. “Es un sistema de alguien que se quiere proteger. No sabes de qué te protege, pero te protege, aunque después no te puedas mover bien.” El pintor ve en ese gesto una metáfora de la existencia: la fragilidad humana oculta bajo una coraza de aparente firmeza. “Las armaduras me permiten recrear un mundo de brillo, de óxido, de paso del tiempo”, resume.

En La sombra del metal, la materia se transforma en símbolo y la sombra en presencia. La serie, que viaja después de Granada a Mérida y Lorca, confirma a Jesús Conde como una de las voces más singulares de la pintura granadina contemporánea: un artista que convierte el metal en memoria y la pintura en espejo donde aún resuena la historia.

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