El lenguaje de Belén Maya
Hay bailaores más o menos creativos, Belén Maya va abriendo camino. Si quieren contemplar la evolución del baile sin estridencias, con varios años de antelación, vengan a ver a esta bailaora. Hacía tiempo que no veíamos a Belén Maya en formato reducido, en un recinto pequeño, casi al alcance de la mano, fuera de una obra, bailando por bailar, sin necesidad de ajustarse a un argumento (aunque sus historias pasan por ser las más bellas que este arte posee). Hay quien tacha a Belén de heterodoxa, de un vanguardismo ajeno. Pero lo que baila esta granadina de sangre es flamenco, puro flamenco, y algo más. Ver a Belén siempre es una fiesta distinta de la anterior. Sus actuaciones acaban con un punto y seguido, para seguir avanzando con algo nuevo en el próximo encuentro.
Un gran cuadro la arropa. Unos músicos compactados, a los que conoce bien y les deja hacer. Y, con su vuelo, ella vindica los cielos.Belén nos dejó tres muestras de su baile tan original como imitado. Fueron tres delicadezas, a cada cual mejor, en las que trasmite paz y seguridad. La paz de quien desnuda un sentimiento, con sus palabras, con sus caricias. La seguridad de quien conoce su cuerpo y lo domina. Comienza el recital con una lucida rondeña de José Luis. Son sus señas de identidad. Estamos ante una guitarra de las grandes. Belén Maya, a continuación, aborda unos tangos de Granada. Su nerviosismo dura apenas unos minutos. Desarma con sus manos, derrota con la cintura, seduce con sus ojos. Mueve la bata de cola como pocas y enseña sus cartas de movimientos orientales, de posturas imposibles. Jesús Corbacho se decanta por guajiras, bellas en su timbre, mientras Belén se prepara para lanzarnos las flores de su baile descalzo con bata roja de volantes azules. Es una canción de sabor asturiano, es un trémolo con el que Rodríguez rinde personal homenaje al Niño Miguel. Belén demuestra que el tacón punta no es imprescindible. Muñequea en el aire, baila con el suelo, se silencia para volver a la vida. Es el nacimiento de la primavera. Y, a su final, todos respiramos. La Tremendita nos obsequia con una soleá llena de matices que merece continuos oles. Puede que estuviera mejor que cuando estuvo en el Corral el pasado 6 de agosto. Para terminar (o para poner suspensivos), el sentimiento de unaa seguiriya invade el espacio. Belén, de riguroso negro, aunque informal (viuda de sí misma), rompe. Es arriesgado, valiente y dispar. Con su baile, la hija de Mario Maya, cuenta lo de siempre, pero con un evolucionado lenguaje personal.
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