Mariola Cantarero: "Nunca he cancelado una función por enfermedad y me siento muy orgullosa de eso"
La soprano granadina repasa experiencias, anécdotas y reflexiones de 25 años de carrera que la han llevado por los más grandes teatros internacionales
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A pesar de que Mariola Cantarero (Granada, 1978) nació en una familia sin tradición musical, sus padres apoyaron su talento desde pequeña. Tras sus estudios en el Conservatorio Superior de Música de Granada continuó su formación con el maestro Carlos Hacar. Ganadora de concursos como Francisco Viñas, Pedro Lavirgen y Operalia, debutó a los 22 años en Génova con el papel de Adèle en Le Comte Ory de Rossini. Desde entonces, ha cantado en teatros importantes de todo el mundo y ha recibido premios como la Medalla de Andalucía. Este año la artista celebra sus 25 años de la trayectoria artística y lo hará de una forma muy especial: reunirá en el escenario a una constelación de estrellas de la ópera, entre los que se encuentran la soprano Ruth Terán, los barítonos Carlos Álvarez y Damián del Castillo, el bajo-barítono Simón Orfila y un enjambre de tenores: José Bros, Ismael Jordi, Celso Albelo, José Luis Sola, Moisés Marín, José Manuel Zapata y Pancho Corujo. Más allá del ámbito de la lírica, el evento presentado por el popular Manu Sánchez, también contará con actuaciones de figuras de la música pop y del flamenco como Pastora Soler, Manuel Lombo, Diana Navarro, Marina Heredia, Falete o José Quevedo, Bolita.
Pregunta.-¿Usted pensaba, cuando era niña, que algún día podría actuar en los mejores teatros de Europa?
Respuesta.-Nunca lo hubiera imaginado, la verdad.
P.-¿Y recuerda algún momento a lo largo de su trayectoria que fuera difícil? ¿O alguna cosa inesperada que pasara en el escenario? Usted tuvo un accidente, que alguien le pisó la falda...
R.-Sí, fue en una función concreta en la que llevaba una cola como de dos metros. Mi personaje iba con un vestido espectacular, fabuloso. Y justo mientras estábamos en escena, alguien del coro —sin querer— pisó la cola por detrás y me la arrancó. Pero el público no se dio cuenta, porque enseguida los figurantes que estaban cerca vinieron, me ayudaron, me taparon un poco... y yo seguí cantando como si nada. Se me veía todo por detrás (ríe). Pero bueno, quedó como una anécdota simpática. Luego todos decían: "No sé cómo lo hiciste", pero al final todo salió bien. Claro que hubo momentos complicados. Por ejemplo, cuando tienes una infección de garganta, tienes función por la noche, y estás levantando la voz. Son momentos difíciles, pero solo un cantante sabe realmente lo que pasa por dentro. Aun así, siempre lo he superado. Nunca he cancelado una función por enfermedad y me siento muy orgullosa de eso, porque lo he logrado con técnica y con determinación. También eran momentos más duros, por ejemplo, como cuando falleció mi padre. Tenía un concierto y lo hice. No lo viví como un momento triste, sino como un acto de dedicación hacia él. No lo recuerdo como sufrimiento, sino como una especie de consagración. Era mi forma de honrar su vida y estar con él. Poder estar en el escenario cantando... eso era lo que a él le gustaba.
P.-No todos los cantantes pueden seguir adelante en estos casos, separarse de su situación personal y seguir cantando.
R.-Yo creo que, en mi caso, eso me enriquece. La emoción que llevas dentro —ya sea por algo sencillo o incluso por un trauma—, si puedes canalizarla y transformarla en emoción artística, entonces ahí pasa algo muy poderoso. Pero eso no se puede hacer si no tienes técnica. Sin técnica, no puedes cantar con emoción sin dañar tu voz. Hay que saber separar, sí, pero también hay que saber lo que haces vocalmente, con tu instrumento físico. Cuando tienes eso, puedes entregarte de verdad, y la gente lo siente. Se trata de emocionar al público con tu canto, sin dejar de estar firme.
P.-¿Qué hace usted para entrenarse y tener ese control sobre su voz? ¿Hace ejercicios especiales?
R.-No soy muy maniática con esas cosas. Hago lo normal. No trasnocho, no fumo… Pero eso no porque sea cantante, sino porque simplemente me gusta llevar una vida tranquila. No soy de ir a discotecas ni de andar de fiesta por todos lados. Cuido mucho mi energía. Me gusta caminar, jugar ajedrez… cosas que cualquiera puede hacer, sin rituales extraños ni manías especiales. Es verdad que tengo cuidado con el aire acondicionado, por ejemplo, que puede ser traicionero. Pero más allá de eso, uso la lógica. Intento hacer lo que tenga sentido para cuidar la voz.
P.-¿Alguna vez le pasó que perdió la voz… y aun así tuvo que actuar?
R.-Sí, me ha pasado tener que cantar con afonía. He cantado estando prácticamente sin voz.
P.-¿Y solo con técnica lo logró?
R.-Sí. Son muchos años de estudio, de investigar mi instrumento, de desarrollar ciertas capacidades físicas, la respiración abdominal, torácica, la colocación del sonido… Saber exactamente por dónde y cómo sale la voz. Yo creo que lo más importante es conocer tu instrumento y saber trabajarlo con el tiempo. Y sí, me ha pasado que tenía que hacer funciones muy exigentes vocalmente, incluso estando enferma, y nunca lo anuncié. Nunca avisé al público. Simplemente salí y canté. Y sí… en esos momentos uno se siente muy orgulloso de lo que ha logrado.
P.-¿Ha sentido alguna vez la envidia profesional?
R.-Siempre he sentido el cariño de mis compañeros. No solo en el ballet o en la ópera, en la vida general existe la envidia, por ejemplo, en un supermercado hay este tipo de actitudes. Forma parte del ser humano, no debería existir pero existe.
P.-¿Cuál fue su decisión más valiente, más radical en su vida artística?
R.-Trabajar en televisión, ahí hubo cambios y tuve muchas dudas, no sabía así y formar parte de del jurado del talent show es una de las mejores decisiones que yo he tomado en mi vida.
P.-¿Cómo ha cambiado su voz en estos 25 años y cómo ha cambiado usted junto con ella?
R.-El cuerpo de la mujer atraviesa momentos muy importantes, sobre todo hormonales, que afectan la voz. Por ejemplo, cuando fui madre experimenté un cambio significativo en mi voz: se volvió más voluminosa y con un centro más amplio y rico. Es verdad que la voz madura, se va enriqueciendo con esos cambios hormonales del embarazo y la lactancia. El instrumento —la voz— envejece con el tiempo, se transforma, pero si uno sigue trabajando la técnica, puede descubrir nuevas posibilidades que antes no tenía. La voz se va desarrollando hacia un lugar más profundo, buscando siempre la perfección, aunque esta nunca es completamente alcanzable.
P.-Usted es madre. ¿Cómo fue esa experiencia para usted? ¿Cambió algo en su trayectoria artística? ¿Tuvo que hacer pausas?
R.-Decidí que quería seguir adelante y ser madre, así que busqué caminos para combinar ambas cosas. Artísticamente, me he acercado mucho a la televisión porque me permite estar con mi hijo. También hago más recitales, que son producciones más cortas, y eso ha sido una decisión importante. El equilibrio entre la carrera y la maternidad es complicado, pero necesario.
P.-¿Y hay algunas arias o repertorios que aún no ha explorado y le gustaría cantar? ¿O alguna ópera especial?
R.-Hay muchas óperas que siempre han sido un sueño para mí, como Rigoletto. Hay papeles muy demandantes, pero si me preguntas cuáles me gustaría interpretar y aún no lo he hecho, seguro que Pamina (de La flauta mágica) está entre ellas. Es un papel en alemán que he estado estudiando y que me encantaría poder debutar algún día. También en Madama Butterfly.
P.-¿Todavía no ha participado en Madama Butterfly?
R.-No. En la ópera entera no, cantó algunos arias.
P.-¿Cuál es la emoción más difícil de cantar? ¿Cuál le resulta más natural?
R.-Cuando uno canta, hay muchas emociones: pena, alegría, reflexión... También hay momentos muy cómicos, pero creo que lo más complicado es hacer llorar a las personas. Eso sí es un reto, aunque también me encanta y disfruto mucho transmitiendo esas emociones.
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