Lugar: Sala Industrial Copera. Fecha: viernes 30 de octubre. Aforo: 700 personas.

Hubo una campaña publicitaria basada en la disyuntiva entre contrarios, o más bien en su resolución. Así planteaban la elección entre la noche o el día, el invierno o el verano, la playa o la montaña, los Beatles o los Rolling... para acabar negando la propia elección. No renuncies a nada. Si me dan a elegir entre la rubia y la morena me quedo con las dos. O mejor, la rubia y el moreno. Como reza ese viejo lema de las páginas porno sobre explosivas transexuales, the best of both worlds. Esa debe ser la actitud de <<rinôçérôse>> ante el absurdo dilema entre el rock o la electrónica, las guitarras o los secuenciadores, lo orgánico o lo sintético, lo auténtico o lo bailable. Por algo se autoproclamaron el grupo de house con guitarras. Y aunque es verdad que el factor sorpresa que encumbró su debut hace ya diez años, aquel pelotazo llamado Installation sonore, hoy se ha diluido lentamente, como un azucarillo en un café tibio, la efectividad de su directo apenas se ha resentido.

Con una cuidada puesta en escena, los chicos de blanco impecable, de negro y complementada a lo gótico ella, luces y proyecciones al servicio del show, los de Montpellier comenzaron con sus temas más recientes, los incluidos en Futurinô, el álbum que publicaron a primeros de año. Se intuye en ellos un ligero viraje hacia un rock más canalla, tal vez más primitivo y ciertos guiños al glam más básico, pero conforme la noche avanza y la sala se caldea -y con este verano atípico que sufrimos ya lo creo que se caldeó- su sonido se va haciendo más reconocible, más chic y elegantón. Hasta llegar, como en esas películas que narran la historia en cronología regresiva, a los comienzos. Para entonces los efectos de los estimulantes ya empiezan a dejarse notar y el público enardecido se entrega sin reservas a una fiesta larga y prometedora.

<<rinôçérôse>> son siempre la antesala de las más sonadas. Desde la primera hace ya nueve años y después, en cada una de las ocasiones en que han repetido, hasta convertirse en habituales de una sala reconocible para ellos. De modo que no podía faltar la alusión a la ciudad, a su público y al propio recinto, un recurso siempre fructífero para conectar directamente con la pista. Y eso que en ellos prima la imagen de grupo de rock en la que las poses de guitar-hero adquieren todo el protagonismo que le niegan a sus bases programadas.

Patrice Carrie y Jean-Philippe Freu siguen liderando un grupo con una imagen impactante e impecable, que resulta irresistible cuando se incorpora el andrógino Jessie Chaton, con su voz chillona y su redonda pelambrera a lo afro para poner el acento más macarra y el tono disco-music al show. Viéndolos sobre el escenario a nadie le cabe ninguna duda de dónde buscó la inspiración el creativo de la campaña del 11811.