Un maestro travieso, brillante y entrañable

El músico camerunés vino para declarar su amor a Granada y hacernos reír y soñar

Swing con ecos de África

Richard Bona durante el concierto.
Richard Bona durante el concierto. / Rafael Marfil

Si el origen del ser humano está en África, escuchar a Richard Bona es volver a casa, aunque nunca hayamos estado allí. Su estilo, adscrito a lo que sí fue realmente un nuevo jazz, siempre trae ecos de sus antiguos compañeros de formación, como Joe Zawinul o Path Metheny, además de Chick Corea, Mike Stern o, en dimensiones no tan lejanas, Sting. En esta ocasión, el protagonismo fue para la fusión entre África y el Caribe, con la maestría de sus dos jóvenes colegas cubanos, Jesús Pupo y Ludwig Alfonso. Es la pasión de Bona por lo latino, como demostró su colaboración con Buena Vista Social Club o Cucho Valdés en su momento. En ese todo, tan universal, trae el reflejo de la luz de Cesária Évora. Pero, fundamentalmente, lo que comparte con tanta genialidad es su sello, que comenzó a fraguarse fabricando su primera guitarra con una lata de aceite y los cables de la bicicleta. Todo un maestro del jazz, hecho a sí mismo, que ha merecido el galardón de la Granada del festival, la pieza diseñada por Carme Almécija y Augusto Moreno, que está en la estantería de músicos tan queridos por la afición granadina. A este bajista de Camerún, en concreto, nuestra gente lo adora.

Musicalmente, la atención se centró en las catedrales que levantaba el pianista Jesús Pupo en sus solos y acompañamientos, verdaderos monumentos de una técnica y un gusto impecables. Ojo a este valor del presente y del futuro del jazz latino. Además, por supuesto, a los desarrollos de ese bajo con sonido seco, pero que sabe gestionar el in crescendo emocional, en el que Bona es capaz de dar protagonismo a un instrumento que suele utilizarse para marcar el ritmo y pasar desapercibido. Toda la noche con un aire muy cubano, pero con la sentida voz de África en su canto, y ese falsete inimitable que siempre queda bien y se ajusta armónicamente a la perfección, porque detrás de toda esa cercanía y simpatía que desprende hay un enorme perfeccionista, pero un perfeccionista feliz.

Enamorado de Granada

Durante la noche se escucharon todo tipo de temas, desde algunos con denominación de origen, como Eyala, hasta Guantamera o Quizas, quizás, quizás, pero el protagonismo fue para el sonido afrocubano en el que Bona ha decidido quedarse por un tiempo. Sin embargo, la clave de la noche fue descubrir a un alegre y travieso Dios del escenario que se declaró enamorado de Granada, asegurando que es su ciudad favorita, haciendo cantar y sonreír al público, con constantes bromas y hasta con giros muy castizos de la tierra en su español. Nos llegó a bendecir y a mandar a misa para el día siguiente, finalizando con Alfonsina y el mar. Fue receptivo con el entusiasmo del público, que no quería que aquello terminara. Un gran concierto, un gran músico y una gran persona, llena de amor y buena energía. Ojalá vuelva pronto una vez más.

45 Festival Internacional de Jazz de Granada

Richard Bona

Richard Bona, bajo y voz; Jesús Pupo, piano; Ludwig Alfonso, batería.

Fecha y lugar: sábado, 8 de noviembre, Teatro Isabel La Católica.

Puntuación: 5 estrellas

No sería justo finalizar esta crónica sin hacer referencia al trabajo didáctico que viene haciendo Arturo Cid en esa evangelización jazzística en su tierra. Todo un profeta del swing. Este evento debería recordarse y potenciarse, porque aprender que valorar la cultura es el sentido de un festival. Un padre, absolutamente satisfecho por lo aprendido esa sesión, apoyada por Fundación La Caixa, Jaime, constata el valor de actividades de este tipo. Ese testimonio valioso, que viene precisamente de un experto en educación artística, nos lleva a pensar que haría falta, para ser una capital cultural, en 2031 y siempre, una mayor implicación institucional y empresarial, como recordaba y pedía la directora del festival. Revisar el cine en el jazz, abordar iniciativas pedagógicas de este tipo, aprender a escuchar, participar activamente en la construcción sociocultural de nuestra agenda como ciudad es, sin duda, lo que deseamos en el futuro. Ese ha sido el propósito de estas crónicas, que siempre valen el esfuerzo que suponen si alguien, al otro lado, ha sido ese lector in fabula de Umberto Eco, que construye y siente con su implicación y empatía el relato de nuestro festival de jazz.

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