Luis Antonio de Villena descubre el lado más humano de los clásicos del Siglo de Oro: "Es un periodo que se aprecia poco"
El poeta llega este lunes a la ciudad con un flamante ensayo bajo el brazo, 'Diamantes, mística y cilicios', para hablar de literatura, poesía y Lorca
Luis Antonio de Villena y Juan Vida se unen para plasmar el universo de Lorca
El Siglo de Oro español es el gran tesoro literario de España. Una época en mayúsculas, lo que la ha convertido para un sector de la sociedad no en un objeto de deseo sino en un monumento marmóreo, casi inaccesible, que se estudia a destiempo y se olvida demasiado pronto. Contra ese panteón rígido y descolorido se rebela Luis Antonio de Villena en Diamantes, mística y cilicios, el flamente ensayo que trae este lunes bajo el brazo al Hotel Victoria de Granada, aunque su cita en la ciudad sea para hablar de su relación con otro autor: Lorca. En este libro que devuelve la vida, la sangre y las contradicciones a los grandes autores del XVI y XVII. “Mi intención —explica— era quitarles la frialdad de las estatuas. Son clásicos, pero también seres humanos”.
Villena, licenciado en Filología Románica, reconoce que nunca dejó de ser filólogo, aunque la vida lo llevara por los caminos del periodismo y la creación literaria. “Nunca ejercí como profesor porque, cuando terminé la carrera, empezaron a salirmel las opciones de publicar artículos y libros. Pero siempre he hecho ensayos sobre literatura. Lo que no había hecho hasta ahora era un libro sobre el Siglo de Oro, y es un periodo que en España, en realidad, se aprecia poco”.
“Los clásicos no son estatuas de mármol”
El autor parte de una premisa sencilla: Lope, Quevedo, Góngora o Santa Teresa han sido convertidos en nombres venerables, pero indiferentes. “Se estudian como estatuas de mármol. No dicen nada al lector de hoy”, afirma. Su libro quiere reactivar ese latido, devolverles su condición de personas vivas.
Por eso repasa episodios poco difundidos, anécdotas biográficas y zonas oscuras que no suelen aparecer en los manuales. De Lope de Vega, por ejemplo, recuerda su biografía cinematográfica —“es raro que no exista una película sobre él”—: soldado, sacerdote, amante de actrices y padre de varios hijos. “Era un sacerdote creyente, pero lleno de contradicciones. En un poema cuenta cómo, al elevar la hostia, siente espanto por su doble vida”.
Quevedo ofrece otro contraste fascinante: asiduo a burdeles, es capaz de escribir algunos de los sonetos amorosos más bellos de la literatura universal, sin que sepamos a quién los dedicaba. “No existe la menor noticia de ningún amor suyo”, apunta Villena.
El libro incorpora también la dimensión más sensual y corporal de la mística española. Santa Teresa de Jesús, cuya experiencia del éxtasis ha sido históricamente suavizada, aparece descrita en toda su potencia emocional. “Cuando habla del ángel que le dispara una saeta, lo que describe es un orgasmo místico. Esa intensidad no se cuenta hoy”.
Góngora, Villa Mediana y los secretos del Barroco
El ensayo aborda además la figura de Góngora, “un hombre vital, nocturno y jugador”, cuya sensualidad atraviesa gran parte de sus versos. Villena recuerda sus continuas alusiones a Ganimedes, el amado de Júpiter, y los indicios que han alimentado la hipótesis de una posible inclinación homosexual. “No hay pruebas concluyentes, pero sí indicios vehementes”, matiza.
En el caso del conde de Villamediana, la historia es todavía más explícita. Poeta brillante, noble extravagante y figura trágica, fue asesinado brutalmente en la calle Mayor de Madrid para evitar que se le procesara en un caso de sodomía. “Rosales intentó negarlo en Pasión y muerte del Conde de Villamediana, pero el resultado sugiere justo lo contrario. Villamediana era mujeriego y también tenía historias con hombres. Tenía las dos cosas”.
El libro se detiene igualmente en Sor Juana Inés de la Cruz, la más desconocida, cuyos sonetos a la virreina revelan una sensibilidad amorosa de evidente sesgo lésbico. “Fue hostigada por el arzobispo de México, probablemente movido por celos”, sostiene Villena.
¿Cómo transmitir hoy el Siglo de Oro?
Para el escritor, el mayor problema actual es la pobre transmisión educativa. “Los niveles de cultura han bajado mucho. Los profesores enseñan mal porque aprendieron mal”. Él, que aprendió sonetos de memoria en el colegio, considera que ese contacto temprano con la poesía era fundamental. “No sé si hoy se estudia igual, pero me temo que no”.
El libro aspira a dos tipos de lectores: jóvenes interesados en acercarse al Siglo de Oro desde un punto de vista vivo y cercano; y lectores especializados que quieran explorar zonas oscuras, polémicas o poco tratadas. De Villena destaca el diálogo entre las biografías privadas y las obras, una forma de devolver a los autores su complejidad.
La vigencia de los clásicos
¿Qué queda hoy de ese esplendor? “Sigue siendo el gran fundamento de nuestro idioma, al nivel del Shakespeare inglés o del Racine francés”, resume Villena. Y recuerda que la propia Generación del 27 tuvo la intuición de que, para que los clásicos vivieran, había que leerlos sin prejuicios. Lorca, Cernuda o Salinas recuperaron a un Góngora que muchos consideraban hermético. “Revitalizaron a un poeta que estaba en el olvido”.
Esa es la misma operación que ahora propone Diamantes, mística y cilicios, que ve la luz en Siruela, un Siglo de Oro luminoso, vivo y contradictorio, lejos del mármol y cerca de la piel. Un siglo —o dos— lleno de poesía, placer, culpa, violencia, deseo y misterio. Un territorio que no solo se estudia: se vive.
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