Ciencia hoy

La lucha por lagalaxia

  • A principios de la década de los 20 del siglo pasado los astrónomos mantenían un acalorado debate sobre el tamaño del Universo, de la Vía Láctea y de nuestra posición en ella

Eran las 08.30 del 26 de abril de 1920. Un joven y muy prometedor astrónomo del Observatorio del Monte Wilson (Los Ángeles, California) intentaba llenar con su voz el auditorio de la Academia Nacional de Ciencias, repleto de consagrados físicos y astrónomos. Era Harlow Shapley y, muy cerca de él, esperaba impaciente su turno Herbert Curtis, un respetado astrónomo del Observatorio de Lick (San José, California). Aquella mañana ambos astrónomos eran rivales y su objeto de discusión era el tamaño del Universo. Comenzaba lo que pasó a la historia de la astronomía como el El gran debate.

Trescientos años antes de este momento, Galileo Galilei observaba el cielo con un telescopio y con él comenzaba una era de descubrimientos que cambió la visión de nuestra Galaxia y del Universo, y que culminaba a finales del siglo XIX con el modelo de Vía Láctea propuesto por Jacobus Kapteyn. Según éste, la Vía Láctea era un disco aplanado de estrellas de 30.000 años luz de diámetro, en cuyo centro se situaba el Sol. Además, para Kapteyn nuestra galaxia contenía todo el Universo existente, incluyendo unas difusas nebulosas con forma espiral que se venían observando en el cielo desde hacía más de un siglo.

Pero en las primeras décadas del siglo XX este modelo empezó a ser cada vez más cuestionado. Por un lado, en 1918 y 1919, Shapley publicó una serie de artículos en los que proponía un modelo de Vía Láctea unas diez veces más grande que la de Kapteyn, que incluía la revolucionaría idea de que el Sol se encontraba a más de 60.000 años luz del centro galáctico. Shapley fundamentó sus conclusiones en la distribución asimétrica de los cúmulos globulares en el cielo, y en un novísimo método de medir distancias basado en la observación de un tipo de estrellas variables, las cefeidas. En lo que Shapley sí estaba totalmente de acuerdo con Kapteyn era en que no había más Universo que la Galaxia, sobre todo considerando su nueva y enorme dimensión.

Por otro lado, Curtis formaba parte de un grupo de astrónomos que no creía en el innovador método de las cefeidas y rechazaba la gigantesca Vía Láctea de Shapley, pero sobre todo no concebía que el Sol no fuera el centro de ella. En cambio, defendía la teoría de los Universos-Isla, que afirmaba que las nebulosas espirales eran agrupaciones de estrellas tan distantes que no pertenecían a la Vía Láctea. Curtis argumentaba en favor de esta idea al observar explosiones de nova, un fenómeno puramente estelar, en el corazón de muchas de estas nebulosas espirales.

Había muchas preguntas en el aire: ¿Cómo de grande era nuestra Galaxia?, ¿ocupaba el Sol el centro de la Vía Láctea?, ¿cuál era la naturaleza de las nebulosas espirales? El debate estaba servido.

La excusa perfecta para responderlas fueron unas lecturas científicas que anualmente se celebraban en la Academia Nacional de Ciencias, y que se bautizaron para la ocasión con el título de La escala del Universo. En realidad, El gran debate no fue tal debate, pues se acordó que cada astrónomo llevaría a cabo una exposición de cuarenta minutos con un solo turno de réplica. Shapley fue el primero en exponer, y optó por una charla dirigida a la mayoritaria audiencia no especializada, con el objetivo de convencerles de que su modelo de Vía Láctea era el correcto. La participación de Curtis fue, en cambio, más técnica y detallada, centrada principalmente en la distancia y naturaleza de las nebulosas espirales, punto tan solo brevemente mencionado por Shapley al final de su charla.

Aunque el debate no levantó gran expectación en la prensa de la época, los asistentes no dudaron en catalogarlo de un momento único en la historia de la ciencia, y partidarios de uno y otro se afanaban por mostrar a su candidato como vencedor.

Cuatro años después del Gran debate, Harlow Shapley recibía una carta en su despacho de director del Observatorio de la Universidad de Harvard. Tras leerla exclamó: "Esta es la carta que ha destruido mi Universo". La carta provenía de otro astrónomo, Edwin Hubble, que con el nuevo telescopio Hooker de 2,5 metros, el más grande de la época, había resuelto estrellas individuales en el brazo de la nebulosa Andrómeda, algunas de ellas cefeidas, lo que le había permitido determinar la distancia: ¡800.000 años luz! (hoy sabemos que es 2.200.000 años luz). Andrómeda, como muchas otras nebulosas, no pertenecía a la Vía Láctea.

Atendiendo a este hecho podríamos pensar que Shapley perdió el debate pero, por otro lado, su modelo de Vía Láctea con un Sol lejos del centro galáctico, así como su tamaño, es mucho más acertado que lo defendido por Curtis y compañía. ¿Empate?

Y es que, como tantas otras veces en ciencia, teorías a veces aparentemente contradictorias no son más que piezas de un mismo puzzle mucho más complejo y que el tiempo, casi siempre, termina por resolver.

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