"En este libro enseño mis tacones porque estoy ya mayor"
Juan de Loxa. Poeta
El escritor presentó ayer en la Biblioteca de Andalucía su última colección de poemas, publicada en la editorial Lápices de la Luna
Se desconoce la edad actual de Juan de Loxa porque el autor comentaba no hace mucho que había decidido quitarse cincuenta años de un golpe para acomodar su edad literaria con su edad cronológica. Se pueden hacer los cálculos teniendo en cuenta las obras publicadas en ese tiempo: unos cuantos libros de poemas, entre los que destaca Christian Dios en cada rincón de mi cuerpo. También cuenta -según sus recuerdos- con uno cuantos discos, además "ha estrenado en algunos teatros y ha escrito algunos amores de su vida". Con el talante lúdico que lo caracteriza, permite que se diga que inició el programa radiofónico Poesía 70 y la revista impresa del mismo nombre hace 49 años y que No es Dauro todo lo que reluce es el título de una especie de diario o memorias en las que cuenta su relación con Granada, con sus amigos o enemigos. Su último libro de poemas, Juego y pesadilla en Pinito del Oro, se presentó ayer mismo en la Biblioteca de Andalucía.
-El volumen cuenta con ilustraciones de José Aguilera Hinojo, que han sido un poco el germen de esta obra.
-Sí, Pepe Aguilera es un pintor muy prestigioso que se atrevía con todo, con un tono muy erótico, y nos pinto a los poetas como santos. Yo era San Tarcisio. En Granada hizo unas exposiciones inolvidables, aunque falleció en Málaga, en 1998. En la obra hay una semblanza muy bonita hecha por Carmelo Sánchez Muros. Él me hizo esos dibujos para un libro del año 68 que luego no se publicó. Yo tenía los dibujos guardados y quise hacerle un reconocimiento.
-Pero no es el único recuerdo del libro.
-Este es un libro de agradecimientos. La obra está dedicada a Ángel Caffarena, el editor malagueño. Con la edad se me ha puesto la mirada a veces más crítica y otra veces más tierna, como en este caso. Por eso esta obra está llena da agradecimientos a gente que ha pasado muy cerca de nosotros.
-Precisamente, hablando de Caffarena, el volumen está lleno de ángeles.
-Y de ángelas. De Ángeles Ortiz, a quien dedico un poema. De ángeles con castañuelas, que puede ser Lola Flores. Ángeles con ojeras, que puede ser Lou Reed, Y sobre todo, los ángeles del trapecio.
-Como Pinito del Oro.
-Pinito en la obra, aún siendo tan importante, no representa más que a la persona en su vuelo. Es un espacio, la ciudad de los sueños de los niños de los pueblos cuando se daban cuenta, por los desfiles que iban por la calle mayor, que había llegado el circo. Quería situarnos en un espacio que no ocupa normalmente la poesía desde que iluminados como Rafael Alberti hicieron el libro Sobre los Ángeles.
-Es un libro autobiográfico.
-El libro es totalmente mentira. Menos una historia: la de un tío abuelo que se arruinó porque se enamoró de una trapecista y por donde iba el circo él iba viajando detrás de ella, asistiendo a todas las funciones. Le sucedió como a muchos de los que se habían enamorado de alguna vedette.
-Las trapecistas y las vedettes serían como las modelos de ahora.
-Esta eran distintas. Mis diosas, esa gente en la que yo me fijo, no van a salir nunca en Sálvame. Vuelan a otra altura.
-Además de los homenajes, ¿cuál es la finalidad de la obra?
-Sólo pretendo arrancar una sonrisa en el lector. Es un libro para abrirlo por un sitio, leer un poquito y decir...: "Hay que ver cómo es Juan de Loxa, que nos está tomando el pelo". Y de repente, darse cuenta que, tras esa sonrisa, puede aparecer algo de drama personal de cada uno. Es para llevárselo a tomar un chocolate con churros y leerle un poema a los amigos y después olvidarlo. Para que ese Ángel te persiga un poco pero sin agobiarte.
-¿Qué le ha parecido la lectura que ha realizado Olalla Castro en su prólogo?
-Ha hecho una lectura rigurosísima, de esas que el autor dice después de leerlo: "Oye, ¿esto es posible?". Y caes: "Coño, claro que sí, yo soy todo un poco todo esto". Aunque a veces pienso: "Esto es mucho prólogo para tan poca colección de poemas".
-Es su primera colaboración con Lápices de Luna, dentro de la colección El Tacón Rojo.
-También ahí está riesgo. Cuando los editores potentes de este país han tenido la generosidad de pedirme un libro hace ya un tiempo que les he hecho ver que yo todavía estoy en el underground. Me siento más cómodo en una colección artesanal donde pueda hacer mis caprichos porque si ya hay un modelo estándar, no me puedo salir de ahí. Estoy muy satisfecho del resultado y, además, me gusta mucho el título porque, ¿qué poeta que se precie no se ha querido poner unos zapatos de tacón rojo para cruzar la Plaza de Bib-Rambla? Eso es evidente. Todos tienen unos en su vestidor, para una ocasión especial, por los menos los granadinos, que son los que yo conozco más. Es una cosa que se lleva muy en secreto así que lo mejor, para no alterarlos, si uno ve a un poeta granadino por Puerta Real con un taconazo rojo, es hacer como que no lo ve. Yo es que en este libro enseño mis tacones porque soy ya muy mayor.
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