Tengo miedo, luego existo

El escritor Paco Ramos Torrejón (Cádiz, 1981) publica un primer poemario, titulado 'El aprendizaje del miedo' (Editorial Lápices de Luna), que es un vibrante canto a la vida

Una de las ilustraciones del libro de María Kings.
José Abad Granada

28 de marzo 2016 - 05:00

Desde el principio, el título del reciente poemario de Paco Ramos Torrejón me hacía pensar en Carlo Emilio Gadda y en aquel particular vademécum suyo: El aprendizaje del dolor, publicado originalmente en 1963. La sensación aumentó al leer las precisas, concisas composiciones de El aprendizaje del miedo (Lápices de Luna): el dolor es un tema recurrente, reincidente, desde el primer poema al último.

Un dolor que tiene una razón de ser: la sombra de una dolorosa pérdida para el poeta recorre los versos de este delicado libro. El dolor aviva el miedo y el miedo condiciona nuestra existencia, de ahí que el poeta se exija (nos exija) no sucumbir a ellos. Al contrario, según él, tenemos mucho que aprender de ambos: el dolor y el miedo son susceptibles de convertirse en engranajes indispensable de una epistemología personal e intransferible. En la primera pieza -titulada precisamente Los poetas del dolor-, Ramos Torrejón se dirige en términos admonitorios a los cantores de amores perdidos: "Escribid de la miseria, / anulad la soga del suicida, / convertid su ritual en imperativo de futuro. / Jugad a que la vida no es en realidad vida". En Pregunta retórica se queja de que unos y otros nos hayan estado engañando, "nos drogaron de ansiolíticos / para no enseñarnos a convivir con el dolor".

A la pregunta de qué significa el miedo para él, Paco Ramos Torrejón responde que es un sentimiento innato: "Por miedo a perder a un hijo una madre es capaz de dar su vida por él. Y viceversa -me dice-. La vida nos planta en ocasiones ante situaciones límites en las que aflora el miedo. Nunca sabemos cómo vamos a reaccionar ante ellas; cuando ese miedo surge descubrimos una parte desconocida de nosotros mismos; nos ayuda, por tanto, a saber de qué pasta estamos hechos. Y nos enseña también que la vida no es sólo un camino de dicha, sino que el peligro acecha en cualquier momento, lo que nos lleva a vivir la vida de una manera más plena y más consciente". Esta reflexión coincide con la expuesta por Francisco Mora en su ensayo ¿Es posible una cultura sin miedo? (Alianza Editorial): "el miedo […] junto a la verdad, la felicidad, la belleza, la justicia, la libertad y la dignidad, sigue siendo pieza central del tablero cognitivo humano. Cierto que el miedo no es sólo una pieza negativa de ese tablero, sino lo opuesto también, es decir, un motor en positivo hacia cambios en la conducta humana que producen el descubrimiento de nuevos horizontes".

En El aprendizaje del miedo se entremezclan dos cauces poderosos que forman vertiginosos remolinos en la corriente: la certeza de que vivir no es fácil ha de vérselas con la convicción de que vivir es imperativo. Abundan las estampas tristes -me resultó especialmente evocadora, no sé el porqué, la de El arte de los ahorcados-; unas imágenes grises contrarrestadas por una firme voluntad de resistencia a la adversidad: "he decidido vengarme de la muerte, / celebrar el sol, la lluvia, los días de frío, / el otoño que viste las aceras", leemos en Pregunta retórica.

La poesía es una defensa contra las ofensas de la vida, escribió Cesare Pavese. Le pregunto a Ramos Torrejón qué significa para él la poesía. Y él me responde: "El proceso creativo de un poema tiene mucho que ver con asomarse a los abismos de uno mismo, allí donde más arraigado se encuentran nuestros sentimientos. Y escribir sobre ellos nos pone en la tesitura de enfrentar nuestro dolor, nuestros miedos, cara a cara, ponernos ante ellos con la intención de interpretarlos y, una vez reconocidos, enfrentarlos. Creo que ese es el papel fundamental que puede ejercer la poesía hoy en día". En resumen: como el dolor, como el miedo, la poesía deviene otra forma de conocimiento. El volumen incluye media docena de ilustraciones de María Kings, que destacan, al igual que las poesías de Paco Ramos Torrejón, por su poder de evocación y su intensidad.

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