La médula granadina de Ángel Barrios
El cincuentenario de la muerte de Ángel Barrios va a recordarlo el Festival con la inclusión de diversas pinceladas, no todo lo completas que, a mi juicio, merece la amplia obra del compositor granadino, para poder darnos una idea más completa de los diversos géneros que abordó -sinfónico, pianístico, guitarrístico, vocal, lírico, escénico-, todos ellos dentro de un elegante nacionalismo localista y con tema de inspiración omnipresente: su Granada, los sones y temas de su vertiente 'mora' -ahí están los títulos de Aben Humeya, Arroyos de la Alhambra, la Danza de la Cautiva, entre tantos otros-, su obsesiva y lúcida paleta musical, buscando motivos en los rincones amados, en los aires cercanos. El ballet La preciosa y el viento, sobre el poema de García Lorca, que se presenta como estreno -supongo que refiriéndose a la versión coreográfica de Lola Greco y Ricardo Cue-, en realidad vio la luz por primera vez el 7 de junio de 2009, en el Gran Teatro de La Habana, por el Ballet Nacional de Cuba dirigido por Alicia Alonso, con arreglo y orquestación de Roberto Sánchez Ferrer. Con acompañamiento exclusivamente de piano, los bailarines darán vida a La Preciosa, el viento, los gitanos y el cónsul inglés, dentro de fórmulas recreativas del bolero, la farruca o la albaicinera. Tendremos tiempo de comentar el resultado.
Nacido en 1882, la personalidad artística de Barrios comenzó a fraguarse en 'El Polinario', el comercio-taberna-tertulia que regentaba su padre, don Antonio, extraordinario guitarrista, en la calle Real de la Alhambra, donde hoy está instalado su museo, que era lugar obligado para cuantos artistas e intelectuales visitaban la ciudad -entre ellos Manuel de Falla que vivió aquí tras proporcionarle Barrios la primera vivienda en Granada-, lugar donde se gestó el Concurso de Cante Jondo de 1922, aunque por diferencias finales Ángel no participara en él, donde era frecuente escuchar los sones de la tierra, como comprobó el propio Glinka en su viaje al sur de España. Para un mejor conocimiento de estos vínculos y de la Granada de entonces, recomiendo el lúcido libro de Manuel Orozco Díaz, Ángel Barrios, su ciudad, su tiempo, con prólogo de compositor José García Román.
La guitarra, el violín y el piano, serían sus primeros pasos musicales en la ciudad, donde estudió armonía con el profesor Segura -maestro también de Lorca-, antes de su marcha a París, con apenas 20 años, en el que encuentra la acogida de Albéniz quien fue su impulsor musical desde que lo conoció en 'El Polinario', y se reencuentra con tantos contertulios de la taberna-tertulia de la Alhambra: Zuloaga, Rusiñol, Sert, Cassal, Cassadó y Turina, entre otros. Llega cuatro años antes que Falla y anticipa un andalucismo que era muy esperado por los que sólo tenían las referencias de segunda mano del Bizet, de Carmen. Recibe lecciones de Gedalge, creando el famoso Trio Iberia (luego cuarteto), formado por instrumentos populares como la guitarra, el laud y bandurria, con el que recorrería triunfalmente Francia, Inglaterra e Italia con obras exclusivamente españolas de Albéniz, Granados, Turina, Falla y el propio Barrios, que era, sobre todo, un excelente guitarrista, como su padre, conocedor de la técnica y los recursos del instrumento y tenaz divulgador del flamenco.
Como compositor, entre cerca de doscientas obras para canto y piano, piano solo y guitarra, es imprescindible acercarse a sus primeros poemas sinfónicos: Zambra en el Albaicín -cuya originalidad orquestal desborda el costumbrismo a que, a veces, se reduce su creación- o Una copla en la fuente del Avellano, estrenados en el Teatro Real de Madrid por la Orquesta Sinfónica dirigida por Fernández Arbós. Posteriormente, y en colaboración con su maestro, Conrado del Campo, estrenó la ópera El lavapies y en 1955, en el Liceo de Barcelona, La Lola se va a los puertos, sobre textos de los hermanos Machado. No olvidaremos su zarzuela El hombre más guapo del mundo ni la música que puso a la zarzuela La Suerte.
En vista del éxito logrado prosiguió su carrera con Granada mía, La romería y Seguidilla gitana, junto a composiciones características como Impresiones de Granada, Danzas gitanas y sus Canciones andaluzas. Inspirado en la obra de Villaespesa compondría dos páginas ampliamente divulgadas por las salas de conciertos: Aben Humeya y La danza de la cautiva. Aunque en los últimos años de su vida no se prodigaran recuerdos ni homenajes hay que mencionar su famoso tango Angelita, de la Suite granadina, la gracia de la Petenera, el sentido evocativo del Amanecer en Granada, Alcaicería o la Danza del embrujamiento.
Ligado a la Granada cultural
Siempre estuvo relacionado con la vida cultural granadina. Antes de la sublevación militar de 1936 fue un asiduo de la tertulia 'El Rinconcillo', en el café Alameda, a la que acudían personajes de la talla de Fernández Almagro, Falla, Manuel Ángeles Ortiz, los hermanos Francisco y Federico García Lorca, José Acosta Medina, Juan José Santa Cruz, el ingeniero que proyectó la carretera de Sierra Nevada; Hermenegildo Lanz, el pintor González de la Serna y el periodista Constantino Ruiz Carnero, entre otros. Durante la brutal represión que sufrió la ciudad, muchos de estos contertulios murieron fusilados o tuvieron que exiliarse. Las tertulias culturales tenían tradición en la Granada entre dos siglos, como ocurrió con 'La cofradía del Avellano', con Ganivet y sus amigos creando un auténtico ideario para los temas locales y nacionales más diversos.
Ciego, poco antes de fallecer a los 80 años, cuando recibía a algún granadino en su domicilio madrileño, no dejaba de evocar a la tierra amada hasta la médula. Más de 60 partituras llevan temas de Granada, incluida la póstuma Parador de San Francisco. No importa que su obra -examinada con un riguroso y a veces injusto sentido crítico- sea localista, pintoresca en sumo grado. Existe en ella un arrebatado nacionalismo y, sobre todo, la sinceridad de cosa sencilla, robusta sin embargo, que se ama y se lleva consigo de forma apasionada. Una obra importante por su sentido popular, por su espontaneidad y directa inspiración, por su aliento evocador como una pintura de Rusiñol o de la escuela de paisajistas granadinos, apoyada en la brillantez de su fantasía musical. Falla, aunque estuviese en las antípodas de su concepción estética y técnica, admiraba esa vivacidad de Barrios, esa espontaneidad y la frescura de su inspiración musical que adquiere una fuerza comunicativa incuestionable.
Esta noche, Mariola Cantarero, acompañada al piano por Rubén Fernández-Aguirre nos recordará seis canciones del que fuese director del conservatorio Victoria Eugenia, sobre textos de Agustín Valdivieso, esposo de su hija Angelita. Escritas alrededor de los años 60, son páginas luminosas por su sencillez expresiva. Sin estrella y sin cielo, Mañana de luz y fuego, el bolero La novia del aire, Hechizo y nostalgia,Noche y la seguidilla Con puñales de Cariño las escuchamos, en la voz de Toñi Rosado y el piano de José Tordesillas, en los dos recitales que la Cátedra Manuel de Falla y el Centro Artístico celebraron en los días 4 y 6 de octubre de 1969, con motivo del traslado de los restos del compositor al cementerio granadino, dónde él quería reposar eternamente. Con esta imprescindible pincelada emotiva se inicia un ciclo de esbozos para conmemorar el cincuentenario de la muerte del músico enamorado hasta la médula de su tierra.
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